“Primero queremos ser fuertes defensivamente, ganar la confianza que nos da la seguridad atrás, donde yo no soy muy bueno, y después nos centraremos en mejorar el aspecto ofensivo. Pero lo primero era que un equipo nuevo como este funcionara desde el principio”. Bernd Schuster ha repetido en dos o tres comparecencias la voluntad de que su equipo fuese fuerte atrás, donde había dudas serias (basadas en la calidad de los hombres uno por uno) sobre el rendimiento. El Málaga ha encajado siete goles en ocho partidos. Y ha jugado contra Barça, Sevilla, Valencia o Real Sociedad. Es decir, rivales de cierta entidad. Curiosamente solo el Valladolid ha sido capaz de hacerle dos goles. Y ambos a balón parado, en dos jugadas muy parecidas.
La fortaleza del Málaga, hasta el momento, ha sido el entramado defensivo, que será pormenorizado al completo cuando el equipo de Schuster se haya expuesto a contextos bien distintos. De momento, se han comprobado varias cosas: a) El balón parado duele en exceso; b) La transición defensiva, con el equipo en campo contrario, es muy limitada; y c) La virtud del Málaga es saber defender los ataques posicionales. Probablemente esto último era lo más complicado. Y es lo primero, por insistencia de Schuster, que ha conseguido hacer el Málaga.
Fundamentado en una línea de cuatro atrás (Gámez, Sánchez, Angeleri –vuelve Weligton– y Antunes) y cinco distribuidos escalonadamente delante, Schuster ha conseguido neutralizar en buena parte las virtudes de Barça, Real Sociedad y Rayo Vallecano, tres equipos con notorio talento para generar ocasiones desde parado. El Málaga, en defensa, ocupa lo ancho del campo con los laterales pisando por dentro y los extremos pisando por fuera, todo lo contrario que en ataque.
En el inicio de la jugada rival puede dibujarse un preciso 4-1-4-1 en el que Darder (Tissone, si juega Camacho) es el enlace entre el pivote, los abiertos y el mediapunta, que se incrusta en el centro para formar un triángulo defensivo por dentro. Con los laterales cerrados y empujando, el pase a la espalda de la defensa se dificulta y el tráfico en los pasillos interiores permanece intacto, o sea, intenso porque Angeleri y Sánchez reducen el espacio caminando hacia delante, mientras que Tissone y Darder tienen la tarea de correr e impedir que el rival se gire.
En la imagen 1 se observa cómo los laterales se juntan al centro (algo menos Gámez, que tiene cerca a Neymar) y los extremos colaboran en defensa, pero mucho más abiertos, con la tarea fundamental de fijar sobre el lateral rival. A la vez, Sánchez y Angeleri tratan de adelantar la línea. Ellos dos son responsables de la anticipación, sentido que tienen desarrollado correctamente. Todo lo contrario que el talento posicional y la capacidad para decidir. Se podría decir que no son centrales puros en tanto en cuanto se adivinan sus dudas a la hora de decidir qué y cuándo, lo que les hace corregir permanentemente la posición.
Tissone soporta el caudal del rival. Equilibra, hace de escoba y barre. En una versión toulalanesca impropia del jugador que fue en el Mallorca, el argentino exhibe físico a la hora desplegarse a lo ancho. Cuando el balón va a la banda, es el encargado de volcar a su equipo hacia allá para tener superioridad y robar. No posee la técnica defensiva del francés ni la intuición (y las piernas largas) de Busquets, pero soporta todo en extraordinario uso del cuerpo.
Luego del argentino, aparece Darder, el creasuperioridades silencioso. Sergi es un tipo tímido fuera del campo. En el filial del Málaga tenía personalidad jugando de cinco. En el equipo de Schuster parece un amigo silencioso. En ataque, es quien se descuelga para pisar al área, lanzar un desmarque al espacio, dar un pase más o hacerse con el rechazo. Todos sus movimientos dotan de cierta adolescencia al Málaga, pero es quien da ritmo a la presión. Con Tissone en diésel, es fundamental que el catalán encime al primer pase en el sector izquierdo del ataque rival. Salta, va al robo y cae a la banda derecha para la ayuda. (En la imagen 2, Camacho-Tissone, y tres, Tissone-Darder, se puede ver cómo actúan los dos medioscentros para encimar y achicar, ya sea en la banda o en el carril central, y la reducción de espacios de los defensas, dejando pocos metros para la inferioridad ofensiva).
En defensa, el Málaga, en general, posee más calidad que en ataque. Todo fluye con mecanismos más naturales y la confianza, como pretendidamente ha insistido Schuster, crece. Crece, además, con las dudas que Willy ha evidenciado en las tres primeras jornadas, lo cual es destacable porque sus fallos –olvidados, parece– han costado dos goles de los siete en ocho jornadas que ha encajado el Málaga.
El equipo de Schuster no ejerce, salvo contadísimas excepciones, una presión alta, sino un repliegue medio en el más estricto y completo sentido del concepto futbolístico. Las líneas se juntan en un 30-35 % del campo. Así, los espacios quedan reducidos necesariamente y el trayecto detrás del balón se reduce en la proporcionalidad inversa a la que aumentan las posibilidades de robar. A menor espacio para el rival, mayor exigencia técnica para asociarse. Sin ser el paradigma de la intensidad, pero manteniéndola a un nivel medio-alto, el Málaga ha compensado carencias y necesidades de principio de temporada para: 1) Arañar puntos; 2) Encontrar la seguridad con la que poder, a lo largo de la liga, buscar alegremente la portería rival, y 3) Hacer sólido un equipo con importantes bajas y desconocidas altas.
* Fran Alameda es periodista.
– Foto: Claudio Chaves (Mundo Deportivo)
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