Otra vez no nos queda otra que resignarnos ante una decisión mal tomada en el círculo más alto del fútbol mundial. Una de tantas. Ya deberíamos estar acostumbrados, pero la esperanza de que algún día esta tendencia cambie recibe constantes atentados. Actualmente no es fácil encontrar un buen técnico en el mundo y, si sumamos la gran cuota de incertidumbre inherente a este deporte, comprendemos que incluso los mejores técnicos se encuentran con situaciones imposibles de resolver.
Justamente un año después de haberlo renovado por cinco temporadas, la monarquía del Manchester City decide mostrar, una vez más, la puerta trasera a su técnico por los resultados concretos de esta campaña y otras cuestiones un tanto contradictorias. Es bien complicado comprender cómo alguien puede ser idóneo para un cargo a un plazo medianamente largo y justo doce meses después no serlo. Sobre todo si analizamos el comunicado de recisión de contrato, donde se destaca la falta de preocupación de Roberto Mancini para dirigir todos los aspectos del club desde una perspectiva holística. Y claro, no haber conseguido ninguno de los objetivos de la temporada, salvo la clasificación a la próxima Liga de Campeones.
¿Es acaso holístico despedir a un técnico tras no haber conseguido títulos en una temporada cuando lo que se busca es desarrollar un proyecto íntegro desde las propias entrañas de la entidad? ¿Cómo es posible querer mirarse en el espejo del vecino y seguir actuando de una manera completamente distinta? ¿Cómo jactarse ahora de ser un club preocupado por alimentar el primer equipo con las reservas si lo único que han hecho es arrebatar cracks a puro billete?
La era Mancini tuvo momentos altos y bajos futbolísticamente, algo de lo cual no está exento ningún conjunto, pero si a su llegada hizo las cosas abiertamente mal, con el tiempo corrigió sus errores y conformó un equipo competitivo, con muchas armas y con infinidad de variantes para resolver los partidos.
Recuperó a Tévez manejando una situación muy delicada y perdonando las perretas del argentino, como mismo perdonó a Nasri después de su deplorable actitud en la derrota ante el United tras el tiro libre de Van Persie. Esas son cualidades muy valiosas en una persona y mucho más en una persona que dirige a otras personas. Puntos en contra siempre van a existir, la cuestión recae en cuáles pesan más a la hora de evaluar su trabajo y las consecuencias de las decisiones que se toman.
Ya existía una relación bastante insostenible entre la directiva y Mancini, exacerbada después de la final de FA Cup ante el Wigan por las críticas del italiano al departamento de comunicación del club tras negar los rumores de su reemplazo por Pellegrini. Cuando se llega a este punto es difícil intentar una reconciliación, pero el problema está justamente en haber llegado hasta aquí.
¿Cómo puede sentirse el próximo técnico que acepte el reto si sabe que solo el éxito a corto plazo puede salvar su cabeza? ¿Es lógico obligar a alguien a trabajar bajo tanta presión?
El propio Ferguson mostró su desacuerdo con el despido de Mancini y no pocos exfutbolistas, como Rodney Marsh, criticaron la manera de operar de la cúpula del City.
Hughes, Mancini y no dudemos que con Pellegrini –o el que venga– pase lo mismo. Qué triste resulta cuando a alguien que ha conseguido algo importante para un club lo echan por la puerta de atrás.
Si finalmente el chileno acepta la papa caliente del Etihad Stadium pudiera volver a vivir la experiencia del Madrid, cuando tras su primera y muy buena temporada, futbolísticamente hablando, a Florentino se le ocurrió buscar al mejor entrenador del mundo y único capaz de derrotar al Barça. Como si ambas cosas existieran…
Una de las razones esgrimidas en el comunicado cercenante fue que Mancini, a pesar de haber guiado al club a su primer título de liga en 44 años, no prestó suficiente atención al trabajo en el equipo de reservas. ¡Qué contradicción! ¿Acaso la idea era comprar un equipo, comprar directivos, copiar modelos y comprar el fútbol para después querer construirlo? ¿Dónde encontramos la frontera entre comprar y construir?
En la mitad roja de la ciudad se va un manager luego de 26 años por la puerta más grande que existe y su sucesor arriba por la misma entrada. En la celeste, al parecer, va a tener que pasar justamente esa misma cantidad de tiempo para que alguno no pierda indignamente su trabajo.
* Alejandro Pérez.
– Foto: Darren Staples (Reuters)
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