Llegó el día definitivo, el primer todo o nada, y por cuarta ocasión en un espacio corto de tiempo, un equipo que parecía imparable semanas atrás mostró de nuevo su peor versión. El partido del Calderón me transportó a un escenario muy parecido al que se vivió en el 2014 con el Tata Martino en el banquillo. La sensación de impotencia ofensiva se apoderó del equipo en un marco donde los centros de Alves, Jordi Alba y Sergi Roberto en la parte final parecían el único recurso. Pero ¿cuáles han sido los problemas del equipo?
Los tres rivales que el equipo ha tenido en los últimos cuatro partidos han planteado escenarios similares para dificultar el juego del Barça:
Esas han sido las principales armas que han llevado a la práctica el Real Madrid, la Real Sociedad y el Atlético de Madrid. Y el equipo azulgrana no ha tenido ni la fluidez ni la capacidad para sobreponerse a ellas.
Es una evidencia que el ritmo de balón ha descendido ostensiblemente. Sin velocidad no se desestructura ninguna defensa y mucho menos las que están bien trabajadas. Durante el transcurso de la primera parte del partido de ida de los cuartos de final de Champions, el equipo azulgrana realizó un total de 25 uno contra uno. La mayoría de ellos sin éxito y en zonas no definitivas. Demasiados para este periodo de tiempo en un equipo en el que la circulación para llevar el balón de una banda a otra es tan importante.
Hace tiempo que es una de las primeras cosas en las que me fijo. Cuando Messi instala descaradamente su campo de acción en la zona media del campo puede ser por dos motivos diferentes : a) porque el equipo no encuentra la salida; o b) porque él no se encuentra en plenitud de condiciones. Cualquiera de ellas no es una buena señal. Algo parecido ocurre con Neymar. En el caso concreto de los cuatro últimos partidos (Real Madrid, el doble duelo contra el Atlético y la Real Sociedad), es evidente que Messi no ha estado en condiciones óptimas. Personalmente creo que no tiene la chispa necesaria para el desequilibrio infalible al que nos tiene acostumbrado y ello le ha hecho rehuir más de lo habitual la banda para encontrar más comodidad en el medio. Observemos estos mapas de calor:
Las situaciones concretas en las que, hasta el día de hoy, desatascaban estos dos jugadores con su desequilibrio, no se han dado en la misma medida en estos últimos duelos.
En los citados partidos, Messi y Neymar solo han completado con éxito el 43 % de los uno contra uno que han intentado (vía @barcanumbers).
Un detalle básico para mi forma de ver el fútbol. Demasiado juego en corto. La profundidad del equipo solo ha recaído ocasionalmente en Luis Suárez. Neymar, el gran baluarte del Barça en este aspecto, no lo ha hecho. Prácticamente ningún intento de desmarque de ruptura al espacio. Así, las defensas rivales viven muy cómodas, los centrales rivales son más valientes y pueden salir a la presión de los movimientos de apoyo de cualquiera de los delanteros.
Una de las armas más eficaces para atraer a defensas asentadas en área propia es el chut exterior. El equipo no la ha utilizado cuando ello se ha vuelto indispensable. En Anoeta, por poner un ejemplo práctico, el Barça solo disparó cuatro veces desde larga distancia: dos Iniesta y otras dos Messi (que fueron bloqueados). Un jugador con una excelente cualidad en este aspecto del juego como Rakitic ha pasado inadvertido y los pocos intentos de Neymar y Alves han sido muy lejanos y sin capacidad de intimidación.
Con un Busquets también sensiblemente más bajo, uno de los focos de creación de peligro azulgrana ha permanecido apagado y el juego del equipo se ha resentido. Es difícil encontrar un partido en el que el canterano juegue mal, pero su rendimiento también ha caído. Creo que está enfocado demasiado en las ayudas a las bandas últimamente. Eso le hace perder la posición en exceso y dejar su espalda libre. El gol del Atlético de Madrid en el Camp Nou es un perfecto ejemplo.
Asimismo, esta falta de posicionamiento enlazado con un estado de falta de frescura física lleva a que el jugador de referencia en las recuperaciones en campo contrario no llegue a realizarlas como antes.
Ubicado entre las centrales para fijarlos, sus movimientos (desmarques de ruptura y en diagonal) para abrir más espacios interiores son más necesarios que nunca en los escenarios que el equipo ha encontrado. El conjunto azulgrana solo ha explotado este factor en momentos demasiado puntuales. Las lecturas del juego no han sido acertadas en este sentido.
Llegados a este punto, la solución no estará ni en los cambios bruscos ni en los golpes de timón. Probablemente la mejora de estos puntos marcará la línea que separa el éxito del fracaso.
* Álex Delmàs es exfutbolista y analista.
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