"El modelo de juego es tan fuerte como el más débil de sus eslabones". Fran Cervera
Hasta el jueves día 8 de noviembre, Charlie Beljan era prácticamente un desconocido para la gran mayoría de aficionados al golf. Ahora, aficionados a otros deportes podrían reconocerle. ¿La razón? Haber sido el protagonista durante el último torneo de golf del circuito profesional de la PGA de una de las historias más bonitas que se han vivido en el deporte.
Con la llegada del otoño y el recuerdo aún fresco del legendario final de la Ryder Cup, en Estados Unidos comenzaban a disputarse las Fall Series: cuatro torneos que se juegan una vez finalizado el play off de la FedEx Cup y que sirven para decidir qué jugadores pueden mantener la tarjeta del circuito americano para el año próximo.
Beljan se encontraba al inicio de las Fall Series fuera de esos puestos que conforman los primeros 125 jugadores de la Money List (lista de ganancias). Desde el inicio del mes de octubre, comenzó a sentir un malestar generalizado. Problemas al respirar, ritmo cardiaco irregular, dolores de cabeza, etc. No le dio importancia, pero día a día notaba como su salud no era la idónea. Desconocía qué le sucedía y no lograba sentirse mejor. Aún así, jugó los torneos.
No hizo nada para no poner en riesgo la posibilidad que le ilusionaba: ganarse el derecho a volver en 2013 a ser dueño de una tarjeta para jugar el circuito americano. Así, llegó al inicio del último torneo de las Fall Series en el puesto 139. Para lograr su objetivo le era necesario terminar entre los 3 primeros del torneo, el Children’s Miracle Network Hospitals Classic.
El jueves hizo una buena vuelta, pero no estaba entre los tres primeros, aunque tampoco lejos. Su salud continuaba sin cambios. El viernes, pronto se puso en cabeza, liderando el torneo con un juego sensacional. Como nadie se esperaba eso, la realización americana no tenía una cámara propia para él. En los últimos hoyos del torneo ya le dedicaron una y las imágenes sorprendieron a todos.
Se veía a un jugador descompuesto, con muchos problemas para mantenerse sin hiperventilar, permanecer de pie y disimular síntomas como náuseas y vértigo. Posteriormente, su caddie reconocería que en algunos momentos incluso temió por su vida.
Terminó como líder la jornada, pero no disfrutó de ello. Nada más dar el último putt, una ambulancia se lo llevó al hospital. Ahí, los médicos le hicieron un exhaustivo reconocimiento: no tenía nada, simplemente estaba sufriendo un ataque de pánico, un ataque de ansiedad. Le recomendaron que no saliese a jugar puesto que podrían repetirse los episodios vividos. El jugador, una vez supo que el problema que le atormentaba era el miedo a no cumplir un sueño, tiró de coraje y se dio una oportunidad.
Lo hizo y lo cumplió: el domingo ganó el torneo. Lo consiguió con autoridad, respondiendo bien a todas las situaciones complicadas que le iban surgiendo y metiendo putts largos. Sin duda, esa ansiedad que puso en riesgo su salud no se notó sobre el campo. Mantuvo el pulso firme para llevarse una victoria que será siempre recordada. Ya no solo para los aficionados al golf. También para todos los amantes del deporte. Muchas veces, siguiendo al equipo de nuestros amores, o al jugador que idolatramos, nos preguntamos qué ha podido suceder para que no haya estado al nivel esperado. También nos preguntamos qué es lo que determina que alguien siempre responda de manera positiva a la presión.
En la última década, la importancia de la cabeza en el deporte se ha hecho más evidente. Todos destacamos la fortaleza mental de Nadal, capaz de imponerse a jugadores que quizá no tengan menos talento que él, o todos hemos admirado a Jordan por su capacidad de responder de la mejor manera posible ante situaciones extremas.
En el lado opuesto, también hemos criticado la forma en que LeBron James tomaba, hasta el año pasado, decisiones equivocadas en los últimos momentos de los partidos. O volviendo al golf, quién no se ha preguntado cómo es posible que Colin Montgomerie no haya ganado nunca un grande, habiendo dominado durante casi una década el golf europeo.
La explicación a lo expuesto la encontramos en la distinta capacidad de controlar la ansiedad, los miedos y temores que tienen los deportistas a la hora de afrontar la competición. Seguramente, episodios como los descritos por Beljan sean más frecuentes de lo que pensamos. Recordemos que el propio Guardiola ha explicado que el día antes de la final de Champions League vomitó por los nervios.
¿Se puede entrenar para ser más fuerte en el aspecto mental? ¿Se puede controlar el miedo? Según Mª Teresa Mata, psicoterapeuta y fisioterapeuta, “las técnicas de visualización en el terreno de juego ayudan a mejorar la concentración en aquella acción que se desarrolla en el mismo, mejorando así la técnica utilizada en cada preciso momento”. Además, afirma, “no únicamente ayuda a mejorar la puesta en escena a nivel puramente técnico, ofrece seguridad al jugador y, con ello, favorece el autocontrol y reduce los niveles de ansiedad en los momentos decisivos”. Mª Teresa continúa explicando: “La visualización de momentos críticos en el terreno de juego ayuda a anticipar la aparición de ansiedad y, con ello, a desarrollar técnicas específicas para controlarla; conocer previamente el miedo es esencial para evitar ser sorprendidos y ‘sobrepasados’ por la situación”.
El problema es que muchas veces, esos síntomas no son tan claros y evidentes como le sucedió a Guardiola, manifestándose en pequeños detalles que pueden ser atribuidos erróneamente a muchos otros factores que nada tienen que ver con el juego. Sin ir más lejos, en el caso de Beljan, puede que atribuyese su malestar general a su reciente paternidad (fue padre por primera vez a mediados de septiembre).
Un control regular de la salud mental del deportista por parte de un psicólogo ayudaría a resolver muchas situaciones como las descritas. A pesar de los avances, aún hay muchas reticencias al respecto. Como hemos visto, la cabeza es tan importante como el talento o el físico. Es incomprensible que se trate de diferente manera o se le dé distinta importancia; “son dos caras de una misma moneda”, comentaba la psicoterapeuta. Esta vez, la historia tuvo un final feliz, pero otras muchas no, terminando con sueños y trayectorias de miles de deportistas, anónimos o no.
* Daniel Arias.
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– Fotos: AP
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