Históricamente, el Espanyol ha sido y es un equipo de mitad de tabla. De aquellos que ni luchan por llegar a la cima, salvo excepciones, ni pelean por irse a la B, como dirían en Argentina. La afición periquita puede presumir de no tener que acudir al cardiólogo con frecuencia, porque sus temporadas son tranquilas y apacibles. Pero año tras año al equipo se le cruzan los claves cuando todo parece sentenciado. Se le puede echar la culpa al entrenador, al cansancio acumulado, a que la temporada es demasiado larga, pero nadie sabe realmente cuáles son las causas del bajón que da la plantilla en el momento de terminar la campaña. Así que vamos a analizar dicho problema tranquilamente. Poniendo como punto de partida la jornada 29ª de cada campeonato, a nueve partidos de finalizar la liga.
El mejor final de temporada desde tiempos inmemoriables. El Espanyol pasó de ser colista a posicionarse el décimo en la tabla tras una racha de ocho partidos ganados y una única derrota. Los periquitos marcaron el mismo número de goles en los últimos nueve encuentros que en los anteriores veinte, y de la mano de un recién llegado Pochettino consiguieron evitar el descenso un año más con una plantilla que contaba con Kameni, Jarque, De la Peña, Tamudo… Épica. Dicha campaña quedará marcada en la historia como la última en la que Jarque jugó un partido, ya que en la siguiente pretemporada, en una concentración del club en Italia, el futbolista español y capitán periquito fallecía.
La sombra de los finales de temporada agónicos comenzó a sobrevolar el estadio con tintes dramáticos. Lograron unas escasas tres victorias y perdieron los restantes exceptuando un empate en el derbi contra el Barcelona. Pese a este contratiempo, el equipo había construido un buen muro sobre el descenso en gran parte gracias a los siete goles de un recién llegado en invierno que hacía llamarse Pablo Daniel Osvaldo, por lo que se consiguió sin problemas mantener la plaza en la máxima categoría del fútbol español.
Una temporada complicada y bonita estaba a punto de llegar a su punto y final. Una campaña excelente se estaba terminando y el Espanyol dormía noche tras noche en puestos europeos. Pero un fatídico final lo condenó a la maldita tranquilidad de la mitad de la tabla. Una vez más, tan solo cosecharon una victoria. Y consiguieron 6 puntos de 27 posibles. Números indignos para entrar en una competición internacional. Una verdadera lástima que será recordada durante muchas primaveras.
De nuevo, tan solo consiguieron, de la mano de Pochettino, una única victoria: ante el Valencia por un contundente 4-0. Perdieron tres encuentros consecutivamente, racha que no se daba desde hacía más de un año. Recibieron 15 goles, media de a casi dos por partido, y se quedaron sin poder marcar en cuatro partidos. Descendieron desde la novena a la décimo cuarta plaza. Dicha racha fue, en gran parte, consecuencia del complicado calendario: tuvieron que enfrentarse a Barça, Atlético o al siempre complicado Osasuna en Pamplona.
Tan solo una victoria. Y seis duras derrotas. Recibieron trece goles, los mismos que en las trece jornadas anteriores. Y por último se quedaron sin anotar ningún gol a favor en seis de los nueve encuentros. Dato estremecedor. Pese a todo esto, gracias al colchón logrado durante el resto de la temporada con una gran y espectacular remontada gracias al aterrizaje del mexicano Javier Aguirre –especialista en levantar equipos en horas bajas– en el banquillo de Cornellà-El Prat, tras un fatídico comienzo solo descendieron desde la posición undécima a la décimo tercera en este periodo de tiempo.
Así que, ya sabéis: preparad los desfibriladores porque se avecinan turbulencias. Aunque, un año más, se cogen a una gran altura con el tiempo suficiente para reaccionar.
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* Luis Vallejo Colom.
– Foto: EFE
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