"El éxito se mide por el número de ojos que brillan a tu alrededor". Benjamin Zander
El título de este artículo obedece a una triquiñuela periodística tan vieja como el oficio: el titular debe captar la atención, resumir la idea primordial del texto y actuar como anzuelo que prenda la curiosidad del lector. Y conste que es así, verdad de la buena: Kubala pudo ser jugador del Real Madrid. Si hemos captado su curiosidad desde el inicio, que valga la pena, pues, seguir enganchado a este texto. Cierto día no muy lejano, un editor supo cazar al cronista planteando una simple cuestión: “Días atrás, hablé con un joven culé que no sabía quién fue Kubala, ¿te atreverías a escribir una biografía de Laci?”. Hay retos que se aceptan sin pestañear y ese fue uno. Ahora, Kubala! L’heroi que va canviar la història del Barça (¿hace falta traducir?) llega a las librerías con sus 352 páginas y un magnífico prólogo de Martí Perarnau, a quien conocen tanto como yo admiro y me honro en su amistad.
Cuando llegó por vez primera a España en el verano del 50, Lázsló Kubala Stecz ya había vivido las siete vidas tópicas del gato con sólo 23 años de edad. Su biografía resulta tan descomunal, deslumbrante y arrolladora que no quedaba otro remedio, si queríamos darle sentido al reto, que limitarnos a sus once años como futbolista en el Fútbol Club Barcelona. Por ahí arrancamos, dispuestos ya a sumergirnos en la tarea de revisar documentación a espuertas. Y comenzaron las sorpresas: recién llegado a Madrid formando parte del Hungaria, equipo de futbolistas nómadas disidentes de los países del Este, el Real de Bernabéu y Hernández Coronado mantuvo contactos firmes para su inmediata incorporación…hasta que se cruzó por el camino otro mito del balompié, Pepe Samitier, a la sazón director técnico azulgrana. Sami, al que quienes conocieron coinciden en definir como más listo que el hambre, obtuvo carta blanca de la directiva de Agustín Montal Galobart para iniciar una negociación de corte kamikaze.
Acompañado de un intérprete y asaltándolo en un tren, mientras Kubala pensaba que Samitier era un emisario del Madrid que proseguía la negociación, el ex legendario delantero se sacó el as definitivo de la manga. Al margen de ofrecerle una mareante cantidad que sextuplicaba el sueldo anual de César Rodríguez, consiguió el sí incondicional de la estrella magiar tras ofrecer el cargo de entrenador vacante al cuñado de Laci, Ferdinand Daucik. El Madrid protestó, pero al no tener nada firmado se quedó con un palmo de narices. Este tipo de jugarretas eran, entonces y ahora, habituales: años antes, Luis El Mangas Molowny dejó Canarias para jugar en el Madrid porque el emisario blanco voló hacia las islas mientras el enviado azulgrana estaba embarcado y tocó tierra cuando ya no quedaba remedio.
Así, con esa jugada de tahúr, se iniciaba la década prodigiosa del Barcelona. La llegada de Kubala representó un fenómeno de masas de alcance desconocido, similar al que hoy significaría el aterrizaje en la liga de un extraterrestre. Una España de postguerra, sin distracciones, sin televisión, enamorada del fútbol para distraer el ocio, cayó rendida, en principio, a sus pies. El régimen franquista se mostró desconcertante con Kubala. Primero lo mimó como fugitivo del terror rojo y más tarde, cosechados los éxitos de las Cinco Copas, se desmarcó hasta el punto de permitir una campaña de caza y captura estimulada, básicamente, desde… Bilbao.
Como autor entusiasmado por propiciar complicidad con ustedes, apelo a su tolerancia: el libro está redactado en catalán y será publicado en castellano si existe el suficiente interés en la potencial audiencia, que no están los tiempos para grandes aventuras. Este Perarnau Magazine les ofrece en este link la posibilidad de leer el primer capítulo de Kubala!:
Volviendo a los secretos desvelados por el libro, destaca en mi impresión que se nos haya presentado, por costumbre y de manera persistente, la historia del fútbol español como una sucesión de episodios aislados, cuando es obvio que no es ni fue así. La llegada de Kubala y cómo se produjo acaba generando multitudinarias celebraciones de júbilo con la consecución de las Cinco Copas y sienta las bases, claramente, para el desarrollo y posterior desenlace del llamado caso Di Stéfano. La historia, sabido es, siempre la escriben los vencedores según interés propio y también asegura el saber popular que todo queda ya escrito, como ratifica de paso esta novedad editorial. Aún así, nunca es tarde para conocer la verdad tal y como se produjo, para aspirar a las lecciones sin que pasen hoy, en nuevo milenio y plena democracia, por el tamiz sesgado de la dictadura vigente cuando se produjeron los hechos reseñados. Por citar otro detalle incluido en el libro, no fue el Madrid quien aprovechó la visita de Millonarios en la celebración del cincuentenario blanco para contactar con La Saeta Rubia. El primero en adelantarse a la futura incorporación de don Alfredo fue, de nuevo, el sagaz Pepe Samitier.
Y así, unas cuantas: nada sabíamos del viaje de Kubala al Mundial’54 para saludar, cuatro años de exilio después, a sus compinches de los mágicos magiares. Lo hizo desmoralizado tras sufrir la gravísima lesión de ligamentos en San Mamés y la emocionante recepción brindada por sus compatriotas le infirió renovados ánimos para continuar adelante. Por el relato discurren los cantos de sirena emitidos constantemente desde Italia para obtener sus servicios. Lo querían tanto la Juventus de Agnelli –que había contactado antes con el Kremlin para ficharle a través del secretario general de los comunistas italianos, el célebre Palmiro Togliatti– como el Inter de Moratti o el River de Liberti. Queda confirmada su relación a cara de perro con Helenio Herrera –precursor de extraña similitud a Mourinho, por cierto–, como descartada al no tener ningún fundamento esa pretendida enemistad con el gran Luisito Suárez, amigo personal. Por cierto, volviendo a Di Stéfano y para darnos una lección de deportiva tolerancia, Laci y Alfredo, convertidos en íntimos amigos, establecieron el ritual de cenar periódicamente en compañía del uruguayo Ramón Alberto Villaverde, ex también de Millonarios, cada vez que el argentino conseguía escapar de sus obligaciones en Madrid. Y conste que sólo cenaban, con el beneplácito de la señora Di Stéfano, íntima de Laci y su esposa, Iby Daucik. En el campo podían ser máximos rivales, adversarios acérrimos, pero mantuvieron en vida una amistad a prueba de bombas y rumores, que a veces resultan peores.
No voy a cansarles más, apenas recuerden que aquellos también fueron los años decisivos para la construcción del Camp Nou, del aterrizaje de figurones del calibre de Eulogio Martínez o Evaristo, de neurosis oportunistas como la llamada deskubalización y que se echó el cierre a tan rutilante época con la final de Berna, aquel colmo de la desgracia con los palos cuadrados del Wankdorfstadion suizo. Si quieren otros detalles, encantado de suministrárselos en nuevos artículos, siempre bajo petición y placet del artífice de este Magazine. Han imaginado bien: las fotos que acompañan este texto están incluidas en Kubala!…, con el signo de admiración aplicado al final del apellido porque, realmente y sin duda alguna, ese fenómeno era exageración pura desde cualquier prisma que sirviera para observarle.
* Frederic Porta es periodista y escritor.
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