Wilson Kipsang (Keiyo, 1982) logró hace menos de una semana en Berlín el récord del mundo de maratón (el tercer keniano en conseguirlo). Era, además, su cuarta marca por debajo de los 2:05, lo que lo convierte en el único en el mundo que lo ha logrado. Gebreselassie y G. Mutai tienen tres maratones por debajo de esa barrera. También se convirtió en el primer maratoniano que baja de 2:04 en más de una ocasión. Sin embargo, si tomamos de referencia las mejores cinco maratones, G. Mutai sigue teniendo ventaja ya que su quinta mejor marca la cierra con 2:05:10 y Wilson Kipsang lo hace en 2:06.13.
En total, el nuevo recordman ha competido en nueve maratones, de las que ha vencido en seis. Se le han escapado París (en su debut), JJ. OO. de Londres y maratón de Londres de este año.
Kipsang es hijo de un atleta keniano de los años 70, de los pioneros de su país. Comenzó a correr de manera profesional a una edad tardía, después de los 20. Con anterioridad había practicado atletismo, pero en edad escolar. En su primera etapa tuvo cierto éxito, pero nunca pensó que se convertiría en un atleta profesional. Después de su época estudiantil se dedicó, como otros tantos kalejin, a llevar una granja. Varios años más tarde de su paso por la escuela decidió participar en unas pruebas organizadas por la policía, animado por sus amigos. Era su primera carrera en edad sénior y, sin ningún tipo de entrenamiento y corriendo descalzo, logró vencer. Eso le supuso pasar a formar parte de la policía. Hecho muy importante ya que la policía, al igual que el ejercito, es una pieza fundamental en el desarrollo profesional de muchos atletas en Kenia. Es un elemento que han heredado de su pasado colonial británico y muchos son los atletas que han sido apoyados por estas instituciones. La diferencia es que muchos de los atletas que son acogidos en la policía son jóvenes talentos. En su primera prueba en pista (el Campeonato de la Policía de Kenia en el 2005) quedó quinto. Tenía 23 años.
Sus primeros resultados hicieron que se fijara en él un mánager neerlandés, Gerard van de Veen. Buena parte de la representación de atletas kenianos está en manos de representantes del país de los tulipanes. Sirva de ejemplo la maratón de Berlín de este año, donde los tres primeros estaban en manos de representantes de los Países Bajos.
Su primera experiencia en Europa fue por casualidad. En el 2007, su mánager tenía previsto traer al continente europeo tres atletas para competir, pero uno de ellos se lesionó y acabó llamando a Kipsang. Sus resultados fueron extraordinarios. En Hem (Francia) se disputaba una carrera de 10 km en ruta y, según relata su mánager, la prueba tenía un bonus por batir el récord de la misma, que estaba en 28:55. Kipsang corrió en 27:51, es decir más de un minuto menos que el mejor registro. Unos días más tarde participó en las 10 Millas de Tilburgo (Países Bajos), donde quedó segundo con 46:27. En 2008 hizo su estreno en la media maratón y acabó el año bajando de la hora gracias a sus 59:16 de la media maratón de Nueva Delhi (India). Al año siguiente compitió en seis medias maratones, logrando bajar en tres de ellas de la hora. En la media maratón de RAK bajó de los 59′.
El estreno en los 42,195 km se produjo en la maratón de París del 2010, en la que acabó tercero con 2:07:13. Pero su gran salto de calidad se produjo en su segunda maratón, al correr en 2:04:57, tercera marca del año y octava de todos los tiempos. Su tercera maratón no fue la más rápida, pero sí logró superar a Deriba Merga (4º en los JJ. OO. de Pekín’08) en los kilómetros finales y venció en el Lago Biwa (Japón) con 2:06:13. El siguiente asalto fue Fráncfort, nuevamente. La organización contrató a la misma liebre, Peter Kirui, que había tirado de Makau en su récord del mundo un mes antes. Su papel no pudo ser mejor y tiró de Kipsang hasta el kilómetro 33. Logró la que hasta el pasado fin de semana era su mejor marca personal (2:03:42). Cuatro eran los segundos que le separaron del récord del mundo, pero la sensación era que la plusmarca resultaba batible. El circuito estaba algo resbaladizo por la lluvia que cayó antes de la prueba y la parte final tenía varias curvas cerradas, ya que se entraba en un pabellón cubierto.
En 2012 afrontó la maratón de Londres con la responsabilidad de pensar que, si lo hacía mal, estaría fuera de los JJ.OO. Su exhibición no pudo ser más portentosa: fallaron las liebres, que se quedaron en la media maratón, y decidió tomar el mando con total decisión y marcó un parcial de 14:09 entre el kilómetro 20 y el 25. El resultado final es que todos los osados que lo siguieron acabaron hundidos en los kilómetros finales, pero Kipsang aguantó el ritmo y logró vencer con 2:04:44, sacando más de dos minutos al segundo clasificado. Su portentosa exhibición hacia pensar que el récord caería tarde o temprano. En poco más de tres meses tenía el reto de los JJ. OO., pero ahí le pesó el cansancio acumulado y se tuvo que conformar con el bronce. También pesó, y mucho, un error fatídico en la táctica de carrera por tirar muy fuerte cuando no se había llegado ni a la mitad. Realizó un parcial de 14:11 entre el kilómetro 10 y el 15 de la maratón olímpica. Ese error estratégico le costó el triunfo final y, a pesar de todos sus esfuerzos, no fue capaz de descolgar a Kirui ni a Kiprotich.
Su siguiente objetivo, Nueva York, se tuvo que anular por la suspensión de la prueba. Decidió hacer caja en Honolulú (Hawái), una maratón que siempre está marcada por la humedad muy alta. Corrió en 2:12:31. Vivió otra derrota que se produjo nuevamente en la capital británica, en esta ocasión en la maratón de Londres de este mismo año. Achacó su fracaso a un ritmo excesivamente alto al comienzo de la prueba, lo que hizo que muchos de los que iban en el grupo de cabeza pagaran el esfuerzo inicial. Los 10 kilómetros se pasaron en 28:56, 20 segundos más rápido de lo que se pasó en Berlín la seman pasada. Su preparación, como la de muchos de sus compatriotas, se vio muy perjudicada por las condiciones de constante lluvia que padeció buena parte de Kenia en los meses previos a las maratones de primavera. Este hecho pudo influir en Kipsang y buena parte de sus compatriotas. Por primera vez en muchos años los atletas etíopes, en hombres, dominaron todas las grandes maratones de primavera (Róterdam, Boston y Londres). Aprendida la lección de lo sucedido en los JJ.OO., tuvo una posición más reservada en la primera parte de su primera presencia en Berlín. Se colocó a la espalda de Geoffrey Kipsang y dejó pasar los kilómetros hasta que se retiró Philemon Rono, la última liebre.
Wilson Kipsang es un corredor elegante en su técnica de carrera. Con un correr redondo y limpio que le ha permitido concluir una maratón a ritmo de 2:55 por kilómetro, lo que es lo mismo que 105 series de 400 m a 1:10 con cero segundos de recuperación. El hecho de hacer una simple serie de 400 a ese ritmo ya supone un estado físico aceptable para una persona normal.
Renato Canova, uno de los técnicos más prestigiosos del mundo, afincado en Kenia hace años, hacía un semblante de Wilson Kipsang, al que conoce a la perfección. Kipsang se autoentrena, como otros muchos grandes fondistas keniatas (G. Mutai, E. Kipchoge, etc.), pero toma consejos de los entrenadores, entre ellos de Canova. Según el técnico italiano, la profesionalidad de Kipsang solo la posee Kipchoge. Se cuida al máximo, entre los períodos de entrenamiento específico entrena en el campamento de Lornah Kiplagat, donde trabaja la fuerza y la parte técnica. Canova comentaba la anécdota de que cuando otros atletas se lesionan esperan a que pase la lesión, mientras que Kipsang intenta recuperarse en el mínimo tiempo posible.
Un ejemplo de esa profesionalidad fueron los cuarenta atletas que utilizó como liebres en los entrenamientos previos a Berlín y que, según él mismo reconocía, le habían costado casi 3.700 euros. Es una manera que tienen los atletas de ayudar a su comunidad. De hecho, el primer dinero ganado por Kipsang fue empleado en la construcción de una iglesia en su pueblo natal. Los atletas siempre invierten parte de sus ganancias en la comunidad, algo que se retroalimenta, ya que los jóvenes valores quieren emular a las grandes figuras.
Según revelaba LetsRun, aunque no entrena con Geoffrey Mutai sí han hecho algún entrenamientos juntos. Cosa que es normal ya que los grupos de entrenamiento en Kenia son muy numerosos.
Sus entrenamientos previos fueron muy buenos. La prensa comentaba que había hecho 2:03:32 en una maratón previa que le sirvió de entrenamiento. Finalmente Canova explicó que no fue una maratón, sino un test en un lugar donde suelen entrenar los keniatas y que un mes antes de la maratón hacen un entrenamiento largo que les sirve de ensayo. Es en Nangili, cerca de Eldoret. El entrenamiento consta de 40 kilómetros (20 de ida y 20 de vuelta, desde los 2020 m a los 2180 m). La ida es en subida y la vuelta se realiza con terreno favorable. Antes del 2010 ningún atleta había hecho ese circuito en menos de 2:13. En 2011 Mosop hizo 2:07:15 como test previo a su estreno en la maratón (2:03:06 en Boston). Abel Kirui realizó 2:04:57 en su preparación a los JJ. OO. Kipsang solía correr ese test en 2:10 (2:09:12 para los JJ. OO.)
A corto plazo, su futuro está puesto en una nueva maratón en abril. Lo más normal es que sea Londres o Boston y, a más a largo plazo, el objetivo serán los JJ.OO. de Río de Janeiro en el 2016.
Lo que ha demostrado la maratón de Berlín es que cada vez más se muestra como la única opción para hacer récord del mundo. Hay otros circuitos muy benévolos para la consecución de grandes registros: Dubái, Eindhoven, Fráncfort, Róterdam, Ámsterdam, etc. Pero ninguno tiene capacidad económica para atraer a las grandes figuras. La creación de las World Marathon Majors ha acrecentado la diferencia entre las grandes maratones. No hace mucho veíamos a G. Mutai y Makau luchando por una gran marca en Róterdam, pero ahora parece imposible. Las bolsas que mueven las grandes maratones no están al alcance de otras más pequeñas. Dubái, que tiene un circuito perfecto, lo está intentando, pero a base de grandes sumas en premios aunque no fijos de salida. Esto garantiza que todos los maratonianos jóvenes y que se inician en la maratón intenten ir allí para ganar dinero, pero los grandes de la disciplina no van. En los inicios, su política fue pagar a Gebreselassie para que intentará allí el récord del mundo y, una vez publicitada la prueba, lo basan todo a grandes premios que hace que acudan allí muy buenos atletas, una profundidad de ranking más que aceptable, pero con la ausencia de grandes como Mosop, E. Mutai, G. Mutai, A. Kirui o T. Kebede. Lo que garantiza la prueba de los Emiratos Árabes Unidos es que todos los jóvenes se estrenen allí. Ha pasado con Desisa y Abshero, por ejemplo.
Del resto de circuitos de la WMM solo hay dos, Chicago y Londres, que podrían acercarse a las marcas que se consiguen tradicionalmente en Berlín. En ambos se han conseguido récords del mundo, pero no son tan perfectos como Berlín. La organización de la capital alemana busca la excelencia: no suele tener un plantel amplio de corredores de grandes marcas, pero sí apuesta por unos tres de la máxima categoría. El año pasado lo vimos con G. Mutai, D. Kimetto y G. Kipsang y en la edición de este año las tres grandes estrellas eran los dos Kipsang y Kipchoge. Chicago y Londres apuestan más por la contratación de un elenco de atletas mucho más amplio. En el caso de la capital británica también apuestan por una prueba femenina del máximo nivel, mientras que Berlín hace lo mismo que en los hombres, dos o tres atletas de primera línea.
* Óscar Fernández Villar.
– Fotos: Emory Mort – EFE
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