"Cada acto de aprendizaje consciente requiere la voluntad de sufrir una lesión en la propia autoestima". Thomas Szasz
Fútbol 2011-2012 / Informes España
Esta temporada el Liverpool ha sufrido más de lo esperado. La llegada de Kenny Dalglish al rescate de Roy Hodgson ilusionó un costado de la ciudad que divide el río Mersey. La recuperación post-Benítez tocaba a la puerta de la mano de una de las leyendas más grandes del club. Poco más de un año después, la recuperación sigue tocando, pero nadie le abre.
Lejos de enrumbar al equipo de una manera sensata y lógica, Dalglish propició un desbarajuste aún peor que en la era del técnico español. Con el madrileño había orden, que no conducía a nada, pero lo había. Ahora, con el escocés, ni hay orden y se plantea cada vez más lejano regresar al top-four de la Premier. Para suerte suya, y casi inexplicablemente, ha cosechado éxito en las dos copas domésticas que se disputan en Inglaterra. Ganó la Carling en penales al Cardiff – plantel de segunda-, no sin antes haber despachado al City en semifinales. En la FA Cup se las verá con el Chelsea este sábado quince minutos después de la hora del té.
Es que este equipo responde en partidos aislados, para nada de manera constante, y eso ha posibilitado este éxito copero que dista mucho de su paso en la Liga. Baste decir que el QPR le remontó un 0-2 en quince minutos, luego cayeron en Anfield ante Wigan y West Brom y empataron frente a Aston Villa, sin contar la derrota de este martes ante Fulham, también en casa, con una formación alternativa que dio descanso a la mayoría de los que veremos este sábado en Wembley. La principal razón de semejante paso es que Dalglish no ha establecido una alineación titular estable y optado por rotaciones que no siguen un patrón lógico ni definido. En ataque ha alternado a Bellamy, Downing, Kuyt y Carroll -de pésimo rendimiento en la campaña-, manteniendo como único hombre inamovible a Luis Suárez.
En el centro del campo han desfilado indistintamente Henderson, Spearing, Charlie Adam, Shelvey y Maxi Rodríguez. El único que se ha salvado, cuando las lesiones lo han permitido, es, por supuesto, Steven Gerrard. De esta manera es imposible engranar a un equipo y llevarlo a algo que parece cada vez más difícil y que no se logra desde 1990, precisamente con Dalglish en el banquillo: el triunfo liguero. En la era de la Premier, el Manchester United comenzó siendo casi un niño desposeído en comparación al Liverpool y veinte años después -en los cuales no cabría aplicar el estribillo gardeliano– ya los dejó congelados y enterrados en esos 18 títulos.
Y es que jugando así, ni el propio Dalglish debe tener las ideas claras. No puede saberlo porque no se ha hecho de una alineación fija, al menos para los partidos duros. Y estas ingenuidades se pagan caro contra el Chelsea, inestable y con cambio de entrenador incluido, pero que ve las cosas más nítidas que el Liverpool, a su manera, claro está.
Con Dalglish no se acaba de ver el inicio de la recuperación definitiva. Ha sumido al club en una meseta que no conduce a nada o a bien poco. Casi todo el dinero de la venta de Torres se empleó en fichar a Carroll, quien más que inversión ha sido un gasto. Mala suerte, era algo difícil de prever. Pero ¡vaya cambio que hizo el Newcastle! Curiosamente, el día que más le convenía mantenerse incógnito, quizás menos lo sea. Si analizamos quiénes fueron suplentes el martes ante Fulham, podemos tener una cercana idea de cuáles serán sus elegidos del día para la batalla en Wembley contra Chelsea. Puede que lo paguen caro, muy caro.
* Alejandro Pérez.
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