Jürgen Klopp no conoció a Ernest Edwards. Aunque quizá entre carcajada y carcajada ya haya oído hablar de uno de los más míticos editores del Liverpool Echo. Fue él, hace ya casi 110 años, quien bautizó a la grada sur de Anfield como The Kop. Aquella mole de cemento empinado le recordó a una de las faldas de la colina Spion, en Sudáfrica, donde los Boers aniquilaron al imponente batallón de Lancashire. Corría el año 1900 y 3000 soldados de Liverpool perdieron allí la vida. Colina, en afrikáner, se dice Kop, y ahora Jürgen tiene ahí su nuevo reto.
Reavivar la pasión, el entusiasmo y el ardor guerrero de los habitantes de esa colina se presenta como necesario para coronar nuevas cimas. Desde ese rincón del estadio llegará el rugido más fiel para el nuevo general de la tropa. Un apoyo incondicional, no exento de la mística que rodea siempre Anfield, que deberá retroalimentarse desde el verde, desde el campo de batalla. Recuperar la autoestima y la motivación de sus hombres será el primer paso de Klopp. El juego, los goles y las victorias, llegarán después. Experto en agitar y exprimir los recursos, a orillas del Mersey se encontrará con un contexto reconocible, un grande venido a menos, pero en una competición, un país y un fútbol en el que nunca ha entrenado. El técnico alemán también deberá hollar esa colina en lo que supondrá un choque cultural y deportivo apasionante.
El simple anuncio de su fichaje ya contagió de un optimismo desaforado a la parte roja de la ciudad de los Beatles. Apoyado en su carácter extrovertido y carismático necesitó apenas una rueda de prensa para ganarse a su nueva afición. El resto corrió a cargo de los empleados de marketing del club que replicaron sus mensajes bajo el estribillo #TheNormalOne, el nuevo hit de Liverpool. Y es que la distancia con su antecesor en el cargo resulta sideral. Adiós al perfil bajo de Rodgers que terminó ahogado en sus dudas. Hola a la icónica gorra y gafas de pasta con la que vislumbrar nuevos horizontes.
Nunca fue un gran jugador. Y su trayectoria evolucionó de la delantera hasta el refugio del eje de la defensa donde sus carencias se veían menos. Allí se asentó como un zaguero sólido que se limitaba a despejar el peligro y a evitar meterse en problemas. Nunca jugó en la máxima división y desde su salto a la profesionalidad solo vistió un camiseta, la del Mainz 05, con la que disputó 325 partidos repartidos en un total de 11 temporadas, récord para el equipo de Renania. Mucho menos tardó en cambiar el pantalón corto por el chándal. Hacía poco tiempo que le habían regalado una pizarra. Era toda una señal. Casi sin darse cuenta estaba empezando su andadura como entrenador a orillas del Rin.
Kloppo, como es conocido en Alemania, se sentó por primera vez en el banquillo del Mainz el 28 de febrero de 2001. Lo hizo de manera interina y tras el despido inesperado del anterior técnico: Eckhard Krautzun. El Mainz jugaba fuera de casa y había que encontrar un entrenador de emergencia. Los jugadores reunidos con Christian Heidel, director deportivo del equipo, señalaron en una única dirección. Jürgen era el elegido. La anécdota llegó con la posterior llamada del entrenador de juveniles a la concentración.
–¿Quién es el nuevo entrenador?
–Durante los últimos 10 minutos, yo, contestó Klopp con una media mueca.
Y así sería durante los próximos siete años. Desde su interinidad evitó la caída a las catacumbas del fútbol alemán del club de su vida, le salvó de la Tercera división y tras ese éxito firmó un contrato de larga duración con Die Nullfünfer. Con Klopp a los mandos el equipo abandonó el furgón de cola de la 2.Bundesliga y se aupó a la zona noble. Su fútbol vistoso y descarado, sin los complejos de equipo pequeño que había arrastrado en épocas anteriores, le valió para alcanzar la promoción de ascenso dos años consecutivos (2002 y 2003). Pero entonces la suerte le fue esquiva.
En la 2002-2003 un gol separó a Kloop y sus muchachos de la gloria. El Eintracht resultó más efectivo que ellos en el play-off final y pocos pensaban que pudieran recuperarse de ese segundo varapalo. Lo hicieron. En 2004 se desquitaron de la desilusiones pasadas y el Mainz alcanzaba por primera vez en su historia la 1.Bundesliga. El equipo no solo contaba entonces con la admiración y el apoyo de toda la ciudad, sino que la expectación levantada alcanzaba todos los rincones de Alemania donde el Mainz, con Klopp al frente, se había convertido en ese outsider simpático y respondón que llegaba a la máxima categoría del fútbol alemán con ganas de marcha.
Ni tener el campo más pequeño de la Bundesliga ni contar con el presupuesto más bajo impidió a Klopp y los suyos asentarse en la máxima categoría del fútbol alemán. La capital de Renania-Paladino disfrutaba con el juego directo, rápido y contragolpeador que Klopp imprimía a su equipo. Señas de identidad que más tarde perfeccionaría en Dortmund. Antes le dio tiempo a jugar la Copa de la UEFA con Die Nüllfunfer, otro hito más para una ciudad en la que el fútbol siempre ocupó un segundo plano. El billete europeo lo sacaron a través del ránking del Fair Play de la UEFA, fue en la temporada 2005/06 en la que el futuro campeón, el Sevilla de Juande Ramos, se cruzó en el camino europeo del Mainz.
Para entonces el equipo de Klopp ya no era ninguna sorpresa, el equipo se había asentado entre los diez primeros de Alemania y los rivales estudiaban a conciencia la forma de hacerles daño y penalizar sus errores. La dinámica negativa llegó en 2007 y ahí Klopp se mostró falto de ideas, sin soluciones para navegar a contracorriente y el Mainz05 terminó ahogándose en el descenso. El técnico alemán no quiso, en cualquier caso, abandonar a los suyos y continuó en la 2.Bundesliga convencido de reverdecer viejos laureles, de devolver al equipo a la máxima categoría. No lo consiguió y en el verano de 2008 puso rumbo a Dortmund.
El carisma y desparpajado mostrado por Jürgen ya en sus primeras ruedas de prensa en la Bundesliga no pasó desapercibido para el mundo de la comunicación. Desde mediados de 2005 el entrenador del Mainz05 era el encargado de comentar los partidos de la Mannschaft en la ZDF. Su verbo fácil y sus explicaciones al alcance de cualquier aficionado convencieron a los directivos de la televisión alemana para contar con él también en el Mundial de Alemania. Aquel campeonato fue el salto al estrellato mediático del irreverente y desaliñado Jürgen Klopp.
Sus análisis tanto en las retransmisiones como en los resúmenes posteriores sorprendieron hasta al propio Beckenbauer, pareja televisiva del nuevo técnico del Liverpool. Y su estilo supuso toda una revolución en 2006 para la ZDF que comenzó a sobreimpresionar las imágenes con flechas, círculos o triángulos para mostrar el fútbol de otra manera, al más puro estilo Klopp, como si estuviera pintando sobre la pizarra de su vestuario.
Más tarde, ya con el Dortmund no tuvo reparos en mostrar ante las cámaras la joya de la corona del BVB: la Footbonaut. Una revolucionaria instalación de entrenamiento con la que los jugadores borusser mejoraban el pase, la capacidad de reacción, y los controles entre cuatro paredes. Klopp, como licenciado en Ciencias del Deporte, ha sido siempre un férreo defensor de la tecnología y ha intentado aplicarla en sus diferentes equipos.
En una de sus primeras entrevistas como entrenador del Borussia, Klopp habló del peor momento de su vida. «Perder a mi padre en el año 2000 debido al cáncer fue muy duro», dijo, pero rápidamente afloró una media sonrisa en su rostro: «Creo firmemente que él está mirando desde allí arriba y se lo debe estar pasando pipa con lo que está sucediendo aquí». Puro Klopp. Y es que gran parte de los éxitos cosechados se los debe a su padre. De él aprendió la cualidad que más destaca, una dedicación total en busca de la perfección. Ese fue uno de los aspectos que cautivó desde el principio a Reinhard Rauball, Presidente del BVB. Su capacidad casi omnipresente dentro del club, al más puro estilo manager total y convirtiéndose en la imagen más icónica de los Borusser.
Klopp es un tipo especial, algo que ha demostrado en sus siete años como entrenador del Borussia Dortmund (perfectamente detallados en este artículo), donde llegó a hablar personalmente con patrocinadores del club para que siguieran apoyando al equipo en los peores momentos. Muchas veces se ha vendido una imagen suya de nerd futbolístico, de obsesionado de la tecnología y las grandes estadísticas para sacar ventajas competitivas. El propio Klopp no ha dudado en soltar alguna carcajada cuando le han abordado el tema. «En realidad de todos los datos estadísticos que manejamos solo me interesan una fracción pequeña», aseguró en Tagesspiegel en 2012.
Eso sí, Klopp es un enamorado del vídeo. Tal y como ocurría en Dortmund antes, sucederá ahora en Liverpool, donde los DVD se apilarán en su despacho. Allí repetirá su ceremonia el día después de partido, viendo el encuentro en detalle, avanzando y rebobinando una y otra vez hasta escudriñar las claves de la derrota o la victoria. Habitualmente tarda entre cinco y seis horas en revisar un partido de 90 minutos y el martes, con todo ya organizado y estructurado, el técnico alemán mostrará los clips a sus hombres con lo que hicieron bien y lo que hicieron mal.
Tendrá bastante que observar y analizar en Liverpool, donde al igual que le ocurrió en Dortmund llega a un gran equipo venido a menos, con el rumbo desviado y con una plantilla descompensada y poco apropiada para el estilo desarrollado por Klopp en anteriores aventuras. Sin duda, está ante el reto de su carrera deportiva, el desafío necesario para asentarlo definitivamente entre los mejores entrenadores del Viejo Continente. Así se presenta Jürgen en la Premier League. Klopp in the Kop, donde necesitará tiempo para implantar su estilo y títulos para calmar la nostalgia que inunda las gradas de Anfield.
* Emmanuel Ramiro es periodista.
– Fotos: Liverpool FC – Getty Images
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