1.- Fútbol de calle, dónde se defiende codo a codo y se ataca por entusiasmo. 120 minutos de empate entre los juveniles del Sevilla y los del Sporting de Gijón, que sólo pudo romper la muerte súbita desde el punto de penalti. El héroe fue Sergio Rico, guardameta hispalense, que por dos veces salvó a su equipo del colapso deteniendo el balón cuando lo daban todo por perdido. Jugando en plata, soñando en oro, trece penalties después hay un finalista.
2.- El Sevilla clavó su mirada en el devenir de la pelota. Concentrado en defensa, avispado en ataque. Mientras sus delanteros se descuelgan y sus mediapuntas, Joaquín y Antonio, se postulan para el pase. En los pies de Rubio y Jairo, puntas de lanza hispalenses, carrera y desborde.
3.- A los diecisiete minutos, el primer gol. Centro desde la banda derecha que Juanma convierte, de tijera, en el momento hispalense. El Sevilla se adelantaba en el marcador sin que el Sporting se diese cuenta de quién dominaba aún.
4.- Los chicos de Mareo asumieron las urgencias del resultado. Ante un Sevilla replegado y vigía de su orden táctico, el Sporting no sabía si interceptar o presionar, si guardar la posición o ir a buscar el balón. Con el paso de los minutos se decidió por empujar, y no le fue mal. Después de varios centros, encontró el tanto del empate. Bustos, extremo del conjunto asturiano, después de vivir varias veces la misma jugada, entendió la secuencia. Intuyó dónde aterrizaban los rechaces. Bajó la pelota y armó su pierna izquierda desde la venta del área.
5.- Con resultado de empate y 45 minutos por jugar, se necesitaba convicción y templanza. Ambos porteros se la dieron a sus equipos. Rico, en el Sevilla, y Jesús, en el Sporting, repeliendo las pocas llegadas dirigidas entre los tres palos. A ratos atacaban unos, a ratos otros; lo más importante era recogerse en torno a tu propia portería.
6.- En el centro del campo, tanto vértigo como en una mesa de pin-ball, de acá para allá. El Sporting se mostraba más compacto. Se estiraba en todos sus ataques y pronto se volvía compacto para defender. Sin embargo, el Sevilla guardaba la punta afilada para escribir su destino.
y 7.- En la prórroga, más de lo mismo. Dos equipos respetuosos con el juego y el rival. Sin más miramientos que al balón y a las dos porterías. Sin excesos ni defectos de ambición. Esfuerzos pesados con la balanza del miedo a fallar. En ataque, guardar la energía suficiente para desequilibrar en velocidad a flor de piel. En defensa, unidad. La suerte de los penalties les dividió entre vencedores y vencidos. RCD Espanyol–Sevilla FC es la final de la Copa de Campeones de División de Honor juvenil.
– Fotos: RFEF – Miguel Ángel Montoya
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