1.- Ni Boca ni River deben salir contentos del Superclásico. Ambos casi muertos o casi vivos, depende del vaso con el que midan. Decía Da Vinci: «Mientras pensaba que estaba aprendiendo a vivir, he aprendido cómo morir«. Mientras River creía que estaba aprendiendo a sobrevivir a Boca, estaba en parte firmando parte de su muerte. Dio el paso atrás, regaló tres cuartos de campo y allí, entre las sombras apareció la versión riquelmiana de Paredes para hacer que el balón llegara con criterio por primera vez al área de River. Era el minuto 91. River nadó y murió. Creyó aprender a vivir cuando estaba aprendiendo a morir.
2.- El gol marcó el primer tiempo. Si antes de iniciar podríamos prever que Boca dominaría más en posicional y River replegaría para atacar los espacios, el gol reforzó esta idea. River realizó un repliegue medio y estrecho (algo más basculado hacia la izquierda) para negar las recepciones interiores de Sánchez Miño y Chavez, que convirtieron la figura de Boca en 4-2-2-2. Tanto Miño como Chavez comenzaron abiertos, pero ante la necesidad de tener que remontar comenzaron a tomar pasillos interiores.
3.- La negación a Miño y Chavez de recibir en el interior, impedía a Boca generar posesiones que facilitaran a Albín y Clemente ensanchar el campo para habilitar espacios a Chavez y Miño. El partido se atoró en el centro y River lo convertía en una ida constante de transiciones ofensivas. Boca sufría corriendo hacia Orión.
4.- En el repliegue, Leo Ponzio. El más suelto de los centrocampistas, el primero en iniciar la presión en cuanto Erviti superaba el centro del campo, y el más suelto de todos. Se volvió omnipresente y oxigenó todas las zonas donde había un hueco. Soberbio primer tiempo de ayudas. El exjugador del Zaragoza y Trezeguet fueron el eje vertical para dar pausa y Mora, brillante, agitó durante los noventa minutos la espalda de Schiavi -muy lento- y Burdisso. Los obligó a desplazarse lateralmente y los hizo sufrir, pero solo encontró un gol.
5.- Falcioni reaccionó a la vuelta del descanso. Sánchez Miño pasó al lateral y entró Acosta por Clemente. Cambio sustancial para que Boca dominara. Mismo 4-2-2-2 en su variante ofensiva. Dio resultado durante poco más de 10 minutos, los que duró Acosta cerca de Sánchez Miño. Había superioridad en ese sector. Erviti iniciaba, Miño ensanchaba y habilitaba desde dentro afuera a Acosta. River basculó y descubrió las carencias del exjugador del Sevilla sin espacios. Dio un paso más hacia el interior y perdieron presencia. Él y Boca.
6.- Boca acumulaba posesiones horizontales y, cuando se hartaba, lanzaba globos a Silva y Viatri. Balones frontales muy cómodos para Pezzella y Bottinelli. Los dos puntas de Boca generan presencia, pero se solapan. A diferencia de la temporada pasada con Silva y Mouche con los que se alternaba Cvitanich, Falcioni decide dos referentes. Dos calcos de espaldas y en movilidad, independientemente de que Viatri sepa jugar de cara a portería mejor que el Tanque, y éste defina más y mejor dentro del área. No ofrecen movilidad y agudizan los problemas de fluidez con balón de Boca.
7.- El partido se repitió durante el segundo periodo. Boca, con más balón, mientras River podía agazaparse esperando aprovechar alguna contra. Así, hasta que salió Paredes y River dio el definitivo paso atrás. Se replegó casi a la altura del área y le dejó recibir dos veces en tres cuartos. La primera enseñó la sensibilidad del chico para ocupar los espacios libres en el centro; el segundo, bajó a por el balón a la base, lo llevó a banda tras observar que era la mejor opción y nació el gol. Sembró la semilla y cosquilleó el estómago de los que aún añoran a Riquelme.
y 8.- El Superclásico murió en la emoción. Boca empató a lo Boca y River perdió por llevar la idea de Almeyda a la expresión máxima: replegar y golpear -pero no lo suficiente-. Reflejaron, contenido para doscientos textos, la profunda crisis del fútbol argentino en cuanto a talento. Los dos equipos más relevantes de Argentina tratando de neutralizar al rival. Y no por idea, sino por jugadores. Boca sacó el orgullo y River acabó pagando la factura de la luz que encendió aquel chiquito vestido de diez que Román bautizó como heredero.
*A causa de los gravísimos incidentes protagonizados por los violentos en el Monumental, con 25 heridos (balance provisional), hemos modificado el título original de esta crónica.
* Fran Alameda es periodista.
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– Foto: Photogamma
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