"El éxito se mide por el número de ojos que brillan a tu alrededor". Benjamin Zander
Hace un año y medio, recibí bastantes críticas por cuestionar la no convocatoria de Óscar de Marcos para los JJ. OO. de Londres. Es un jugador distinto, me decían. Idéntico argumento se utiliza para justificar el papel residual o nulo de algunos jugadores con la selección absoluta.
Sin embargo, con frecuencia son jugadores distintos los que ayudan a los iguales a jugar mejor a lo mismo. Se trata, simplemente, de definir los roles con claridad. Quizá el mejor ejemplo sea el de Seydou Keita con el Barça de Guardiola, quien únicamente no llegó a ser titular indiscutible por coincidir con Xavi e Iniesta. Ya ven: en el centro del campo más técnico y asociativo jamás visto, un centrocampista africano catalogable como box to box encajaba a la perfección. Gracias a su excelente presión, recuperaba el balón para que otros decidieran qué hacer con él. Mediante sus desmarques de ruptura, generaba espacios que daban a los jugadores principales la oportunidad de controlar y pasarse el balón sometidos a una vigilancia rival menos intensa, gracias al espacio y el tiempo obtenido.
Y no sólo fue Seydou. Varias de las mayores obras maestras que dejó el mismo equipo se lograron en parte gracias a jugadores distintos cuya misión expresa era facilitar la vida a sus compañeros. Valga por todos el ejemplo de la final de Wembley, en el que Pedro y Villa fueron más estacas que nunca. O, quizá, es suficiente con decir un nombre: Alexis Sánchez.
Por supuesto, esta labor facilitadora llevaba aparejado un claro sacrificio del brillo individual. En un equipo que prioriza el ataque estático, un interior especialista en las transiciones rara vez será el jugador más destacado. Sin embargo, ello no es óbice para que pueda ser una pieza importante en ese modelo futbolístico. Jesús Navas, Diego Costa, Álvaro Negredo o Javi Martínez pueden encajar a la perfección en la selección sin necesidad de cambiar el modelo. Incluso podrían llevar a una mejor ejecución del mismo.
Ser amplios y profundos permanentemente por el costado derecho con Jesús Navas generaría unos espacios, fruto del retroceso y ensanchamiento o basculación rival, que otorgarían mayores facilidades a los centrocampistas. Que no cambiara el estilo sería simplemente cuestión de pedirle que pasara el balón cuando estuviera marcado y que no se recurriera permanentemente a buscarle.
En cuanto a la utilidad de jugar con ‘9’, dependería del perfil de jugador que se tratase. Centrando su labor en la facilitación, jugadores como Diego Costa o Soldado serían a priori más aprovechables que otros como Negredo o Llorente por la necesidad de empujar al contrario hacia su portería, así como de separar sus líneas, para lo que sus desmarques serían de gran utilidad. Incluso la opción de dar eventualmente una salida directa podría permitir al equipo instalarse en campo contrario, lo que llevaría a que el rival dudase a la hora de presionar arriba, hecho que es un auténtico problema para la selección por la ausencia de mecanismos de calidad en la salida y de profundidad de los atacantes. Todo ello al margen de la más que necesaria mejora de calidad resolutiva en ataque.
Hasta un jugador de perfil distinto podría tener cabida en el centro del campo. En este sentido, Koke parece contar con opciones serias. Probablemente esté capacitado para ser un interior facilitador mediante su amplio recorrido, sin embargo existe la opción real de que sea ubicado como segundo mediocentro o interior normal, con lo cual sí que podría llegar a ser un elemento extraño que resta en lugar de sumar. Pero el atlético no es el único que puede aportar soluciones distintas desde la posición de interior: los desmarques de De Marcos, si alcanzara un gran estado de forma, podrían ser rentabilísimos. Más aún el dinamismo de Javi Martínez, capaz de cubrir permanentemente los espacios óptimos tanto en ataque como en defensa.
Estos y algunos otros podrían ser jugadores distintos que llevaran a jugar mejor a lo mismo. Aunque, claro, quizá me equivoque a la hora de considerar qué es jugar mejor. Puede que tener una circulación de balón rápida y fluida y ser amplio y profundo no es lo mejor en este caso, pese a ser un equipo que hace del dominio del partido mediante la posesión del balón su seña de identidad. Con seguridad, Del Bosque acertó pese a formar un equipo estrecho, lento y carente de profundidad en el que todos la piden al pie y ninguno se abre o va al espacio, pues con él ganó más de lo que nadie ha ganado nunca.
* Rafael León Alemany.
– Foto: EFE
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