El inevitable paso del tiempo nos está dejando sin los que un día fueron héroes del fútbol. Cada vez son menos los testimonios vivos que quedan a nivel planetario del Mundial de Brasil 1950. En España, tras el reciente fallecimiento de los dos guardametas que jugaron en aquel torneo, Antoni Ramallets e Ignacio Eizaguirre, solo queda un superviviente. Se trata de José Parra Martínez, un legendario futbolista que nació en el municipio gerundense de Blanes un 22 de septiembre de 1925.
Fue un defensa central con una elegancia excepcional, un futbolista pulcro que, durante los años cuarenta y los cincuenta, tenía un estilo contracultural con sus contemporáneos. En una época en la que los centrales eran aguerridos y poco duchos en cualidades técnicas, Parra representaba todo lo contrario. Sacaba el balón jugado con la cabeza levantada, siendo un iniciador del juego excepcional. Formado como mediocentro, era un virtuoso con el cuero en los pies, apenas se le recuerda despejar al patadón, una suerte muy celebrada por los espectadores de la época. En 1948, el técnico del Español, Pepe Espada, decidió retrasar su posición a la de central, ya que creía que con sus cualidades técnicas, sumadas a su juego aéreo, podría hacer una gran carrera en ese puesto. No se equivocó. En ocasiones, su estilo como central fue considerado frío por parte de los aficionados, que no estaban acostumbrados a ver a un zaguero que apenas hacía faltas. Sin embargo, no necesitaba ser agresivo. Su inteligencia le hacía estar mejor colocado que los rivales y era capaz de reaccionar una décima de segundo antes que ellos para evitar el peligro.
Hijo de emigrantes murcianos en Cataluña, vivó su infancia en Blanes, aunque de muy pequeño llegó a Barcelona con su familia. Formado en el Poble Sec, dio sus primeros pasos en las plazas de la Ciudad Condal, tal y como años antes habían hecho Alcántara o Samitier, en partidos interminables que se alargaban hasta que la luz dejaba ver el balón. Su primer equipo aficionado fue el CES, pero sus virtudes no pasaron desapercibidas para los ojeadores del Júpiter, por lo que cruzó toda la ciudad, desde el Poble Sec al Poble Nou, para jugar en el llamado Campo del Gas. La vida le llevó a trabajar en una empresa del textil de Terrassa y por ello firmó, en 1945, por el cuadro de la ciudad egarense. Apenas duraría dos años allí, porque aquel mediocentro distinguido era seguido por los mejores clubes catalanes. Terminó recalando en el RCD Español, nombre del equipo hasta 1995, cuando fue cambiado por Espanyol.
Vivió los mejores años de su carrera en la Avenida de Sarrià. Aterrizó en el cuadro periquito con apenas 22 años y, tras una primera temporada de adaptación, en la que le costó entrar en los onces titulares, y una lesión de Antonio Fàbregas, pasó a ser santo y seña del equipo. Primero como mediocentro y posteriormente como defensa central, fue el gran referente del equipo durante una década. En 1950 llegó a ser internacional y, tras el Mundial de Brasil, se convirtió en uno de los héroes de la afición blanquiazul, al formar parte del once que humilló al F. C. Barcelona en Sarrià por un contundente 6-0. Curiosamente, una leyenda del barcelonismo, Juan José Nogués, dirigía a los españolistas aquella temporada. Entre 1950 y 1954 vivió cuatro temporadas brillantes, en las que, primero Nogués y luego el argentino Alejandro Scopelli formaron una defensa de referencia a nivel nacional: Argilés, Parra, Cata.
Sin embargo, a partir de la temporada 1955/56 comenzó a caer en el olvido, justo cuando acababa de alcanzar la treintena. Fue Ricardo Zamora quien comenzó a relegarlo de las alineaciones ante la estupefacción de la grada, que quería seguir viendo al que había sido su ídolo durante años. El jugador siempre pensó que la razón de su ostracismo estaba en la junta directiva y no en los técnicos, y terminó saliendo del club en 1959, tras dos temporadas sin haber jugado un solo minuto. Fichó por la U. D. Cartagena, que estaba en Tercera División, y allí dio sus últimos coletazos como futbolista, demostrando la clase y la elegancia que había tenido siempre.
Su etapa como internacional fue corta, pero no pudo ser más fructífera. Apenas 7 encuentros internacionales, cinco de ellos en el Mundial de Brasil. Debutó en abril de 1950 en Lisboa, en un encuentro decisivo para la clasificación para el Mundial de Brasil. El titular, Riera, se había lesionado y los seleccionadores, Guillermo Eizaguirre y Benito Díaz, decidieron darle la oportunidad al joven central españolista. Realizó un gran encuentro que le valió para ser convocado para el mundial. Comenzó el torneo como suplente, ya que los técnicos habían apostado por Antúnez como central, a pesar de que el sevillano era mediocentro. La oportunidad para el de Blanes llegó en el segundo encuentro del torneo, disputado ante Chile. Tuvo una actuación excepcional y se mantuvo como titular durante el resto del campeonato.
Formó una defensa muy sólida junto al madridista Gabriel Alonso y el azulgrana Gonzalvo II, otro jugador reconvertido en defensa. En el legendario encuentro ante Inglaterra que ganó España con gol de Zarra, el central catalán demostró estar a la altura de los mejores en su puesto, batiéndose el cobre con hombres como Jackie Milburn o Stan Mortensen, grandes cabeceadores a los que secó durante el partido, con lo que se quitó de un plumazo la fama de blando. En la segunda fase volvió a sobresalir en el encuentro disputado ante el futuro campeón, Uruguay. Días después, la selección española, que todavía creía que podía ser campeona del mundo, se estampó con la realidad al sufrir un 6-1 ante el equipo anfitrión. Ese día acabó el sueño.
Sin embargo, la actuación de Parra le valió para ser elegido como el mejor central del torneo y pasó a formar parte del once ideal del mismo. Aquel mundial es recordado en España por las paradas de Ramallets, las internadas por banda de Basora y los goles de Zarra. Sin embargo, el único que tuvo el honor de entrar en ese once histórico fue José Parra. Si hubiera nacido en las islas británicas o en otro lugar en el que el fútbol tuviera memoria, tendría una estatua en el Estadio de Cornellà-El Prat. Jackie Milburn, el hombre al que anuló en Maracaná, la tiene muy cerca de St. James’ Park.
* Ángel Iturriaga Barco es Doctor en Historia y miembro del GIHNT (Grupo de Investigación de Historia de Nuestro Tiempo). Autor de ‘Diccionario de Jugadores del FC Barcelona’ y ‘Diccionario de Técnicos y Directivos del FC Barcelona’.
– Foto: Don Balón
©2024 Blog fútbol. Blog deporte | Análisis deportivo. Análisis fútbol
Aviso legal