“¿Cómo está usted, don José?” Con 50 años, José Joao Altafini estaba espléndido. Paseaba su sonrisa por Amsterdam, ejerciendo como comentarista de TV Montecarlo en un torneo amistoso donde participaba la Sampdoria de Víctor Muñoz y Vujadin Boskov. En el estadio, muchos le paraban para saludarle. Era 1988 pero aún le recordaban como la gran estrella del Milan, el Nápoles o la Juventus durante los sesenta y los setenta.
“Llevo nueve años en este trabajo. Es una forma de seguir en contacto con el maravilloso mundo del balón al que tanto debo y del que siempre he estado enamorado”, explicaba. Fútbol veía mucho, pero la pelota, su gran aliada, amiga para siempre, solo la tocaba “en partidos de viejas glorias” con los que se mantenía en forma. Y parecía que los años no pasaban para él.
En 1987, por ejemplo, había sido invitado a actuar en el Mundial de la nostalgia, un torneo amistoso en el que participaban todos los equipos que habían ganado al menos dos Mundiales: Italia, Alemania Federal, Uruguay, Argentina y Brasil. Mitos como Pelé, Rivelino, Facchetti, Boninsegna, Uwe Seeler, Muller o Ardiles participaron en este torneo para mayores de 34 años.
14 GOLES EN UNA COPA DE EUROPA
Como futbolista ya demostró haber descubierto el elixir de la eterna juventud. Este “brasileño por los cuatro costados” -como se definía él mismo- jugó nada más y nada menos que 24 años como profesional, desde 1956 a 1980. Se retiró siendo el extranjero que más tiempo había jugado en Italia. Hasta 18 temporadas estuvo en el Calcio, disputando 459 partidos y convirtiéndose en el tercer máximo goleador de la historia del campeonato con 216 tantos, empatado con el gran Giuseppe Meazza.
Pero, por si algo es recordado José Altafini, es por su participación en la Copa de Europa de 1962/63. El atacante firmó, con 14 goles, el récord goleador en una sola edición, una cifra que nadie hasta ahora ha superado (el escocés John Wark también anotó 14 con el Ipswich Town en 1981, pero en la Copa de la UEFA). El registro esta, sin embargo, en serio peligro porque el inigualable Leo Messi suma este año 12 tantos y va camino de superarle.
Su torneo con los rossoneri fue excepcional, compartiendo equipo con Cesare Maldini, Giovanni Trapattoni o Gianni Rivera. En la ronda previa, ante el Unión Luxemburgo anotó ocho goles, cinco (como Messi ante el Leverkusen) en la ida (8-0) y tres en la vuelta (0-6). Dejó por el camino al Ipswich Town, al Galatasaray y al Dundee escocés para llegar a la gran final, disputada en Wembley.
Eusebio y su Benfica, que venían de ganar dos veces consecutivas la Copa de Europa ante el Barça y el Madrid, eran el último escollo para el conjunto dirigido por Nereo Rocco, gurú del catenaccio. El duelo fue eléctrico. Los portugueses se adelantaron en el marcador en el primer tiempo, aunque la velocidad y el empuje de los italianos acabó imponiéndose (2-1) gracias al doblete de Altafini, una pesadilla para la defensa rival. “Sus goles fueron de gran calidad. Rara vez he visto mejores, especialmente el segundo”, declaró el inglés Jimmy Greaves, ex del Milan y que había bajado a los vestuarios para felicitar a los vencedores.
Fue el fin de una era, la de los equipos ibéricos, que habían ganado todas las ediciones desde que empezó el torneo en 1956 (cinco triunfos para el Madrid y dos para el Benfica). Y todo gracias a un brasileño que había quedado relegado en su selección por falta de espacio. Pelé, Garrincha, Vavá, Didí y Zagallo le barraban el paso. Así fue como Altafini acabó jugando con Italia el Mundial de 1962, pese a haber ganado el de 1958 con Brasil.
DESTINO ITALIA
José Joao Altafini había nacido en Piracicaba (Sao Paulo) el 24 de julio de 1938 y se dedicó al fútbol en contra de la voluntad de su familia. Al menos hasta que, con 17 años, abandonó el Atlético Piracicabano, de segunda división, para fichar por el Palmeiras. Su padre, cosechador de caña, le dio por fin su bendición y el muchacho empezó una imparable carrera hacia el estrellato.
En dos años anotó 85 goles en 114 partidos. El público, extasiado por sus capacidades anotadoras, empezó a compararle con el capitán del Torino Valentino Mazzola, fallecido en el accidente del Superga y con el que Altafini tenía cierto parecido físico. Así fue como el punta del Palmeiras pasó a ser ‘Mazola’ (sí, con una sola z) para la afición del Verdao. Un apodo que le acompañó incluso cuando el seleccionador Vicente Feola le llamó para que formara parte de la convocatoria de Brasil para la cita en Suecia.
Esta circunstancia cambió su vida porque, en la gira de preparación por Italia, le descubrió el Milan, que le fichó de inmediato a golpe de talonario. Fue una suerte para Altafini, que en la contienda mundialista vio como un niño de 17 años llamado Edson Arantes de Nascimento, Pelé, le quitaba el puesto en el equipo. Y eso que José había sido titular en el debut de la seleçao, marcando dos tantos ante Austria.
Viendo que Altafini no era indiscutible en la canarinha, el sueco Gunnar Nordahl temió lo peor. ‘El Bisonte’ -segundo máximo goleador histórico de la Liga italiana con 225 tantos- había sido la estrella del Milan entre 1948 y 1956 y quiso conocer de primera mano si aquel chico de 20 años estaba preparado para la dureza del calcio y para tomar su testigo en el conjunto lombardo. Por eso le visitó en plena concentración, le analizó, habló con él e incluso le dio algunos consejos para el futuro.
4 GOLES AL INTER EN EL DERBY
La suerte estaba echada. Brasil se proclamó campeón del mundo por primera vez en su historia con Pelé como gran estrella, mientras Altafini tomaba un avión rumbo a Italia, su segunda patria, en la que pasaría 18 años. Su trayectoria no pudo empezar mejor. En su primera campaña firmó 34 goles en 38 partidos, ayudando a su equipo a ganar la Liga. Liedholm, otro gran jugador sueco, tuvo gran ascendencia sobre el brasileño, ejerciendo de cicerone y sabiéndole guiar en un año de adaptación a un nuevo país y a un fútbol distinto.
La temporada siguiente, sin embargo, el Milan no pudo repetir triunfo. Pero José Altafini firmó una de las actuaciones más impactantes en un Derby Della Madonnina ante el Inter. El ítalo-brasileño aún no le había marcado ningún gol al eterno rival y prometió acabar con su mala racha coincidiendo con el nacimiento de su hija Patrizia.
El día antes del encuentro, Altafini invitó a comer en su casa al resto de la plantilla, a la que ofreció cigarrillos de chocolate mientras los de verdad los fumaban sus esposas. Exultante por la llegada de su primogénita, y muy confiado en sus posibilidades, le dijo a su compañero Ernesto Grillo que tenía previsto anotar más de un tanto frente al Inter. “Un gol mañana no bastará, haré dos…”, le dijo. Parecía una bravata, pero no lo fue. El delantero entró en los libros de historia del club rossonero marcando cuatro dianas en un enfrentamiento que acabó 5-3.
El Milan volvió a ganar la Liga en la campaña 1961/62 y Don José, como ya se le conocía en Italia, fue convocado por la Azzurra para el Mundial de Chile. Compartió equipo con otro oriundo (futbolistas con antepasados italianos) como el argentino Omar Sívori, estrella de la Juventus y con el que acabaría compartiendo delantera en el Nápoles. A Italia no le fueron bien las cosas y cayó eliminada en la primera fase sin que sus dos estrellas atacantes hubieran podido marcar un solo gol.
EL ESTIGMA DE ESCONDERSE
Al año siguiente, José Altafini se alzó con la Copa de Europa pero ya nunca pudo sacarse de encima el estigma de que era un jugador que se escondía en el campo. Giuseppe Viani, su tecnico en el Milan y en la selección italiania, incluso le llamaba coniglio (conejo) por su presunta cobardía en el campo. Viani cargaba sobre las espaldas de su estrella toda la responsabilidad por las derrotas. Si el equipo iba mal, la culpa era de Altafini. Paradójicamente, siempre le quería a su lado.
La Copa Intercontinental ante el Santos de Pelé (que solo pudo participar en un encuentro) era la ocasión perfecta para que Altafini confirmara de nuevo su calidad. Todo quedó bien encaminado para el conjunto europeo con su triunfo en casa (4-2), aunque dos goles de O Rei mantenían con vida al equipo brasileño.
Altafini no marcó en la ida, pero sí lo logró en la vuelta. Abrió el marcador en el minuto 12 y su compañero Mora amplió un poco más la ventaja en el 17. El título parecía decidido hasta que el Santos firmó una espectacular remontada con cuatro goles en el segundo tiempo, dos de ellos obra del extremo Pepe, el Cañón de Vila Belmiro. Con todo igualado, se jugó un encuentro de desempate en Maracaná, también sin Pelé, en el que O Peixe se impuso finalmente gracias a un penalti.
Se vislumbraba ya el final de su etapa en el Milan, con el que sumó 161 dianas en 245 apariciones. Cuando en 1965 el Nápoles retornó a la Serie A, José cambió el frío norte por el calor del sur de Italia. En la plaza donde años después iba a triunfar Maradona, Altafini formó una dupla letal con Sívori. En las tres primeras temporadas que jugaron juntos situaron a su equipo tercero, cuarto y segundo en la clasificación, todo un éxito para una entidad que solo había ganado una Coppa en toda su historia.
Altafini ya no hacia tantos goles (14 de media en sus siete años en el Nápoles) pero entendía cada vez mejor el juego. Siempre había sido un jugador de toque y muy inteligente y, en ese momento de su carrera, abandonó su habitual potencia para aportar la pausa necesaria al juego de ataque de su nuevo equipo.
DEL NAPOLI A LA JUVE
En 1972, tras perder la final de la Coppa de Italia ante el Milan (0-2), los dirigentes del Nápoles empezaron a pensar que José, a sus 34 años, era ya demasiado veterano y que le quedaba poco fútbol en sus botas. Cuando le dieron la carta de libertad parecía que sus días al máximo nivel habían acabado. Hasta que apareció la Juventus para ofrecerle una segunda juventud.
El vigente campeón de Liga buscaba un futbolista con experiencia en ataque para afianzar un proyecto que se basaba en la fiabilidad en la portería de Dino Zoff, el dominio en el centro del campo de Fabio Capello y los goles de Roberto Bettega. Altafini entendió a la perfección su rol. No iba a ser la estrella del equipo, pero aportaría en las segundas partes su tremenda calidad. “Michel Platini, José Altafini y Omar Sívori son los jugadores más buenos con los que he compartido equipo”, destacaría Zoff al final de su carrera.
El nuevo fichaje, sin embargo, empezó en baja forma. Fue el presidente del club, Giampiero Boniperti, el que apostó más claramente por él, desautorizando incluso a su entrenador, que le iba a dejar en el banquillo en un partido de la Copa de Europa ante el Ujpest de Budapest. Altafini fue titular y marcó.
El ídolo discreto, el hombre que guardaba celosamente su intimidad, vivió en esta época un escándalo sentimental que hizo sonrojar a la puritana Italia de principios de los setenta. El delantero le robó la mujer a su mejor amigo y compañero en el Milan Paolo Barison. José había dejado a su esposa brasileña en 1967 para juntarse con Ana María Galli, pero la relación no se conoció hasta unos años después, cuando la pareja vivía en Turín. Barison acabó falleciendo trágicamente en un accidente de coche en 1979.
Una vez aceptado su rol como ‘suplente de lujo’, el delantero aumentó su aportación y consiguió la mejor media anotadora entre los delanteros (0,35 goles por partido por los 0,27 de Anastasi y Causio y los 0,25 de Bettega). La Vecchia Signora revalidó el título liguero y llegó a la final de la Coppa (perdida ante el Milan) y de la Copa de Europa, donde el Ajax de Cruyff y Neeskens frustró (1-0) los sueños de la Juve de lograr su primer título en una competición que Altafini no disputaba desde 1964.
En semis, la Juventus se había medido al Derby County que entrenaba un joven Brian Clough. El técnico inglés, amante de la guerra mediática como fórmula para presionar al rival, calificó a los futbolistas del conjunto italiano como “robots”. Altafini, curtido en mil batallas, no se dejó impresionar. Sobre el campo, mareó a la defensa británica, que nunca pudo contrarrestar el brillo técnico del delantero ítalo-brasileño ni de su compañero Anastasi. Altafini marcó dos goles en la ida (3-1) y en la vuelta se pudo tomar un merecido descanso (0-0).
Jugaba menos de lo que él estaba acostumbrado, pero se sentía genial. Estaba tan bien que incluso pidió volver a jugar con Italia. “Medio tiempo, no más. ¡Es todo lo que pido!”, clamaba a sus 36 años. Pero el seleccionador Fulvio Bernardi desoyó sus peticiones.
Pasó cuatro años en Turín, donde consiguió ganar un nuevo Scudetto (74/75) que debía ser el definitivo. A principios de temporada, Altafini había asegurado que si aquel año conseguían la liga iba a “abandonar definitivamente el fútbol”. “Si lo logramos, cuelgo los botines y me dedicó a hacer de comentarista deportivo o a mis negocios”, añadió.
HASTA LOS 42 AÑOS
Empezaba a sentirse mayor. “Me doy cuenta que envejezco porque cada vez me piden menos autógrafos y menos entrevistas. Además, ya tengo bastante fútbol en las piernas y se empieza a sentir el esfuerzo”, afirmó. Quizás el problema de Altafini en ese momento era que acababa de pasar unas vacaciones en la Costa del Sol y no tenía el cuerpo para demasiados trotes.
Porque lo cierto es que no fue hasta 1976 cuando el jugador abandonó la Juventus tras 18 temporadas en Italia. Su destino, aun así, no era un destino dorado. Prefirió, a sus 38 años, poner rumbo a Suiza para seguir disfrutando del fútbol. El Chiasso, de segunda división, le esperaba con los brazos abiertos. En un campeonato de bajo nivel físico, la clase del ex delantero de la Juventus fue suficiente para convertirse en uno de los mejores del campeonato. Más tarde pasó por el Mendrisio Star antes de retirarse en 1980, con 42 años.
A sus 73 años, José Altafini sigue viviendo en un campo de fútbol. Ya no se sitúa cerca del área rival, sino que ocupa un puesto en la zona de prensa como comentarista de Sky Italia, un trabajo que le permitió disfrutar en primera persona de la exhibición de Messi ante el Leverkusen. “Mi récord caerá”, aseguraba el ex futbolista, aunque matizando que él logró marcar 14 goles “en nueve partidos mientras que ahora se llega a los 13”. Messi ha jugado solo siete antes de medirse al Milan en cuartos de final. ¿Ha llegado el momento de cerrar el círculo?
* David Ruiz Marull es periodista. En Twitter: @DavidRuizM
– Fotos: Miguel Ruiz (FC Barcelona) – LigadeCampeones.com – AC Milan – Sport.it – Delcampe.net
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