Joey Barton: ‘L’enfant terrible’

por el 12 abril, 2013 • 18:30

Joey Barton es un jugador muy peculiar, casi más próximo a una estrella del rock. Con esa mirada entre travieso y hooligan, nunca sabes por dónde te va a salir. Es tan capaz de provocar una pelea en un pub porque le has mirado mal como de afiliar a dos millones de personas en Twitter para debatir sobre citas de Ghandi o Nietszche o de faltar al respeto a todo aquel que se cruce en sus desvariados pensamientos.

Barton es un tipo de barrio. Concretamente de Huyton, en Merseyside, uno de los peores lugares para vivir en todo el Reino Unido. Precisamente en un lugar plagado de delincuencia y drogadicción, Joey encontró en el fútbol su vía de escape. Y pronto el Everton lo fichó. Allí se hizo jugador, maduró y jugó en uno de los dos grandes equipos de la ciudad (junto al Liverpool). Además de él, toda su familia era toffee y Barton se sentía feliz. Pero a los 16 años, dos causas ajenas le cambiaron el carácter. El divorcio de sus padres fue la gota que colmó el vaso una vez que los entrenadores del Everton decidieron no renovarlo por ser demasiado pequeño.

Con el genio cambiado, el Manchester City decidó apostar por él y lo hizo debutar en la Premier League. En cinco años Joey dejó grandes muestras de su talento. Un mediocentro muy trabajador en defensa y llegador al área rival con gran disparo desde fuera del área; 17 goles le avalaron. Pero, por otro lado, demostró una vena violenta, con instinto muy agresivo, que se saldó con 42 tarjetas amarillas y tres rojas en su estancia en el conjunto citizen. Fue en su última temporada con los sky blues cuando Barton tuvo sus incidentes más violentos. Primero en Tailandia, durante la pretemporada, cuando pegó a un joven aficionado del Everton. Más tarde a Jamie Tandy, un jugador del filial, le apagó un cigarro en el ojo durante una fiesta de Navidad. Perdonado en un principio, Barton lo celebró atizando a su compañero de equipo, Ousmane Dabo, en un entrenamiento. Tal fue la paliza que Dabo fue hospitalizado y sufrió un desprendimiento de la retina. Otra imagen que todo el mundo recuerda es cuando en Goodison Park (campo del Everton), al entregar su camiseta a un aficionado, los hinchas del Everton (su equipo de niño) comenzaron a abuchearle. Joey Barton, fiel a su estilo, les enseñó sus nalgas como muestra de agradecimiento. El City se hartó y el Newcastle se hizo con los servicios del bad boy por 8’5 millones de euros.

Fue con las Urracas cuando aumentó su historial de violencia futbolística, aunque Barton había madurado. No en cuanto a su comportamiento, sino en las artimañas para librarse de las tarjetas. En cuatro temporadas y media solo fue expulsado una vez por una dura entrada a Xabi Alonso, y su club lo sancionó. También la tuvo con Torres, al que le hizo un gesto durante una tangana con el que le decía que tenía sus partes íntimas muy pequeñas. El Newcastle descendió y Barton se refugió en la bebida; eso terminó con el inglés en prisión con una pena de seis meses tras una pelea callejera (corrió más suerte que su hermano, condenado a cadena perpetua por asesinato de tintes raciales). Pero el Newcastle volvió a la Premier League y Joey lo celebró con un puñetazo a Morten Gamst Pedersen en pleno partido y a espaldas del árbitro. No había escarmentado. Pocos partidos después, en un balón dividido, fue a por la tibia de Abou Diaby con un 0-4 en contra en el marcador. Se organizó tal trifulca que expulsaron a Diaby y a Barton le sacaron una amarilla que le arrancó su sonrisa de barrio. A la postre, el Newcastle empató el partido. Finalmente fue una pelea con el entrenador y emblema de la liga, Alan Shearer, lo que le llevó a otro lugar.

Ese destino fue Londres. El Queens Park Rangers decidió darle una nueva oportunidad. Pese a cuajar una buena temporada, lo que quedará para la retina de los espectadores será aquella pelea que él solo organizó en el último partido de liga. Primero se cargó de un codazo a Tévez y fue expulsado; durante el corrillo de la protesta agredió a Agüero con una patada e intentó darle un cabezazo a Kompany. De camino a la ducha lo tuvieron que separar para que no llegara a las manos con Balotelli. Dejó a su equipo con 10 jugándose el descenso y la federación lo sancionó con 12 partidos. Joey Barton seguía siendo ese genio de cables cruzados y por ello lo enviaron a Marsella cedido, en busca del aire del Mediterráneo.

Ha sido entonces cuando el bad boy se ha convertido en l’enfant terrible, es decir, se ha afrancesado. Ha montado una página web y comenzado a dar a conocer al otro Barton. Ha empezado a utilizar Twitter (más de 2 millones de personas siguen su cuenta @Joey7Barton) y a compartir sus opiniones sobre los libros que lee, en especial los filosóficos. Es un apasionado de la música y un seguido crítico; fan confeso de The Smiths y de Morrissey, posee un caballo de carreras que se llama como una canción de Arctic Monkeys. Además, escribe en The Big Issue, un periódico de calle (con sede en el Reino Unido pero que también se vende en Australia, Japón, Corea del Sur o Taiwan) que venden mendigos y donde escribe gente con reputación.

Gracias a la red social, Barton ha podido compartir con todos sus opiniones sobre otros jugadores. De Neymar dijo que estaba sobrevalorado y lo llamó el Justin Bieber del fútbol. Y a Tévez lo llamó mercenario. Tras sus incidentes en el derbi francés contra el PSG, donde llamó narizota a Ibrahimovic, fue en Twitter donde Joey bromeó sobre Thiago Silva: «Parece un transexual con sobrepeso». Sin pelos en la lengua, como él confiesa, parece sentirse bien en su nuevo ambiente de Marsella: «Nunca voy a limpiar del todo mi reputación, pero al menos ahora he encontrado un equipo que sé que me aprecia, aunque sea un poco gamberro». Hace poco Barton arruinó a Umbro el lanzamiento de su nueva camiseta de la selección. El inglés fue como invitado a un evento privado de la marca y obligó a ésta a lanzar la camiseta antes de lo previsto a causa de la foto que subió a Twitter.

Todo este humor hiriente le ha traído problemas. La Federación Francesa de Fútbol ya ha llamado a Joey a declarar por sus desacertados comentarios sobre Thiago Silva. Pero Barton no va a cambiar. Falleció Margaret Thatcher y nuestro tuitero aprovechó para escribir: «He dicho DEP Maggie, pero eso no sería cierto. Si el cielo existe, esa vieja bruja no estará allí…». Han pasado años, partidos y tarjetas y Barton ha ido cambiando paulatinamente. Aunque sin dejar de ser ese chico de Huyton que regateaba la mala vida con su balón de fútbol. Lo que sí ha conseguido es mostrarse tal y como es. Sin que nadie interfiera entre él y su audiencia, se ha afrancesado y ahora todos lo conocemos un poquito más.

* Marc Pons es periodista.


– Foto: Nigel Roddis (Reuters)




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