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"Entonces marcábamos goles, pero no nos daban trofeos por hacerlo". Telmo Zarra


Historias

Jimmy Greaves y el amargo trago de ganar un Mundial

por el 12 marzo, 2012 • 8:38

“No es fácil ser un deportista de élite. Dejen de lado el dinero y el glamour por un momento y piensen en la vida. No importa lo que haces, no importa lo que logres. No importa quién eres. En el momento en que dejas de jugar empiezas tu segunda mejor vida. Y no tienes 70 años, tienes solo 30. Te queda mucho tiempo por delante y no va a ser fácil. Hay que reinventarse y no sabes cómo hacerlo”.

 

Jimmy Greaves es uno de esos grandes futbolistas de la historia que, como tantos otros, ha quedado prácicamente en el olvido. Vivió su época dorada en los sesenta y se perdió “por completo” los setenta por culpa del alcohol. Pocos recuerdan que este delantero formado en el Chelsea, que pasó fugazmente por el Milan y triunfó en el Tottenham tiene un Mundial en su palmarés.

 

A LA ALTURA DE BOBBY CHARLTON

Greavsie era una estrella. Uno de los goleadores ingleses más eficaces de todos los tiempos. Un jugador a la altura del gran Bobby Charlton. La Copa del Mundo de 1966 era su oportunidad de oro. Con 26 años, era el momento en que debía dejar su huella en la historia. Una inoportuna lesión, sin embargo, fue el principio del fin. Su destino era brillar en casa, ante su público, pero la fortuna le fue esquiva y le abocó a una borrachera permanente de la que consiguió salir antes de que fuera demasiado tarde.

Retirarse con solo 31 años -algo de lo que ahora se arrepiente- no le ayudó demasiado. La transición fue muy difícil. Abrió un negocio con su cuñado y jugó en algunos equipos de ligas menores, pero todo era aburrido comparado con el glamour de su mejor época. La adicción a la bebida que le había perseguido en la última parte de su carrera se convirtió en crónica. “Estuve completamente borracho desde 1972 hasta 1977. Hasta que me desperté una mañana y me di cuenta de que el mundo era diferente. Había vivido en él, pero no había sido consciente de nada“.

Jim había nacido el 20 de febrero de 1940 en el East End de Londres, con la Segunda Guerra Mundial ya en marcha y con Inglaterra amenazada por los planes de invasión de Hitler. La Liga estaba parada y se vivía, además, el peor invierno en 100 años. Greaves, hijo de un conductor de tren, creció en Dagenham bajo los bombardeos y las restricciones provocadas por el conflicto.

 

FANÁTICO DEL TOTTENHAM, JUGADOR DEL CHELSEA

Acabado el enfrentamiento bélico y en medio de la dura posguerra, encontró refugio en el fútbol. El campeonato se reanudó en 1946 y el chico se convirtió en seguidor del Tottenham Hotspurs. Y eso que el camino desde su casa hasta White Hart Lane era mucho más largo que el paseo hasta Upton Park, hogar del West Ham. Jimmy lo tenía claro: era mucho mejor disfrutar del concepto Push and Run que habían inventado los Spurs antes que seguir a los Hammers, hundidos en la Segunda División.

En otoño de 1954, nuestro joven protagonista estuvo muy cerca de unirse a su equipo del alma. Pero la directiva del Tottenham estaba más preocupada por evitar el descenso. Jimmy Thompson, ojeador del Chelsea, no desaprovechó la oportunidad y se llevó al prometedor muchacho de 15 años al conjunto blue. La primera temporada de Greaves, la 1956-57, fue todo un éxito y el delantero anotó nada más y nada menos que 114 goles con los juveniles.

Por eso no fue extraño que debutara con el primer equipo con solo 17 años el 24 de agosto de 1957, preciamente ante el Tottenham. Las crónicas de la época cuentan que Jimmy no hizo absolutamente nada durante 89 minutos, pero que la única oportunidad que tuvo la convirtió en el 1-1 definitivo. En su primera aparición como profesional dejó claro qué tipo de futbolista era: se pasaba la mayor parte de los partidos hablando con todo el que quisiera intercambiar bromas con él hasta que sacaba su instinto de killer. Rara vez dejaba escapar una oportunidad. Incluso cuando no le convenía anotar.

Recuerdo un partido entre Inglaterra y Brasil en el estadio de Maracaná, en Río de Janeiro. Brasil se adelantó y yo cometí uno de los mayores errores de mi vida. Empaté el partido. Ellos se miraron los unos a los otros y debieron pensar: ‘Bien, vamos allá’. En 15 minutos nos marcaron cuatro goles y nos ganaron 5-1“, recordaba alegremente. Así era Jimmy Greaves. Un tipo feliz, despreocupado, tocado con la varita de los genios y amante del fútbol por encima de todo.

La anécdota brasileña no acabó aquí. “A la mañana siguiente teníamos fiesta y nos fuimos a la playa de Copacabana y allí estaban esos niños jugando. Pensamos que podríamos divertirnos un poco con ellos. Y nos ganaron 8-1. No les conseguimos quitar la pelota en ningún momento. Definitivamente nos destrozaron“.

 

A ITALIA POR DINERO

En sus cuatro años en el Chelsea marcó 132 goles en 169 partidos y fue dos veces máximo anotador de la Liga inglesa (con el Tottenham lo sería hasta cuatro veces más). Se convirtió, con 21 años, en el jugador más joven en anotar 100 goles en la liga. Durante su última temporada con los blues, los futbolistas estaban cada vez más inquietos por los bajos salarios que recibían. El Sindicato de Jugadores emprendió una dura lucha por mejorar las condiciones laborales e incluso amenazó con una huelga.

Los salarios eran muy bajos –rememora Greaves-. En mis días en el Chelsea tuve que luchar para conseguir ocho libras por semana en invierno y siete en verano Ahora hay jugadores que ni siquiera han jugado en el primer equipo y ya reciben 40.000 dólares por semana“. Ante el caos que se avecinaba, el atacante tomó el camino más rápido y aceptó una oferta del Milan. Para su desgracia, justo cuando acababa de firmar el contrato con el cuadro rossonero se resolvió el problema.

Jim se marchó a disgusto a Italia y nunca fue feliz en Milán. Le molestaban sobre todo las restrictivas normas de su club y, en especial, las que prohibían el sexo y el acohol durante los tres días previos a un partido. Tampoco la comida la gustaba. Así que, pese a marcar nueve goles en 14 encuentros, volvía a estar en el mercado. Y estaba vez, su destino parecía claro.

 

99.999 LIBRAS Y AL TOTTENHAM

El Tottenham, el equipo de su infancia, fue el primer club que hizo una oferta. El Chelsea, con la idea de recuperar a su ex delantero, se entrometió en la operación y obligó a los Spurs a pagar lo que nunca antes se había ofrecido por un futbolista, 99.999 libras. Y no fueron 100.000 porque el técnico Bill Nicholson no quiso poner tanta presión sobre Greaves, que estaba a punto de cumplir el sueño de su vida.

La primera aparición con su nuevo equipo fue en un encuentro del conjunto reserva contra el Plymouth Argyle. Ya en su debut oficial, el 16 de diciembre de 1961 contra el Blackpool, Greaves anotó un hat-trick. Los que vieron el duelo aseguran que nadie olvidará jamás el espectacular gol de chilena que anotó.

Pese a los 21 tantos en 22 apariciones de Jimmy Greaves, el Tottenham se quedó a las puertas de ganar su segunda Liga consecutiva. Sí triunfaron los Spurs en la FA Cup de 1962, derrotando en la final al Burnley con diana incluida de Jim. Era el primer título de su carrera.

En el siguiente campeonato liguero, Greaves destrozó todos los récords de anotación del equipo de White Hart Lane con 37 chicharros. Y eso que la Liga estuvo parada desde el Boxing Day (26 de diciembre) hasta marzo por culpa del frío extremo que asoló Inglaterra aquel invierno. Esta exhibición de goles era el preludio del mayor éxito en la historia del Tottenham, el triunfo en la Recopa (5-1) ante el Atlético de Madrid. Este fue el primer título europeo que ganaba un equipo británico.

Hasta ese momento, la trayectoria de Jimmy era inmaculada. Quizás no muy galardonada con sus equipos, pero extraordinaria a nivel individual. El futuro, sin embargo, no era nada halagüeño. El destino pareció avisarle cuando contrajo hepatitis B en octubre de 1965. Greaves pasó varias semanas de baja y se especuló con la posibilidad de que el seleccionador Alf Ramsey no le convocara para el Mundial.

 

UNA LESIÓN QUE MARCÓ SU VIDA

El delantero del Tottenham había debutado con Inglaterra con solo 19 años y firmó 44 goles en 57 partidos internacionales. Era, pues, uno de los baluartes de un combinado que aspiraba a estar en la final que se iba a disputar en Wembley el 30 de julio de 1966. Reapareció a finales de enero marcando un gol contra el Blackburn Rovers y, más tarde, Ramsey le incluyó sin dudar en la lista de convocados. Era titular indiscutible en los pross, como se demostró en la fase de grupos, donde disputó los tres partidos. En el último, ante Francia se tuvo que retirar lesionado, un percance que le marcaría durante el resto de su vida.

Esta era su segunda aparición en una Copa del Mundo tras participar en la de 1962. En Chile, Inglaterra fue eliminada en cuartos de final por Brasil y Greaves solo pudo anotar un tanto. Cuatro años después, y sin aun haber demostrado su fama de killer ante su público, tuvo que dejar su puesto como titular a Geoff Hurst, un delantero procedente del West Ham y que le robó todo el protagonismo a la estrella del Tottenham. Jimmy ya no volvería a disputar ni un solo minuto en aquel Mundial (pese a que se recuperó rápidamente) mientras Hurst se convertía en el héroe inglés marcando un gol en cuartos contra Argentina y un hat-trick en la final ante Alemania Federal.

El corazón de Greaves quedó hecho añicos y fue el inicio de una caída libre que acabó con Jim atrapado en las garras de alcohol. Nunca volvió a ser el mismo jugador, a pesar de que en 1969 fue de nuevo máximo goleador de la Liga inglesa. Hay quien cree que la baja de atacante de los Spurs le vino perfecta a Alf Ramsey. Su estilo era libre, alegre, basado en el taleno y la improvisación y alejado del juego de equipo. El seleccionador, en cambio, apostaba por un método defensivo basado en el 4-4-2 sin extremos (toda una revolución en la época) para el que necesitaba jugadores disciplinados tácticamente.

Greaves había vivido siempre a toda velocidad, con una carrera que circulaba por el carril rápido, sin analizar nunca las vicisitudes de su profesión. “Cuando eres joven no te paras a pensar en el mañana tan profundamente“, dice. Con este espíritu, no es extraño que se casara a los 18 años y que con 26 hubiera tenido cuatro hijos, aunque el primero, Jimmy Junior, murió de una neumonía a los cuatro meses.

 

EL VACÍO Y EL ALCOHOL


Vivió rodeado de éxito y, pese a que el triunfo en el Mundial era en parte suyo, le quedó un agridulce sabor de boca. Sobre todo por el hecho de no participar en los últimos encuentros. “No fue la presión lo que me hizo empezar a beber en exceso. Fue el vacío de no jugar. No sentía que el fútbol me creara ansiedad, lo amaba demasiado. Creo que, como Gascoigne y Best, sucumbí por la falta de presión“.

Greaves no culpa al deporte de sus problemas. Entiende que se mundo se vino abajo cuando dejó de ser un afamado futbolista para convertirse en un ciudadano más, alejado de las cámaras y los focos. “Todos tenemos que encontrar algo que hacer, porque esta carrera es corta. La gente culpa al deporte de lo que me ha sucedido a mi y a otros, pero no es el fútbol el que nos engaña, es la naturaleza humana. De repente, no puedes hacer nunca más lo que ha sido tu vida y tienes que empezar de nuevo“.

Pese a ganar por segunda vez la FA Cup en 1967, Jimmy Greaves iba perdiendo paulatinamente peso en un Tottenham al que llegaban jóvenes como Terry Venables. Nunca se cansó de marcar goles (anotó 465 durante su carrera), pero sus prestaciones ya no eran las mismas. Además, los Spurs sumaron varias decepciones (en la Copa de Europa o ante el archienemigo Arsenal en la League Cup de 1968/69) que fueron mermando la credibilidad del equipo.

El técnico Bill Nicholson estaba preocupado por un equipo que empezaba a navegar por la zona mediocre tras muchos años luchando por los títulos. Y Greaves fue el chivo expiatorio. La gota que acabó definitivamente con su carrera en White Hart Lane fue una dolorosa derrota ante el Crystal Palace en la Copa. Jimmy fue la única víctima. Nunca más volvió a jugar con los Spurs. Su despedida, por la puerta de atrás, fue con los reservas en un derbi frente al Arsenal que fue seguido por la televisión.

Se marchó al West Ham, donde bebió mucho más que jugó. Su físico musculoso ya empezaba a estar minado por el alcohol. Y terminó retirándose. Su segunda mejor vida iba a empezar de la peor manera. Pasó varias veces por el hospital, su matrimonio se fue a pique y se declaró en quiebra económica. “En ocasiones me gustaba beber hasta 20 litros de cerveza en un día y, al llegar a casa, me tomaba una botella entera de vodka antes de ir a la cama. No podía vivir sin un trago. Solía poner una botella junto a mi cama para ponerme unas copas justo al despertarme. Así calmaba mis manos temblorosas y estabilizaba mis nervios antes de empezar otro día de consumo masivo“.

 

LA RECONSTRUCCIÓN

Graves intentó regresar al fútbol en equipos menores como el Brentwood (1975), el Chelmsford City (1976) y el Barnet (1977) e incluso pasó por el semiprofesional Woodford Town antes de colgar las botas definitivamente (1980). A finales de los años 70 vivía en un apartamento de un dormitorio en Wanstead, al este de Londres, acompañado solo por la bebida y las prostitutas. Hasta que reconoció que había tocado fondo y decidió luchar para reconducir su vida.

Abandonó definitivamente el alcohol en febrero de 1978. “Me di cuenta que tenía que dejar de beber mucho antes de conseguirlo. Estuve cinco meses en un centro de desintoxicación. Pasé más tiempo allí que en ningún otro sitio. No fue fácil“, reconoce.

Poco a poco reconstruyó su vida. Volvió con su esposa, a pesar de que nunca se han casado de nuevo, empezó a colaborar con un periódico y en los años 80 triunfó como analista en televisión gracias a su punto de vista franco y su humor barriobajero junto al ex jugador del Liverpool Ian St John.

Cuando en 1992 acabó su etapa televisiva, Jimmy Greaves ya se había adaptado a su vida sin deporte y supo encontrar un nuevo camino por recorrer. Se lanzó a los escenarios con un espectáculo en el que mezcla el humor con anécdotas de su vida y, sobre todo, de su carrera como futbolista. Durante mucho tiempo compartió las actuaciones con George Best. Últimamente, en las representaciones le ha acompañado Paul Gascoigne.

Ni siquiera sé por qué fui futbolista. No estoy seguro de que incluso quisiera serlo cuando era niño. Simplemente me gustaba jugar. Me despertaba y quería practicar durante 12 horas al día. Y eso nunca cambió, ni cuando era profesional y participaba además en la Liga de los Domingos (amateur). Jugábamos contra la Policía o equipos de empresas. Algunas mañanas teníamos a Bobby Moore y Geoff Hurst en la banda, esperando para entrar al campo. Sólo queríamos jugar un partido y tomarnos una pinta en el bar después“.

 

* David Ruiz Marull es periodista.

– Fotos: TheFA.com – Chelsea.com – Milan AC – 4dfoot.com




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