"Se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose al enemigo". Sun Tzu
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La derrota por 1-4 en la final de la Coupe de la Ligue ante el PSG embadurnó de cierta manera la magnífica temporada que está realizando el Mónaco de Leonardo Jardim. El equipo del Principado, aun perdiendo dicha final, sigue vivo en tres competiciones. Es líder en solitario de la Ligue 1 con 3 puntos de ventaja sobre el PSG, está en semifinales de la Coupe de France y tiene todavía por delante una eliminatoria cuanto menos apasionante ante el Borussia de Dortmund correspondiente a los cuartos de final de la Champions League.
El Jardinismo comenzó a ser una forma de vida hace dos temporadas. El Mónaco venía de una temporada con Ranieri en la que le había disputado el título de la Ligue 1 al PSG hasta prácticamente la finalización del curso y las sensaciones del equipo se situaban de forma ascendente en el pico de la montaña. Sorprendentemente, Claudio Ranieri era cesado a final de temporada, en parte por la presión ejercida por Jorge Mendes, y el club traía a Jardim, técnico portugués de raíces venezolanas, joven, innovador y con un buen historial en los banquillos. No fue una decisión sencilla teniendo como máximo exponente los resultados cosechados a principios de temporada.
Los inicios del Mónaco de Jardim tienen una contraposición muy clara con lo que es ahora el equipo francés. El técnico intentó revolucionar de forma inmediata el juego del equipo, pasando del repliegue intenso y juego “aburrido” tan resultadista de Ranieri a intentar hacerlo con un equipo que predominaba la posesión de la pelota y que realizaba permutas constantemente en ataque.
Cambiar un estilo de juego tan defensivo a otro tan ofensivo contiguamente tiene sus consecuencias. Jardim jugó con un 4-3-3 con laterales muy amplios y extremos muy cerrados para permitir llegadas que chocaba con las características del equipo. Carrasco era un jugador de banda pura en aquella época, Bernardo Silva no tenía la madurez suficiente como para suplir al idolatrado James Rodríguez y Falcao no tenía apoyos para combinar ante un equipo replegado y siempre que tuviera el Mónaco la posesión de balón. Jardim pensó que el cambio de mentalidad tan rápido no era factible con un equipo que sabía de memoria jugar replegado y fue entonces cuando dio la solución para que el equipo fuera una copia mejorada de lo que era con Ranieri.
Del 4-3-3, el Mónaco pasó a jugar en 4-2-3-1. El punto de partida fue la derrota en Burdeos por 4-1 en que el equipo acusó muchísimo la lentitud de sus centrales (Carvalho y Wallace, pues Abdennour estuvo apartado por un inicio de temporada nefasto) y sus transiciones lentas. Jardim jugó en Nantes con dicho esquema en el que Falcao marcaría su último gol -y el de la victoria- antes de irse cedido al Manchester United.
El repliegue intenso, el juego aburrido y el decidir con pinceladas a la contra o jugadas a balón parado fueron varios de los sostenes del Mónaco en 4-2-3-1. Además, la gran capacidad ofensiva de sus laterales -Fabinho y Kurzawa- y, el hecho de colocar a dos alfiles en las bandas a amplitud -Martial y Carrasco en una posición mucho más centrada- liberaba a Moutinho y también a Berbatov, un jugador que con su veteranía y su calidad para jugar prácticamente andando, permitían al Mónaco lanzar contras vertiginosas que no eran del agrado de los rivales.
Si en Ligue 1 el equipo acusaba la irregularidad, en Champions era lo contrario. El Mónaco pasó a octavos de final de la Champions League en 2015 al más puro estilo Jardinista. Encajando sólo dos goles en un grupo durísimo con Benfica o Bayer Leverkusen y jugando lo menos posible al fútbol. La efectividad de los de Jardim les permitió colarse tras casi una década en los cuartos de la máxima competición continental pero el sorteo les deparó un rival de máxima exigencia: el Arsenal.
Jardim, que ya había tenido críticas feroces a principios de temporada por no querer fichar un recambio de James Rodríguez, volvió a demostrar en febrero que no le tiembla el pulso a la hora de tomar decisiones. Su estilo de juego se fortaleció en la ida de la eliminatoria ante el Arsenal, en un contexto durísimo y ante un rival que tenía ya el anhelo de acabar con su maldición de los octavos de final. No iba a ser fácil, ya que Carrasco entró en la lista finalmente con molestias -comenzó de suplente el partido- y la baja de Toulalan, el máximo exponente del fútbol de repliegue del Mónaco, causaba baja. Pero a Jardim nadie le asustaba y volvió a dejarnos atónitos con su cambio de sistema.
Fabinho, que había dejado dudas en algún partido como mediocentro -nunca de partida lo hizo-, ocuparía el puesto de Toulalan. La decisión ya de por sí era sorprendente, pero es que además, hizo debutar al joven Almany Touré de 18 años en la banda derecha en Champions League.
El guión del partido fue perfecto para el Mónao. Repliegue intenso, rápida salida por bandas con Martial y Dirar y un jugador como Berbatov en ataque para bajar todos los balones que le llegaba. Fabinho se erigió como un pivote descomunal junto a Bakayoko (la base del Mónaco actual) y no sólo realizó coberturas a laterales de forma extraordinaria, sino que también fue un jugador idóneo para lanzar las contras. El Mónaco ganó 1-3 y a partir de entonces el Jardinismo se fortaleció con creces. En Europa pasó de ronda y en Ligue 1 de marzo a mayo apenas se dejó puntos para terminar con un esquema similar al de el partido ante el Arsenal en la tercera posición. El único pero de final de temporada fue la eliminación de Champions ante la Juventus, con polémica arbitral, pero plantando cara ante un equipo que también replegaba de forma similar y que dejó ver alguna carencia con balón del Mónaco.
El punto de partida fue el Emirates para el Mónaco, no solo en el ámbito de resultados, sino también en el directivo. El hecho de confiar en los jóvenes ha sido desde siempre una premisa fundamental para Jardim. Jóvenes que, combinados con veteranos (en 2015 por ejemplo, Toulalan o Berbatov eran sostenes del Mónaco y, actualmente, jugadores como Glik o Falcao han sustituido el rol de los susodichos) hacen del club un conjunto sin fisuras a la hora de afrontar partidos de calibre muy alto.
Finalizada la temporada, el Mónaco volvió a un contexto similar al de la temporada anterior. Esta vez, el equipo de Jardim no quiso revolucionar el mercado como años atrás y decidió conmutar la política de fichajes. Equipos como Porto o Dortmund fueron los espejos a seguir en dicha política y el Mónaco fichó a jóvenes como Rony Lopes, Ivan Cavaleiro -al final, un fracaso por 15M€-, Jemerson, Guido Carrillo, Bahlouli, Thomas Lemar, Nardi, Pasalic o hacer profesional a Mbappé contrarrestaron en parte la baja de Martial al United, la de Abdennour al Valencia, la de Carrasco al Atlético de Madrid, la de Kondogbia al Inter o la de Kurzawa al PSG. Muchos, además, fueron cedidos, como el caso de Saint-Maximin al Hannover -ahora en el Bastia-, Boschilia al Standard de Lieja, o Ronny Lopes al Lille.
La temporada pasada no fue la mejor del Mónaco de Jardim, pero sí fue una temporada de transición hacia el Mónaco actual. La eliminación en la previa de la Champions League ante el Valencia escoció mucho, como también la baja de Martial al United. El equipo repitió su inicio nefasto en Ligue 1 y en Europa League, tampoco alcanzó cotas de regularidad plausibles. Para más inri, el fichaje de Vagner Love fue un rotundo fracaso pues el brasileño no se acercó ni por asomo a las cifras de Berbatov. Ello, y combinado con que a LacinaTraoré ni se le esperaba por sus continuas lesiones y su falta de gol continua, hicieron del Mónaco un equipo que, pese a que seguía encajando pocos goles, no marcaba muchos. Para colmo, en la última jornada, el equipo viajó a Lyon a jugarse la segunda plaza que correspondía a plaza directa para disputar la Champions. El partidó acabó 6-1, con un Carvalho en horas bajas y un Toulalan que ya no estaba para muchas fiestas. Entre lo poco salvable, el rol de líder que asumió Bernardo Silva en ataque, la verticalidad de Lemar o la irrupción de Jemerson en defensa.
La previa de la Champions el pasado verano iba a monopolizar toda la planificación del Mónaco. Es cierto que Jardim ya dejaba un poco atrás el Mónaco aburrido, que no enamoraba pero que era eficaz, pero todavía le faltaba algo para ser un equipo completo y muy ofensivo. Jardim volvió a dejar claro en verano que es un entrenador que no pide más de lo que le dan. Fue él quien pidió los fichajes de Sidibé y Mendy -el primero venía de una temporada bastante dudosa y con Corchia como el lateral al que todos querían del Lille; y el segundo, de una de las peores temporadas de la historia del OM con Míchel y sin protagonismo-, fue él quien quiso quedarse con Falcao cuando muchos le daban por muerto y acusaban la falta de gol del Mónaco y también fue él quien no pidió fichajes en ataque tras la vuelta de cesión de Germain en el Niza, en la que junto a Ben Arfa había sido un pliar.
El Mónaco, con Falcao de protagonista, pasó la primera ronda sufriendo de previa de Champions ante el Fenerbahçe. Jemerson había sufrido mucho en defensa en aquella noche y el equipo seguía estando partido con un 4-2-3-1 que acusaba demasiado la distancia de medios con defensas. Las malas sensaciones se confirmaron de hecho con las bajas de Toulalan y Carvalho, dos jugadores fundamentales para el equipo en los últimos años. Para contrarrestar las bajas, el Mónaco fichó a un veterano, el único del mercado, para reforzar su defensa. El elegido fue Glik, un central experimentado y que en el Torino demostró ser uno de los mejores rematadores de Italia.
Con Glik y sin pedir a nadie para suplir a Toulalan, el Mónaco volvió a tener un punto de inflexión en Champions. De los dos que ha tenido esta temporada (el otro fue en el Etihad), los de Jardim jugaron con un 4-4-2 muy diferente al de verano y al de la temporada anterior ante el Villarreal, con Fabinho haciendo de Toulalan otra vez, escoltado por Bakayoko y con bandas muy abiertas con Lemar y Bernardo Silva. Los monegascos pasaron de eliminatoria con una superioridad espectacular y dieron el primer aviso de que ésta podía ser su temporada.
A diferencia de otros años, el Mónaco comenzó a apabullar a sus rivales en Ligue 1. Victorias de mucha diferencia, solo contrarrestadas por la derrota en Niza (4-0) y con un repaso en toda regla al PSG de Unai Emery en Ligue 1. El equipo iba viento en popa, y en Champions el 4-4-2 salió aún más reforzado tras ganar 1-2 en Wembley al Tottenham.
Si hace dos temporadas, el 4-3-3 era para replegar, el equipo ahora era una máquina de hacer goles y de estar en campo contrario. Sus dos laterales, Mendy y Sidibé, obligan al extremo rival a estar prácticamente en su campo defendiendo y eso exige un despliegue físico que, a la hora de iniciar contras, hacen imposible llegar al área contraria tras esfuerzo en defensa. Por otra parte, pese a que Glik y Jemerson son dos defensas que si les expones a cambio abierto sufren demasiado, tienen a Fabinho, un pulpo renacido que abarca mucho campo y que permite a Mendy y Sidibé subir en ataque lo que les plazca, además de compensar la lentitud de Glik y Jemerson.
Por otra parte, una virtud de este Mónaco es que es un equipo que puede jugar vertical o por el contrario, administrar posesiones con resultado a favor. Con un masterclass como Bernardo Silva, el equipo tiene el aval de poder mantener la posesión mucho tiempo. El portugués, capacitado para realizar un cambio de ritmo con la mirada o para moverse por 3/4, es un prototipo perfecto para que Fabinho y Bakayoko descongestionen su esfuerzo en defensa. De estos dos poco se puede decir ya. Su andadura en el centro del campo comenzó en el Emirates hace dos temporadas y además, tanto Fabinho como el ex del Rennes han madurado con balón lo que hace unos meses no tenían y son dos jugadores que permiten las superioridades en bandas de Mendy y Sidibé constantemente con sus coberturas y permutas con media puntas.
Si en defensa el equipo se fortaleció con Glik, en ataque los problemas de gol se esfumaron de un plumazo. El hecho de tener a dos laterales tan ofensivo permite a Lemar y Bernardo Silva a jugar por dentro y, a dejar en situaciones muy claras de gol a Germain y Falcao, dos actores inesperados en el ofensivo Mónaco de Jardim hoy en día. Falcao, que llegó de dos años en blanco en Inglaterra, es actualmente el máximo goleador del equipo y Germain, el que lloró hace dos años por no jugar en el Emirates, que estuvo en Ligue 2 el año del ascenso de Ranieri y, que el año pasado tuvo que irse a Niza buscando demostrar que vale para el equipo, es el que hace el trabajo sucio. Sus desmarques, su intensidad y su compañerismo permiten al Mónaco mayor facilidad para encontrar espacios en ataque. Tanto Falcao como Germain además potencian el buen remate de Lemar y que Bernardo Silva lance su clásica diagonal hacia dentro que, con su potente tren inferior, le hacen un jugador imparable a campo abierto.
Poco a poco, el Mónaco no solo goleaba, sino que avanzaba en todas las competiciones a ritmo vertiginoso. Resultados como un 0-7 en Metz, un 7-1 al Rennes en la Copa de la Liga o un 6-0 al Nancy fueron exponentes del caudal ofensivo de un equipo que hasta hace dos temporadas era de lo más defensivo de Europa. Además, un jovencito llamado Mbappé poco a poco se acoplaba en el equipo y era decisivo marcando goles, al igual que otros canteranos con minutos como Almany Touré o N’Doram.
El Mónaco llegó al mes de febrero -que sería clave- en una situación opuesta a la de hace dos temporadas. El equipo estaba líder de la Ligue 1 con una ventaja solvente sobre el PSG, estaba en final de la Coupe de la Ligue y en la Coupe de France nadie le tosía. El rival de Champions volvía a ser uno de entidad, pero al Mónaco, como ante el Arsenal, nada le importaba ya.
En el Etihad, Leonardo Jardim volvió a tener sangre fría para sacrificar a un jugador importante y meter a un joven con la misión de ganar el partido. Germain se quedaba fuera del once en el campo del City y en su lugar lo hacía el joven Mbappé, un canterano que hasta entonces no era alguien de tertulia en las charlas futboleras pero que en el pasado Europeo sub19 se había coronado con Francia y ya había marcado un hat-trick con la camiseta del Mónaco. El resultado de 5-3 fue engañoso, porque el Mónaco fue 1-2, tuvo penalti para el 1-3, fue 2-3 en el marcador y hasta el 70 fue superior. Mbappé volvió loco al City, al igual que Bernardo Silva y en el medio, Fabinho y Bakayoko sostuvieron al equipo con creces hasta los últimos 20 minutos. Fue un equipo ofensivo que priorizó marcar goles al repliegue de hace años y esta vertiginosidad se volvió a ver en la vuelta cuando le dio un repaso en la primera mitad al City y pudo alternar estilo de juego para volver a su repliegue en la segunda mitad. El Mónaco volvía a los cuartos de final de la Champions siendo el equipo más goleador de Europa, el equipo que más partidos ha ganado hasta la fecha en Europa y el equipo revelación de la temporada. En cuartos aguarda el Dortmund y parece que es una posibilidad única para que el equipo del Principado vuelva a repetir una gesta como la de 2004 cuando disputó la final con Deschamps al mando -aunque Jardim tiene mejores números que el idolatrado técnico francés-
Todo equipo tiene sus puntos débiles y el Mónaco acusó ya el primero de ellos el pasado 1 de abril, en la final de la Coupe de la Ligue ante el PSG. Fabinho y Falcao se perdieron la final y pese a que la baja del último se acusó, la de Fabinho fue mortal. En coberturas, Fabinho era el futbolista que escondía las carencias de toda la defensa monegasca. Al ser Moutinho un jugador de posesión y no defensivo y Bakayoko más un jugador de 1 vs 1 que un futbolista de despliegue físico, el Mónaco se encontró desnudo en defensa y el PSG le endosó cuatro goles. No solo eso, sino que Jardim tuvo que acudir al joven Cardona -internacional sub20 francés- en la segunda mitad ante la falta de efectivos. Con el revulsivo Boschilia lesionado, el Mónaco apenas tiene jugadores en el banquillo que puedan mantener el nivel mostrado. Por ello, ahora que se acerca el mes decisivo de la temporada, Jardim tendrá que dosificar a su plantilla, que es muy corta, para intentar aspirar a todo en una temporada que lo tiene todo para ser perfecta, pero que puede truncarse finalmente.
* Andrés Onrubia.
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