"Lo que equilibra a un equipo es la pelota. Pierde muchas y serás un equipo desequilibrado". Johan Cruyff
Uno de los zagueros más destacados de la historia del fútbol español y del Real Madrid. En 1934 cuajó un sensacional Mundial de Italia y le declararon el mejor defensa del mundo. Era muy habitual verle saltar al terreno de juego con un pañuelo en la cabeza y una rodillera. Lo primero era para evitar hacerse daño al golpear de cabeza aquellos esféricos tan duros y lo segundo fue porque jugó con el menisco roto durante más de quince años. Nacido el 17 de julio de 1905 en Barakaldo (España), fue un defensor muy ágil, vistoso, fuerte físicamente, de gran colocación y con un magnífico juego aéreo. Además, sus rivales siempre le consideraron un señor sobre el césped.
Sus primeros equipos fueron el Desierto, el Giralda, el San Antonio y el Barakaldo, donde jugó hasta que su familia se trasladó a Vitoria. Fue en ese momento cuando fichó por el Alavés y empezó a destacar como un defensa extraordinario. En el cuadro vitoriano coincidió con unos prometedores jugadores que en la siguiente década despuntarían en el fútbol español: Ciriaco, Fede, Lecue y Olivares.
En el curso 1929-1930, el Alavés brilló en segunda división y por primera vez pisó la máxima categoría del balompié nacional. Quincoces permaneció una campaña con el equipo en primera y jugó un total de 18 encuentros. Debutó en la jornada uno frente a la Real Sociedad. Su estancia en Vitoria concluyó en el verano de 1931. El Madrid, con Hernández Coronado y Bernabéu al frente, le hizo una propuesta difícil de rechazar: 2.500 pesetas por prima de fichaje y un sueldo de 1.000. El club blanco también contrató a sus compañeros Ciriaco y Olivares por un montante total de 65.000 pesetas.
En la capital siguió formando una excepcional pareja defensiva con Ciriaco, a la que se unió Ricardo Zamora en la portería. Los tres entraron en la historia del fútbol español por su eficacia y guiaron a la entidad merengue a lograr su primera liga. El Madrid no perdió ningún partido, aventajó en tres puntos al Athletic Club y cantó el alirón en la 18ª jornada ante el Barça en Les Corts. Pero los éxitos no acabaron ahí y, al año siguiente, con las incorporaciones de Pedro Regueiro o Samitier, el Madrid revalidó el título de campeón. Fue otra vez el conjunto menos goleado con 17 goles encajados en 18 partidos.
En la temporada 1933-1934, la liga volvió a manos bilbaínas, pero el Madrid consiguió levantar 17 años después la copa después de derrotar en la final al Valencia. Tras un curso en blanco en 1935, ganó otra Copa en el año 1936. Un título histórico por el rival y la forma en que se consiguió. El país estaba a punto de explotar y en el último encuentro oficial antes de la Guerra Civil el Madrid venció por 2-1 al Barcelona en Valencia con una actuación prodigiosa de Zamora, bien acompañado de nuevo por Quincoces y Ciriaco en el eje defensivo.
El estallido del conflicto bélico le obligó a regresar a casa, y mientras conducía ambulancias en el frente del norte con el ejército nacional se vistió de corto para jugar algunos amistosos con la camiseta del Alavés. Finalizada la guerra retornó a Madrid y jugó tres campañas más. Pese a ser un veterano de 34 años, continuó en la titularidad durante dos cursos, con Mardones y Vicente Olivares a su lado. Sin embargo, el equipo blanco, dirigido por Paco Bru, bajó varios escalones su nivel y no pudo pelear por la competición doméstica. En su última campaña, la de 1941-1942, apenas disputó cinco encuentros ligueros y el último de ellos, contra el Sevilla en Chamartín, se saldó con una derrota por 0-2.
La institución madridista quiso premiar todos sus años defendiendo el escudo blanco con un merecido homenaje ante el Atlético Aviación para el que se agotaron las localidades. Aquel 8 de diciembre de 1942 el público pudo disfrutar por última vez de Quincoces y del gran trío que formó junto a sus amigos Ciriaco y Zamora.
Con la selección española fue 25 veces internacional entre 1928 y 1936. Su debut no pudo tener más enjundia, al producirse en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam. El seleccionador José Ángel Berraondo le incluyó en su lista y además lo hizo para que fuese titular en la zaga junto al mítico Vallana. En la segunda ronda, España aplastó a México por 7-1 y a continuación se vio las caras con Italia. El choque concluyó con empate y tres días después, en el replay, los españoles quedaron eliminados tras sufrir una de las derrotas más duras de su historia al caer por 7-1.
A partir de entonces, el de Barakaldo fue un fijo para todos los técnicos del combinado nacional. Mateos le llamó para tres partidos amistosos celebrados entre 1929 y 1930 que confirmaron el gran nivel del equipo español. En el primero apabullaron a Francia por 8-1 en Zaragoza y en el tercero se impusieron a la Checoslovaquia de Svoboda, Puc o Silny por la mínima. Sin embargo, si hubo un duelo que pasó a la historia fue el segundo, que les enfrentó a Inglaterra en Madrid. Los ingleses no habían caído aún fuera de su país contra un conjunto no británico, pero en el Metropolitano hincaron la rodilla. Con una actuación extraordinaria, España ganó por 4-3 en una tarde mágica de Gaspar Rubio.
En los meses posteriores, Quincoces siguió ocupando la titularidad en otros amistosos contra Italia, a la que España venció en Bolonia y con la empató en Bilbao; Portugal, cuyo choque en Oporto terminó 0-1; o de nuevo los ingleses, en esta ocasión en Highbury. Inglaterra se tomó cumplida venganza y avasalló a España por 7-1.
Ya en 1933, el defensor vasco también estuvo presente en la que es hasta la fecha la mayor goleada de la selección española de fútbol. Tuvo lugar el 21 de mayo, cuando el cuadro rojo doblegó a Bulgaria por 13-0 con seis goles del deportivista Chacho. El siguiente encuentro del combinado nacional fue un año después y correspondió a la clasificación para el Mundial de Italia 1934. El rival fue Portugal. En la ida, en el viejo Chamartín, no hubo partido y los locales se hicieron con una clarísima victoria por 9-0. En la vuelta, las cosas no resultaron tan fáciles, pero dos tantos de Lángara dieron a España el primer pasaporte para una Copa del Mundo.
En suelo transalpino, el sorteo les emparejó con Brasil. Los sudamericanos, con Brito o Leonidas, parecían favoritos, pero España sorprendió a los aficionados presentes en Génova con una victoria fantástica por 3-1. El siguiente adversario fue el anfitrión, que contaba con Meazza, Schiavio, Combi o Monti en sus filas. Fue un partido duro, bronco y polémico, conocido como La Batalla de Florencia, y que acabó en empate. Al día siguiente, con un equipo español numerosas bajas en el que únicamente repitieron Quincoces, Luis Regueiro, Muguerza y Cilaurren, los locales lograron la victoria por la mínima con un gol en el que pudo existir falta al portero Nogués.
Los últimos partidos en los que Quincoces jugó con la selección fueron en 1935 (dos amistosos ante Portugal y Alemania) y 1936 (contra Austria en Madrid). También jugó en 1937 y 1938 frente a Portugal en Vigo y Lisboa respectivamente, pero ambos duelos no se consideran oficiales a nivel internacional al estar España en plena Guerra Civil.
Tras colgar las botas, el zaguero vizcaíno se convirtió en entrenador. Su primer banquillo fue el del Real Zaragoza, al que dirigió en la campaña 1942-1943. No logró mantener al equipo en primera división. Luego, la Federación Española le llamó y le contrató para dos partidos del año 1945 contra Portugal (empate a uno fuera de casa y un triunfo por 4-2 en Riazor).
Finalizado su periplo en el equipo nacional, el Real Madrid volvió a llamar a sus puertas y le ficcó como entrenador. Su primera temporada se saldó con un título de copa después de derrotar al Valencia en la final, pero sorprendentemente no fue renovado. Sin embargo, en 1947 el club blanco solicitó de nuevo sus para sustituir a Baltasar Albéniz. Con una plantilla con Bañón, Corona, Ipiña, Molowny o Barinaga, apenas aguantó 17 jornadas hasta que fue destituido tras ocupar el undécimo lugar en la tabla
En el verano de 1948, el Valencia que presidía Luis Casanova confió en el vasco para tomar las riendas del banquillo che. Su idilio se extendió durante seis campañas y allí consiguió sus mayores éxitos como técnico. En la campaña 1948-1949, tras eliminar a Deportivo, Real Sociedad y F. C. Barcelona, el Valencia alzó la copa al vencer en la final por la mínima al Atletic Club (Atlético de Bilbao por aquel entonces). Unos meses más tarde también levantó la Copa Eva Duarte ante el Barcelona. En las tres siguientes campañas, el Valencia no ganó ningún título, pero el plantel de los Puchades, Pasieguito, Asensi o Badenes peleó dos ligas contra el Atlético de Madrid en 1951 y el F. C. Barcelona en 1953. La despedida de Quincoces del Valencia se produjó en 1954 no sin antes marcharse con una nueva copa bajo el brazo. En esta ocasión se deshizo de la Real Sociedad y el Sevilla y en la gran final superó ampliamente al Barcelona por 3-0.
El curso posterior, lo pasó en el Atlético de Madrid, que finalizó en mitad de la clasificación de primera división, y en 1956 volvió al Zaragoza por dos temporadas. El fin de su carrera como entrenador tuvo lugar de nuevo en Valencia, donde llegó para suplir a Luís Miró a mediados de la campaña 1958-1959. Dirigió al equipo en las últimas 15 jornadas de liga y empezó también la temporada siguiente, pero tras perder en la primera jornada contra la Real Sociedad abandonó la entidad valencianista. También ejerció como secretario técnico del Real Madrid. Logró el fichaje de Luis Molowny y fue presidente del Mestalla y directivo del Valencia.
Participó a lo largo de su vida en seis películas, entre ellas ¡Campeones!, de Ramón Torrado o La Saeta Rubia, de Javier Setó. En 1992, a los 86 años fue uno de los relevos que portó la llama olímpica en los Juegos de Barcelona. Falleció a los 92 años el 10 de mayo de 1997 en Valencia.
* Alberto Cosín.
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