La selección italiana nunca parece que esté. A veces ni siquiera se le espera. En un país que vive en el caos permanente, capaz de convertir un carril en tres en medio de una gran ciudad y de mover millones de euros por apostar en unos cuantos partidos, la Azzurra no podía ser ajena al desconcierto reinante en el país de Da Vinci. Ciertamente, Italia no llega a esta Eurocopa en el mejor momento de su historia. Si un cambio generacional es una etapa dura y desesperanzadora en cualquier equipo sobre la faz de la tierra, la nazionale lo ha sufrido en sus carnes de forma traumática. Y es que si ya fue durísimo dejar atrás leyendas del calcio como Paolo Maldini, Alessandro Del Piero, Francesco Totti y Pippo Inzaghi, Prandelli ha tenido que renunciar esta vez a piezas clave del engranaje italiano como Gennaro Gattuso, Fabio Cannavaro y Mauro Camoranesi, encomendando el futuro del equipo algunos jóvenes jugadores sin experiencia internacional y confiando los goles a dos futbolistas extravagantes hasta el extremo, capaces de lo mejor y de lo peor en cualquier momento.
Ellos son Mario Balotelli y Antonio Cassano, cada cual más impredecible que el otro. A ninguno se le discute su calidad individual, a la altura de pocos futbolistas sobre el planeta, pero las salidas de tono de ambos hacen que su presencia en la selección sea más que discutida, sobre todo cuando parten con muchas probabilidades de ser titulares, especialmente el atacante del Manchester City, ante la ausencia de una referencia ofensiva neta. Cassano ha estado gran parte de la temporada fuera del verde debido a un problema cardíaco que si bien hizo temer por su carrera, no pareció que pusiera en grave peligro su vida. A pesar de ello, Il Talentino demostró mucho coraje y ambición al recuperarse de su dolencia y llegar incluso a terminar la temporada jugando varios partidos con el Milan. Pero su falta de rodaje hace pensar que el estado físico del ex madridista no es el óptimo. Por su parte, Balotelli ha debido corresponder los reclamos de Prandelli, que le pidió públicamente que comenzara a comportarse como un adulto, al menos la mayor parte del tiempo, si quería disputar la Eurocopa. Su presencia en la lista final hace pensar que «Why always me?» ha aprendido la lección.
De los 23 que han viajado a Polonia, hay dos hombres que destacan por encima de todos los demás, incluso sobre muchos otros internacionales de los demás países. Gianluigi Buffon es el alma de este equipo, portador de un brazalete que lució con orgullo y grandeza durante mucho tiempo su predecesor en el puesto, Dino Zoff, y pilar sobre el que se sostienen muchas de las esperanzas de una Italia mermada. El otro es Andrea Pirlo, el gran error del Milan de Allegri. Si la Juventus se ha proclamado de nuevo campeona de Italia es en gran parte gracias a la varita mágica que tiene Pirlo en su bota derecha, convirtiendo en oro todo lo que toca. También ayudó a lograr el título a la Vecchia Signora la mayor parte de la estructura de la que dispondrá Italia durante el mes (o menos) de competición. Otros seis bianconeri se han juntado de nuevo bajo la bandera tricolor italiana con la intención de ofrecer el mismo equilibro y saber hacer desarrollado durante el curso futbolístico en la Serie A para reconquistar Europa 44 años después de su único título.
En un contexto en el que se habla más a menudo sobre los posibles amaños de partidos que sobre el propio equipo italiano, la azzurra vuelve a no ser considerada como una de las favoritas al título. Ventaja absoluta con respecto a otras selecciones, como Alemania o España, que tienen las cuotas más bajas en las casas de apuestas, ya que ir sin la presión de la victoria obligada puede servir para aliviar el peso que van a tener sobre sus hombros jugadores como Montolivo o Marchisio, los dos con mucho talento pero faltos de experiencia al más alto nivel. Lo que nunca hay que olvidar es de qué selección se está hablando. Italia es tetracampeona del mundo y no por cualquier cosa. Su afán competitivo es legendario cual conquistador romano, ansioso por ampliar las fronteras de su imperio. Pocos daban un duro por aquel equipo que llevó la cuarta estrella a la camiseta azul en 2006, sobre todo después del enorme escándalo que supuso el Calciopoli. Pero aun así, Cannavaro levantó el trofeo dorado en Berlín. La plantilla actual es ciertamente de inferior nivel a aquella, pero la ambición de todos los jugadores es enorme y el objetivo, inconmensurable. Seamos coherentes, nunca descartemos a Italia.
* Jesús Garrido es periodista. En Twitter: @jgarridog7
– Fotos: Reuters – EFE
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