1.- En tiempos de tibieza no hay lugar para las excusas. Se necesitan explicaciones, un discurso convincente y la asunción de responsabilidades. Nadie se ha explicado mejor en Huelva que Francisco Román Alarcón Suárez. Y con ese apellido apunta a ser hombre clave en la transición. Él despejó de un plumazo las dudas del compromiso, del juego y hasta de la falta de liderazgo en la selección. Eran sombras que se cernían sobre el equipo nacional y que la marea Isco se ha llevado por delante. Bajo el paraguas de su fútbol se revolucionó y activó España para abrir de nuevo el catálogo del juego de posición. A ahuyentar los malos vientos ayudó también un rival tan indefenso como enrocado alrededor de su área. Bielorrusia fue bálsamo y sparring por el mismo precio.
2.- Esa nueva España tuvo que volver al origen de todo, del fútbol en nuestro país y de la mejor época de nuestra historia para recuperar sensaciones y alumbrar esperanzas. Obligado en gran medida por las bajas, Del Bosque había avanzado en esa transición dulce y sin aspavientos con la que quiere conducirnos hasta la próxima Eurocopa. Y gracias a esas ausencias hemos comprobado el esbozo de lo que viene, pinceladas de un nuevo cuadro cuya paleta de colores no cambia, aunque aumenten los matices. De paso, se ha hecho justicia con los meritorios y hemos vuelto a comprobar que no hay nada como vaciar la barriga para volver a tener hambre.
3.- Así dispuso Del Bosque un 4-4-2 sobre la pizarra. Dibujo engañoso ante unas bandas ocupadas, de inicio, por Isco y Cazorla. Ambos tuvieron gran libertad de movimientos para buscar asociaciones por dentro, permutar en los dominios de la mediapunta y liberar espacio por fuera para que Juanfran y Jordi Alba se sumaran por sorpresa al asedio. El dominio fue tiránico en los primeros 20 minutos. En ese aluvión de fútbol volvimos a ver la circulación rápida de la pelota en tres cuartos de campo, dos toques como máximo, tac-tac, volvimos a abrir huecos haciendo el campo muy ancho y nos volvimos a emocionar viendo a Busquets y Koke recuperar balones muy arriba, casi en la frontal. Viajar al pasado fue por momentos posible.
4.- Fue el señuelo que dejó Del Bosque a Luis Enrique. Busquets acompañado de otro mediocentro brindó 45 minutos excepcionales. Él, el seleccionador, se aprovechó de la pista ofrecida por Ancelotti para catapultar definitivamente a Isco a la absoluta. No hay que olvidar que fue el italiano quien le reubicó en la izquierda en el 4-4-2 blanco de las grandes noches. El resto lo ha hecho el genio malagueño, que cargado de confianza y arrojo ha agitado a España desde el principio. Sus conducciones y su uno contra uno hacían presagiar lo mejor en cada jugada. La culminación del primer gol, con un zapatazo a la escuadra, como si fuera un libre directo sin barrera, ha dejado clavado al portero. También a todos nosotros. Cuánta calidad en un solo toque. Cuánto futuro en esos pies. Cuánto fútbol en esa cabeza.
5.- Me decía el otro día Aritz Gabilondo que España necesitaba jugadores como Isco, jugadores que levantaran estadios. El malagueño puso patas arriba el Nuevo Colombino en cada acción para terminar de echar abajo la puerta de la selección. Aunque el exceso de adrenalina y confianza le llevó a algunas conducciones excesivas y a recrearse en ocasiones en el regate, con el paso de los minutos supo interpretar y leer lo que demandaba el equipo. En la segunda parte optó por descargar más al primer toque que conducir. Buscó agrupar al equipo a su alrededor y dejó los detalles para acciones puntuales, como ese pase que filtró a Pedro picando la pelota sutilmente. En un partido en el que faltaban Iniesta y Silva, Isco alzó la voz para decir aquí estoy yo. Habrá que oírle en escenarios mayores, ante rivales donde la ovación, como la que se ha llevado de Huelva, cueste más ganársela.
6.- Porque Bielorrusia ha dado grandes facilidades a España. Parapetada en un 5-4-1, se ha juntado en dos líneas muy próximas intentando cerrar los espacios y acumulando a mucha gente por dentro. Con nueve jugadores siempre por detrás de la pelota, pero muy inocente a la hora de cortar el juego contrario (la primera falta no ha llegado hasta el minuto 23). La selección española ha sabido leer muy bien el partido. Buena prueba de ello es que los dos primeros goles son producto de sendos disparos desde fuera del área. Una suerte que estaba casi en extinción en la selección. También han sabido los hombres de Vicente del Bosque ocupar la zona de rechazos, acompañar la jugada y sumar efectivos desde la segunda línea. De hecho el gol de Isco solo llegó tras la magnífica presión y recuperación de Koke. El de Vallecas es otro de los síntomas más firmes de regeneración y esperanza para el combinado nacional.
7.- Ni siquiera cuando España ha levantado el pie del acelerador y se ha acomodado se han visto posesiones intrascendentes, de esas que odia Guardiola, de esas que el fast food mediático dio en llamar tiki-taka. La candidez de Bielorrusia no ha dejado apenas un contragolpe y un remate con cierto peligro cuando el resultado estaba ya sentenciado. Para evitar esa posible desconexión, Del Bosque ha utilizado los cambios haciendo debutar a Callejón y Morata. Con ellos son ya 51 los hombres a los que el salmantino ha hecho internacionales. No obstante, la segunda parte ha servido para reivindicar a otro jugador necesitado de cariño y goles: Pedro. El canario, que en la primera parte se mostró participativo pero poco decisivo, se ha resarcido tras el descanso. Obra suya ha sido el tercer gol de España y un lanzamiento al palo que habría coronado una actuación de menos a más.
y 8.- Esa misma trayectoria pretende seguir la selección en esta fase de clasificación. Un camino hacia la próxima Eurocopa engañoso porque reengancharse a una relación que ya te lo ha dado todo nunca fue fácil. En tareas como esa siempre ayudan nuevos amores como Isco, soplo de aire fresco para una habitación donde olía a cerrado. No es el único. Mimbres hay y tiempo, también. Es cuestión de recuperar sensaciones y confianza, reconocerse en el espejo y aprovechar las oportunidades. Los que llegan vienen con el ansia propio de la reivindicación. No debería haber mayor compromiso que ese.
* Emmanuel Ramiro es periodista.
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