No es intrascendente ser guapo en Italia. Menos aún ser el anhelo de la Vecchia Signora durante el último año y representar la guinda del panettone cocinado a fuego lento por Conte. Fernando Llorente era todo eso y más en su aventura italiana. Era la réplica de La Mole Antonelliana sobre el Juventus Stadium, era el gol que aupara a los bianconeri a nuevas cotas, era el aire fresco para solventar apuros cuando la apisonadora de la FIAT no encontrara fluidez en su juego de toque. Un ‘9’ con el ’14’ a la espalda que ha encontrado más obstáculos de los esperados en el campeón italiano. Ahora, entre la niebla que baja de las montañas del Piamonte, Fernando intenta sacar la cabeza, recuperar sensaciones y adaptarse al puzle bianconero para que no solo se hable de su belleza.
La alfombra roja con la que fue recibido el riojano en Turín pronto desapareció. Tras una presentación multitudinaria, a la altura del campeón del mundo y de Europa recién fichado, los focos dejaron de apuntarle en cuanto la pelota echó a rodar. A ello ayudó y mucho la llegada de Carlos Tévez, un Apache voraz que, comprometido e ilusionado en su nuevo equipo, se convirtió desde el inicio en el estilete de la Juve de Conte. El argentino ha encajado como un guante en el estilo juventino, barriendo todo el frente de ataque y portando la ’10’ bianconera, con todo lo que ello supone. Llorente, además, se ha encontrado con una delantera poblada por Vucinic, Quagliarella y Giovinco, todos tan diferentes que representan multitud de variantes para el entrenador italiano. En ninguna de ellas ha encajado todavía Fernando, al que los pocos minutos disputados y su escasa efectividad ya le ha granjeado alguna que otra portada made in Italy. «E’ solo Bello?», ironizaban con mala saña en TuttoSport.
Era el resultado de la escasa participación del delantero español, que apenas había disfrutado de tres minutos de juego en las tres primeras jornadas ligueras. En la séptima suma 157. Ni siquiera fue de la partida en la Supercopa italiana, el primer título oficial que abría la temporada en Italia, en la que no disputó ni un minuto. Producto de las rotaciones y de la confianza de Conte en el grupo que le ha llevado a dominar el país de la bota. Aunque esas rotaciones, señas de identidad del técnico italiano, también le han terminado beneficiando. Y Llorente, paciente y tranquilo tras el máster realizado el año pasado con Bielsa, supo aprovechar su oportunidad en cuanto dispuso de ella. En la cuarta jornada estrenó titularidad y tardó 47 minutos en festejar un gol en blanco y negro. Fue el gol de la victoria ante el Hellas Verona. En la siguiente jornada repitió titularidad y, aunque los goles no llevaron su firma, su influencia se observaba en los continuos centros laterales. Pero algo no terminaba de convencer a Conte, que no ha vuelto a apostar por él en el once inicial.
Fernando Llorente no solo ha llegado a un fútbol nuevo, el italiano, también a un club con un marcado estilo y un dibujo táctico identificativo (3-5-2) que incluso otras escuadras intentan fotocopiar más allá de los Alpes. Estamos ante un fútbol vistoso, que busca controlar el partido a partir de la posesión de la pelota, sin dejar de ser eléctrico cuando conviene y dinámico gracias a la movilidad de los jugadores. Un fútbol que comienza a encontrar antídoto en sus rivales, conocedores de que el dibujo alterna el 5-3-2 cuando adquiere un tono defensivo o se estira hasta el 3-3-4 cuando la pelota corre y la portería rival es la única meta. No obstante, la superioridad juventina ha menguado. Aunque lo realmente sorprendente es que la fiabilidad se pierda en la retaguardia, donde los fallos han aumentado y se ha convertido en habitual tener que remontar marcadores adversos.
La máquina se engrasa con el triangulo central que componen Pirlo, Marchisio y Vidal, aunque Pogba cada vez está ganando más presencia en ese eje gracias a su poderío físico y su crecimiento futbolístico. El mal momento de Pirlo también juega a su favor. Sin la clarividencia del italiano, la Juve no consigue hacerse con el control, precisamente en la zona donde Conte más exige a los suyos. El técnico insta a sus centrocampistas a que alcancen la frontal, que se muevan habitualmente en la zona de tres cuartos y que no duden en chutar cuando tengan la más mínima oportunidad. Pocos interiores entienden tan bien cuándo y cómo percutir en el área rival, incorporarse por sorpresa, rajar la espalda del rival, incluso permutar su posición con el delantero. Aunque el dibujo no tendría sentido sin los carrileros o extremos (Assamoah y Liechsteirner, habitualmente). Estos no llegan, están. Abren la defensa pisando la línea lateral, facilitan el espacio para los llegadores, pero no buscan los pasillos interiores. Su cometido es acompañar la jugada y lanzar dardos envenenados en forma de centros laterales. Y ahí debería imponerse la figura de Llorente.
La delantera bianconera mezcla la movilidad y el ataque estático. Si en temporadas anteriores Vucinic fijaba a la defensa y Giovinco era el encargado de caer a la banda y abrir hueco para los llegadores, la fórmula se ha perfeccionado con la llegada de Tévez. El argentino ha explotado su vena de mediapunta para asociarse con los medios, con los carrireleros y para llegar desde atrás al área. Así también fabrica los espacios libres que aprovechan Arturo Vidal, Pogba o Marchisio. También ha cogido los galones fuera del campo para lanzar un mensaje claro: “No hay miedo al Madrid”, respondió ante el doble enfrentamiento que marcará el futuro de la Juve en la Champions.
La otra pata de la delantera sería la posición del riojano. Mucho debería fijarse Llorente en Vucinic, su principal rival en ese puesto, en sus desmarques de ruptura a la espalda de la defensa, en la lectura de los pases milimétricos de Pirlo y en la combinación del pase en corto asociativo con el pase largo para romper líneas desde la defensa propia. Ahí Bonucci es un maestro. Viviendo en el área, Llorente debe ser el receptor de los centros laterales lanzados por los carrileros-extremos o los pases al hueco de las jugadas más directas. Son los nuevos matices del método de Conte. Con Fernando sobre el campo, el juego se vuelca más a los costados para que el cace al vuelo a su presa. Así llegó su primer gol en el calcio y esa jugada amenaza con repetirse mucho esta temporada, ya sea con Llorente o con Quagliarella, el otro cazador del área.
No obstante, Fernando y la Juve no se encontrarán las mismas dificultades en la Serie A que en Europa. El viejo continente es el objeto de deseo bianconero y es ahí donde las dudas se han multiplicado. Dos empates ante los dos rivales teóricamente más débiles del grupo han provocado una mezcla de temor e incertidumbre. A la vuelta de la esquina espera el Real Madrid y la amenaza de tirar por el sumidero una temporada en el mes de noviembre. Será en la Champions, ante rivales que presionen, que ahoguen a Pirlo y cierren los pasillos interiores de los volantes, cuando la referencia de Llorente arriba puede sacar de más de un apuro a los de Conte. Encuentros de delantero boya como contra el Galatasaray, contra el que disputó 25 minutos en busca, una vez más, de una remontada urgente. Ese es por ahora su papel, el de refrescar a su equipo, el de oxigenarlo para arribar a la cima del gol. Mientras, pule alguna de las facetas que le exige su nuevo entrenador, como mejorar la visión de juego para descargar el balón al espacio o asociarse en espacios cortos, rodeado de piernas y minas.
Hará bien Llorente en recordar su primer año con Bielsa, buscar a los mediocentros y los carrileros, interpretar, en definitiva, el juego de posición como hace cada vez que se enfunda la roja. Deben ser esas, lecciones aprendidas del método de Conte, aunque la velocidad y la combinación del pase largo y corto le obliguen a un estado físico imponente. Un reto más tras un año sin tensión competitiva. La incógnita, aún por resolver, será ver cómo se desarrolla su implicación en la recuperación de la pelota. No es la Juventus un equipo de presión asfixiante, prefieren los turineses poblar la zona ancha del centro del campo y ganar el balón y la partida por acumulación. Agazaparse, robar y salir. En ese paisaje, Llorente será el encargado de tapar a los centrales mejor dotados con la pelota y adelantarse unos metros en busca del espacio a la espalda de la defensa. Pirlo se encarga del resto. Bien lo sabe Vucinic.
Mientras, la grada, y posiblemente la propia familia Agnelli, suspiran por el nuevo cóctel bianconero, con la dosis exacta del carácter Apache y el zarpazo súbito del León. Características diferentes pero complementarias para afianzarse como la mezcla perfecta, como la pareja que debería rematar el once titular de Conte. Aunque hablar de titulares y suplentes con un devoto de las rotaciones en el banquillo es mucho decir. El delantero español ya sabe lo que es compartir frente de ataque con Tévez, un punta móvil y asociativo con tendencia a caer a la banda, y con Quagliarella, un nueve más rápido que Llorente al que le gusta pisar mucho el área. Desconocemos el sabor de la mezcla con Giovinco, aunque el fantasioso pequeñajo y su gran visión de juego auguran una gran conexión.
Llorente tendrá que adaptase a todas las combinaciones porque Conte ya ha demostrado (como también hizo el año pasado) que hay partidos y situaciones para todos, por lo que es difícil repetir pareja de baile. Ante el gran fondo de armario bianconero, la paciencia del riojano, como nos advertía Jesús Garrido (o el propio Apache Tévez: “Llorente es un campeón, cada uno debe tener su tiempo para adaptarse a las novedades”), resultará clave. En esa adaptación, el equipo debe aceptar perder velocidad en las transiciones para ganar metros más fácilmente buscando su cabeza privilegiada. De la complementación a las diversas variantes planteadas por Conte dependerá en gran medida los éxitos bianconeri y las cotas que alcance un equipo que marca tendencia en Italia. Como espera marcarla Llorente, dotando a su bello fútbol del punto de fiereza que le convierta en el nuevo Rey León del Piamonte.
* Emmanuel Ramiro es periodista.
– Fotos: Massimo Pinca (AP) – AFP
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