El entrenamiento en fútbol, la mentira milenaria. La adquisición de conocimientos, habilidades y capacidades en resultado a su enseñanza, cuando “el fútbol no se enseña, se aprende; si se enseñase cualquiera sería Maradona o Messi” (F. Signorini). A lo sumo, podemos descubrir y favorecer capacidades connaturales, pero eso tiene que ver más con jugar que con entrenar.
“¿El jugador nace o se hace? Se hace descubriendo las capacidades con las que nace”. (Óscar Cano)
El craso error es enseñar en lugar de dejar aprender. Los buenos jugadores son supervivientes de los entrenadores, como Beethoven lo fue de aquellos que quisieron enseñarle y los ateos lo fuimos de la asignatura de religión en los colegios. Gracias a Dios carecemos de suficiente capacidad para frustrar naturalezas irremediables; a pesar de los desafueros del poderoso, seguirán saliendo jugadores talentosos y creándose sociedades inteligentes.
Esto sucede porque no se puede controlar lo incontrolable ni medir lo inmesurable. Por muchas respuestas que consigamos, no sabremos por qué ocurren las cosas. El problema se agrava cuando las respuestas nos engatusan formándonos ideas e ideales, haciéndonos creer que las naturalezas irremediables surgen por nuestra costura; cuando simplemente lo hacen por irremediables.
Deberíamos empezar a entender que cuando nacemos no somos folios en blanco, venimos ya rellenos. Hay cosas que hacemos porque comprendemos de manera natural, porque tenemos aptitudes. Xavi Hernández puede practicar tantas veces como quiera el uno contra uno, que jamás llegará a regatear tan bien como Joaquín. Del mismo modo que el gaditano, entrene lo que entrene, nunca sería capaz de orquestar el juego como el 6 barcelonista.
Estamos hablando de creatividad, de imaginación aplicada, de creación subjetiva. Las escuelas nos han educado para perderla; o para no encontrarla. ¿Cuántos músicos han desaprovechado su talento natural para estudiar trigonometría? ¿Cuántos bailarines han dejado de bailar por miedo a fracasar en la vida?
Los sistemas educativos se basan en las necesidades de la industrialización y se cimientan sobre el miedo. A lo largo de la historia hemos sido educados para cosas que no nos pertenecen, se han malgastado y minusvalorado talentos de manera impecable en favor de beneficiar la rueda económica de los poderosos.
El entrenamiento en fútbol no es distinto. Su función suele ser la de dirigir jugadores contra su libre naturaleza en el juego; profesores de matemáticas con excelentes cualidades para la música.
“Sociedades estúpidas son aquellas en que las creencias vigentes, los modos de resolver conflictos, los sistemas de evaluación y los modos de vida disminuyen las posibilidades de las inteligencias privadas”. (José Antonio Marina)
“Es una aclamada máxima fascista. La inteligencia social fue rebelándose contra esta tiranía, defendiendo los derechos individuales previos al Estado, desintoxicándose de la sumisión. Apareció así la idea de la dignidad inviolable del individuo”. (José Antonio Marina)
“Lo esencial siempre será saber de jugadores y descubrir sus capacidades para jugar con los que comparten camiseta”. (Óscar Cano)
Sobre metodología en fútbol, estoy a favor de la periodización práctica, no táctica. Aquella que se basa en descubrir y se niega a inventar, que organiza naturalmente las interacciones entre jugadores, creando un significado cuyo principal beneficio sea el desarrollo del talento creativo interactuado. “Organizar la práctica…”.
Si hubiese método, sería el propio juego, alejado de divisiones en veintisiete partes, de intenciones vanidosas, de planificaciones innecesarias que estropean lo realmente importante: las relaciones. Estas son orgánicas, no lineales. Se trata de dinámica y fracasa cuando se vuelve rígida, mecanizada, cuanda la hacemos nuestra.
El producir del jugador resulta inédito, más todavía en el intercambio, puesto que el que recibe la información está condicionado para dar la siguiente respuesta. Ninguna interacción mejorará su comprensión por repetición, es más, puede llegar a perjudicar porque la contestación no corresponda con lo esperado. Entonces, dime qué vas a entrenar que no puedas jugar.
El método no puede imponer quehaceres. Debe basarse en esas capacidades talentosas, creativas y naturales en interrelación. El objetivo es descubrir y favorecer lo que son capaces de hacer. Carece de lógica proponer una tarea donde los tomatiempos, como diría Lillo, estén obligados a jugar a un toque. Lo único que hacemos con reglas de provocación es desvirtuar la realidad.
Independientemente de lo que inventemos para intentar mejorar, los jugadores van a representar lo que son entre sí. Entrenar en base al modelo de juego es poético, novelero, y si no que se lo pregunten a las selecciones. El único método infalible no es el que respeta la naturaleza del juego, sino aquel que atiende a las convicciones.
(Sobre entrenamiento analítico en Italia): “La confianza del jugador en lo que está haciendo sí mejora el rendimiento”. (Adrián Cervera)
Nadie tiene ni idea de cómo será el mundo en cinco minutos, cada segundo que pasa nos convierte en personas distintas. Pero conozco entrenadores que programan meses antes de saber qué equipo van a entrenar. ¿Qué planifican? ¡Quiero saberlo! Si me lo propongo, en una tarde adelanto faena y no trabajo en diez años.
La planificación es lineal, monocorde, aburrida, contranatura, pasiva, artificial, autómata. Cuando el desarrollo del talento humano no es un proceso mecánico, sino orgánico, sistémico, complejo. Se trata de que el protagonista desarrolle sus propias soluciones en relación a las circunstancias que se generan a cada instante.
“Los dogmas del tranquilo pasado son inadecuados para el tormentoso presente. La ocasión es una montaña de dificultades y debemos levantarnos con la oportunidad. Dado que nuestro caso es nuevo debemos pensar y actuar de nuevo. Debemos desencantarnos de nosotros mismos y salvar este país”. (Abraham Lincoln)
Si no llegamos a comprender esto, nos estancaremos en la estupidez, en esta evolución involucionada apoyada por la mayoría. El objetivo de cualquier sociedad inteligente debería ser el bienestar y la ampliación de posibilidades, pero ¿qué ocurre cuando ese bienestar se encuentra alterado y nos conformamos con lo exiguo?
“La innovación es díficil porque significa hacer algo que en su mayor parte la gente no encuentra muy fácil. Significa desafiar lo que damos por hecho, cosas que creemos que son obvias. El gran problema es la tiranía del sentido común”. (Ken Robinson)
– Ignorantes de corbata y sabios en chándal (Parte I)
* Kevin Vidaña es Técnico Deportivo de Fútbol Nivel II. Técnico de captación del fútbol base del Levante UD en Andalucía
– Foto: Rocas, de Gilbert Garcin
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