Ignorantes de corbata y sabios en chándal (Parte I)

por el 11 octubre, 2012 • 17:03

He enfermado de importancia por culpa de quienes me contratan. Si no impones un modelo de juego determinado no tienes suficiente personalidad; si tu cuerpo técnico no entiende de especialistas eres poco profesional; si no realizas duras pretemporadas ya conoces el motivo de las derrotas; si ordenas poco y tus ejercicios son sencillos no sabes entrenar; si no gritas enfadado careces de carácter…

 

Por la causa, me he propuesto defender una idea de juego preciosista aunque eso signifique obviar las interacciones naturales entre jugadores. Algunos más cándidos se alejarán de mi romántica idiotez, pero tristemente para hacer algo con el mismo trasfondo: imponer modelo, seguir atentando contra lo natural. La misma atrocidad con otro nombre; como si de Guardiola dependiese que el Levante jugara como el Barça, como si la manera no tuviese que ver con las capacidades de los ejecutantes.

Perdonen la ironía, pero no me puedo contener.

 

El modelo de juego tiene su verdadera esencia en las relaciones, en el fluir inteligente que permite el desarrollo de cada talento individual en el sistema. No se trata de ocupar cada inteligencia individual, sino la inteligencia que surge de ellas.

Desde el gozo de mi falsa seguridad puedo decir que no existe función adaptativa del jugador al molde, puesto que lo transforma en su creación de significado inédito. Lo importante es la adecuación en el fluir natural, la capacidad de interpretar y sentir una misma manera de jugar.

Aunque Busquets y Guardiola compartan perfil de 4, sus influencias en el juego son totalmente diferentes. Pero como nos gusta estar absolutamente seguros de lo que no sabemos, damos por hecho que sus cualidades comunes y el desempeño de los automatismos –que solamente favorecen situaciones– tienen más importancia que las situaciones en sí en un entorno determinado y único, que requiere necesidades específicas independientes del modelo antepuesto y milimétricamente planificado.

Dos jugadores nunca producen una misma cosa, y menos en su relación con los demás. Dejarán de aparecer perfiles de 4 y el modelo de juego del Barça seguirá construyéndose sobre sí mismo, adecuándose a los cambios que jamás han dejado ni dejarán de acontecer, preocupándose de las necesidades que surjan entre ellos y no tanto de falsos perfiles.

Descubrir, respetar, hacer visibles y potenciar las relaciones más significativas proponiendo contextos que favorezcan su surgir, no juzgar anticipadamente.

“La inteligencia social es una tupida red de interacciones entre sujetos inteligentes. Cada uno aporta sus capacidades y saberes, y resulta enriquecido o empobrecido por su relación con los demás. Los intercambios recurrentes, copiosos, indefinidos producen pautas estables. Los teóricos que hablan de la construcción de la realidad se refieren a la obra de estos telares infinitos y anónimos”. (José Antonio Marina)

“Los lenguajes, como las culturas, son creaciones colectivas. Una necesidad –comunicarse– conduce a la invención de modos cada vez más eficaces de hacerlo, que son aceptados y afinados por la propia comunidad. Nadie puede introducir una palabra en el lenguaje. A lo sumo puede inventar un término y proponer su uso, pero que se generalice depende de los demás”. (José Antonio Marina)

La tarea principal del entrenador debería ser dejar jugar, mejor dicho, saber dejar jugar. Permitir que las interacciones inteligentes produzcan pautas estables y automatizar en base a lo producido. Tales automatismos (presión tras pérdida, salida lavolpiana, etc.) no se inventan, se descubren –y no dejan de hacerlo–, teniendo su fin en dar continuidad a lo verdaderamente valioso.

No podemos motorizar la presión tras pérdida, por ejemplo, si no somos capaces de desorganizar al rival con una secuencia larga de pases y juntarnos lo suficiente para crear superioridades en el acoso. Si mi equipo lo forman Lampard, Malouda y Drogba, lo ideal sería un tipo de repliegue tras pérdida que posibilitara, en la acción futura, el desarrollo de lo que mejor saben hacer.

Automatizamos para dar libertades, nunca para cohibirlas. Con sorna, podríamos decir que Fernando Torres funciona más como automatismo que como futbolista: “Cuando empiezan a buscarse y relacionarse lo paso mal porque no sé donde ir”. El delantero de la selección española beneficia las asociaciones de los buenos en un ejercicio magistral de despiste.

“Ninguna conducta humana compleja podría ejecutarse con eficiencia si alguno de sus componentes no se hallara automatizado”. (José Antonio Marina)

Un ejemplo común de fracaso suele ser la aplicación de la salida lavolpiana. En el afán de encontrar respuestas fuera de nuestros jugadores, cuando son ellos los únicos que las pueden dar en concordancia a sus capacidades individuales y colectivas, abrimos a los centrales y arrastramos a uno de los mediocentros masticándoles la solución táctica, como el tonto motivado que explica al listo deprimido.

Ninguna mecanización del exterior va a ser mejor que la interacción natural más mala, los automatismos nacen del juego y para el juego. Por miedo, para asegurarnos de la acción, por vanidad, para creernos responsables de ella, y por mimetismo, porque al ganador le funciona, dirigimos conductas imitables desfavoreciendo lo que podría ser nuestra inimitable creación.

Los futbolistas representan lo que son entre sí, no lo que queremos que sean. El gran fracaso de la inteligencia social es no respetar la libertad de sus individuos, como hicieron Hitler con Alemania, Stalin con Rusia o Pol Pot con Camboya. No podemos seguir vistiendo al mono de seda, forzando conductas contranaturales y sacrificando la esencia en favor de prestigiar nuestra casi inservible labor.

Sergio Lobera, reciente entrenador de la U. D. Las Palmas, aseguró ser un entrenador ofensivo. Más allá del pensamiento sistémico que nos pueda llevar a debates sobre ataque-defensa, supongamos que se refería a tener más protagonismo con balón que el rival. ¿Tenemos ya la potestad de elegirnos ganadores o se mostró vanidoso, aún sabiendo de que no lo es, pero necesita serlo para ser contratado?

André Villas-Boas pidió perdón porque su equipo ganó con actitud contragolpeadora. Lo siguiente será disculparse por ser portugués. No podemos negar nuestra naturaleza cíclica. No existe forma de jugar más legal que otra, lo verdaderamente ilícito es proponer contextos que alteren el flujo congénito, como privar a Drogba de balones largos u obligar a Terry a iniciar jugada desde atrás.

Llegados a esta hartura de artículo, pretendía cometer faltas de ortografía a propósito para dejar ver que soy mejor entrenador que escritor, pero no es verdad. Me niego a comprimir para comprender y dejar de pensar para llegar a conclusiones.

Decía Juanma Lillo: «El conocimiento es poder y la ausencia de conocimiento, además de ignorancia, es falta de poder, con lo cual se está a merced del que sabe”. En un mundo donde lo importante es aparentar, donde los jugadores pasan a un segundo plano y el entrenador se erige como responsable del juego, los mejores no merecen entrenar, entre otras cosas, porque no saben.

 

Kevin Vidaña es Técnico Deportivo de Fútbol Nivel II. Técnico de captación del fútbol base del Levante UD en Andalucía


– Foto: Ignorancia, de Gilbert Garcin




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