"El modelo de juego es tan fuerte como el más débil de sus eslabones". Fran Cervera
Europa no conseguía embocar los putts. El objetivo final por el que se pegan golpes de 300 metros, se esquivan trampas de arena o se mueve la bola de un lado a otro en las alturas no terminaba de ejecutarse, y los resultados reflejaban una frustrante impotencia. Era una Europa anestesiada, buscando que sucediera algo que cambiara el curso de los acontecimientos y la dinámica de los partidos. Los foursomes del turno de mañana habían finalizado con un resultado favorable de 3 a 1 para los americanos, que comenzaban a distanciarse de una forma tan clara como para decidir la Ryder Cup a falta de los enfrentamientos individuales. El marcador señalaba a mediodía un rotundo 8-4.
La tendencia se mantuvo por la tarde. El equipo de Davis Love III llegó a tener hasta seis puntos de ventaja en un momento dado y la ciudad de Chicago gritaba encendida ante lo que tenía visos de convertirse en un triunfo histórico. Fue entonces cuando apareció la respuesta del equipo de Olazábal, y lo hizo a través de un jugador que no cuenta en su currículum con una innumerable lista de éxitos. Ian Poulter no posee el talento de Tiger Woods ni el potencial de Rory McIlroy, pero cuando juega en formato match play pasa de ser un jugador de golf a un púgil enrabietado ante su combate más importante. Él solo consiguió torcer la realidad, silenciar al público y hacer que se escucharan sus gritos al otro lado del Atlántico. Poulter le otorgó a su equipo la oportunidad de ganar la Ryder Cup.
Keegan Bradley y Phil Mickelson ganan 7&6 a Luke Donald y Lee Westwood
La sociedad formada por Bradley y Mickelson ha sido el motor que ha movido a todo el equipo estadounidense. No solo han ganado sus tres partidos disputados sino que han arrollado a todos sus rivales, cediendo solo cinco de los cuarenta y cuatro hoyos que han afrontado. El guión ha sido siempre el mismo: una temprana ventaja en la vuelta y una sucesión constante de birdies. En los dos primeros hoyos de esta segunda jornada ya se habían situado dos arriba frente a Donald y Westwood, pero es que en el 7 la distancia aumentó a cuatro y en el 10 a seis. En el 11 se podía ver a Olazábal rogando por que frenaran esta sangría, que no duró mucho más. Habían ganado un punto más a falta de seis hoyos para el final del recorrido. Otra victoria incontestable.
Ian Poulter y Justin Rose ganan 1 arriba a Bubba Watson y Webb Simpson
Hay dos razones por las que Poulter y Rose han ganado los dos partidos que han afrontado. En primer lugar, sus rivales no han rendido al máximo de sus posibilidades; en segundo, estos dos ingleses han evitado los errores no forzados. Su mayor virtud ha residido en agarrarse con uñas y dientes al recorrido cuando los buenos golpes no terminaban de llegar y mostrarse contundentes a la hora de salvar los pares. Barro y sudor frente en una de las situaciones más tensas que puede llegar a vivir un golfista profesional desembocaron en los fallos de sus rivales, especialmente los más inexpertos. Snedeker falló el golpe decisivo el viernes y el sábado el turno le llegó a Simpson, que fue incapaz de convertir la oportunidad de birdie que produjo su compañero en el hoyo 18. Otro error y otra victoria de esta dupla, el punzón del equipo europeo esta semana.
Jason Dufner y Zach Johnson ganan 2&1 a Sergio García y Nicolas Colsaerts
Olazábal sabía que su equipo estaba necesitado de revulsivos y decidió unir a dos de sus jugadores más impredecibles para inyectar energía al conjunto. El belga venía de destrozar todos los registros en su debut en la competición y Sergio transmite pasión por la Ryder, por lo que los ingredientes para revolucionar la tarde quedaron dispuestos frente a Dufner y Johnson, la pareja de golfistas autómatas: capaces de repetir el mismo swing hasta la saciedad. La razón por la que ambos no fueron capaces de imponerse, una vez más, estuvo en los greenes. Desde el hoyo 4, donde Nicolas falló un putt corto para birdie, su vuelta pareció abocada al fracaso. Las bolas dibujaban todas las vías posibles al agujero pero solo en tres ocasiones terminaron encontrándolo: en el 4, 11 y 16. Con solo dos por disputar, la ventaja se redujo a un hoyo y como si de una maldición se tratara, Colsaerts envió su siguiente golpe al agua, abandonando toda esperanza de igualar la contienda. Fue una remontada interrumpida constantemente y a lo largo de 17 duras pruebas.
Jim Furyk y Matt Kuchar ganan 1 arriba a Rory McIlroy y Graeme McDowell
La anestesia europea se reflejó a la perfección en este partido, en el que la mejor pareja del viejo continente consiguió su primer birdie del día en el hoyo 14. Hay una distancia crítica en el golf que diferencia una buena vuelta de otra memorable y se encuentra entre los 3 y 5 metros del agujero. Es en esta franja de espacio donde se sitúan la mayoría de putts que sirven para restarle golpes al campo o, en el caso del match play, presionar al oponente. McIlroy y G-Mac afrontaron un examen de 13 hoyos desde esta distancia crítica sin éxito alguno, y al igual que García y Colsaerts, terminaron desesperados. Solo tres aciertos en 17 hoyos necesitaron Furyk y Snedeker para salir airosos de un enfrentamiento que ganaron por la incapacidad de sus rivales.
Dustin Johnson y Matt Kuchar ganan 1 arriba a Nicolas Colsaerts y Paul Lawrie
La lógica nos dice que en este formato, en el que cada jugador compite con su propia bola y se selecciona el mejor resultado de ambos, se producen más birdies que en foursomes. Sin embargo, Europa comprobó en este partido que ni el sentido común ni el razonamiento más objetivo le acompañarían a lo largo de la tarde. De poco importó que las oportunidades se duplicaran porque tanto Colsaerts como Lawrie chocaron de nuevo contra el muro que llevaba impidiendo a su equipo progresar en la clasificación. El belga había conseguido tres birdies junto a García por la mañana y volvió a repetir registro junto a Lawrie por la tarde, solo que en esta ocasión, la derrota fue más dolorosa. Dustin Johnson restregó por sus narices el motivo de la derrota embocando un putt de seis metros en el hoyo 17 y sacando el puño como deberían haber hecho los europeos. Poco pudo hacer Nicolas, grandioso en su debut en la Ryder, en el último de los hoyos. Su intento de empatar el partido también se asomó al hoyo, pero nada más. Otra vez a solas con la impotencia.
Bubba Watson y Webb Simpson ganan 5&4 a Justin Rose y Francesco Molinari
Cuando la dinámica de todo un equipo es fallar putts para birdie, juntar a dos de los peores en este sector en el mismo partido fue dramático para Europa. Ni Francesco ni Justin consiguieron ganar uno solo de los 14 hoyos por los que transcurrió su enfrentamiento, por lo que la tarea estadounidense fue amena e incluso divertida por momentos. Bubba, gracias a su pegada, se encargó de los pares 5, mientras que Simpson se recuperó de su partido matinal para rendir en los más cortos. Entre ambos sumaron nueve birdies y otro punto para Estados Unidos.
Sergio García y Luke Donald ganan uno arriba a Tiger Woods y Steve Stricker
Europa consiguió en este partido hacer algo que se le había resistido durante toda la Ryder Cup: coger la iniciativa. Donald y García, una de las mejores parejas que se han visto en esta competición durante la última década, comenzaron con dos birdies en sus dos primeros hoyos para marcar las distancias frente a Woods y Stricker. Entrar en una dinámica positiva es mucho más fácil una vez conseguidos dos aciertos, y los europeos lo demostraron llegando a colocarse cuatro arriba al finalizar los 9 primeros hoyos. Un partido que parecía sentenciado volvió a cobrar emoción porque uno de los que iba perdiendo se llamaba Tiger Woods; el jugador que más odia perder en el mundo. Sus cinco birdies hicieron que la placidez se transformara en tensión, obligando a Donald a salir al rescate en el hoyo 17 con un golpe que aterrizó a centímetros del hoyo, sumando el primer punto del día de color azul.
Ian Poulter y Rory McIlroy ganan uno arriba a Jason Dufner y Zach Johnson
Para comprender el verdadero carácter de Ian Poulter bastó verle en los momentos previos a pegar su primer golpe del día. El público americano le silbaba y el inglés, mirando a las gradas, les arengó para que lo hicieran con más fuerza. No quiere vueltas tranquilas en match play sino verdaderos combates, en los que cuanto más le provocan mejor juego despliega. Su emparejamiento con Rory McIlroy fue el último intento de Olazábal para encontrar desesperadamente los birdies y, a pesar de ir perdiendo durante 14 hoyos, por fin llegaron. En el octavo punto disputado en el día.
Poulter completó uno de los capítulos más memorables en la historia reciente de la Ryder Cup consiguiendo cinco birdies en los cinco últimos hoyos del recorrido para ganar a Dufner y Johnson. No hubo rastro de McIlroy, número uno del mundo, en este final, fue solo Poulter contra ellos dos, contra el público y contra unos greenes que habían desesperado a todo su equipo. “Soy difícil de ganar en match play”, había declarado el inglés. “A nadie le gusta jugar contra mí. Es así de simple”.
A cada putt de birdie que entraba, Poulter soltaba un grito capaz de escucharse por encima de las miles de gargantas que abarrotaron el Medinah Country Club. No solo cambió la dinámica del enfrentamiento y le dio a Europa una mínima oportunidad de victoria, sino que consiguió algo aún más difícil. Habían pasado 18 hoyos desde que pidiera a las gradas abucheos más fuertes y Chicago había respondido con orgullo a la llamada. Todo un partido a match play con silbidos en sus aciertos y celebraciones en sus errores. Pero en el momento en que afrontaba su putt para ganar, en lo que podía ser su quinto birdie consecutivo, el silencio se apoderó del campo de golf y las miles de personas allí reunidas contemplaron el camino que siguió su bola hasta caer en el hoyo. En ese momento, todas y cada una de ellas dejaron escapar un alarido de emoción.
Más allá de los ánimos que pudiera insuflar el público a los jugadores locales, aquel final de Poulter causó una admiración lo suficientemente grande como para que las mismas personas que le abroncaron durante toda la vuelta fueran capaces de dejarse llevar por unos segundos y gritar: “¡La ha metido!” En lo que supuso una breve victoria del inglés sobre la voluntad de toda una afición.
Es muy probable que Europa no gane este torneo. Necesita sumar ocho de los doce puntos que se disputan en la jornada final para retener el título que consiguieran en Celtic Manor, pero si existe alguna ligera posibilidad de conseguirlo es gracias a Ian Poulter. Los doce hombres de Jose María Olazábal saldrán uniformados el domingo con el mismo conjunto que vistió Severiano Ballesteros al ganar el Abierto Británico de 1984, en un último intento de cambiar el transcurso de esta edición. No suelen resultar exitosas las llamadas a la épica, pero tanto Seve cuando jugaba como Poulter en esta segunda jornada hacen factibles este tipo de gestas. Lo explicaba muy bien Ian tras sus cinco birdies: “¿Sabes qué? Es muy divertida, esta Ryder Cup”.
* Enrique Soto. En Twiterr: @esoto Escribe en www.cronicagolf.com
– Fotos: Mark Pain – Charlie Riedel (AP) – Reuters – AFP
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