"La clave del éxito no es jugar como un gran equipo, sino jugar como si el equipo fuera una familia". Stephen Curry
Seis años y medio, 264 partidos y 121 goles después, se marcha del Real Madrid su número 20: Gonzalo Higuaín (Brest, 1987). Llegó al club blanco siendo un niño y en la capital se hizo un hombre. El paso de Higuaín por el Madrid ha estado marcado por las dudas. Un jugador de raza, casta pura, símbolo de la épica que rodea al Real Madrid, y que se ganó el cariño de la exigente afición merengue. A pesar de malas rachas, fallos, partidos grises, el Bernabéu lo quería. Hasta hace unos meses. El partido contra el Borussia Dortmund fue la gota que colmó el vaso: salió de esa eliminatoria como uno de los principales señalados. Su fallo en el minuto 4, que hubiera metido al Madrid en la posible remontada, tuvo mucho que ver en eso. Un hecho aislado no debe condenar a un jugador, pero los debates respecto a su capacidad goleadora y aportación al juego venían desde mucho antes. Desde el principio, prácticamente.
Llegó en el mercado de invierno de la 06/07 para aportar su granito de arena y, sobre todo, como proyecto de futuro. Vino como teórico jugador de banda, dada su velocidad y su habilidad en los centros, o como segundo punta, pero no como delantero centro al uso. En esa Liga, el Real Madrid consiguió recortar la distancia con el Barcelona, sumó de tres en tres gracias a varias remontadas épicas. Higuaín tuvo su primer momento de gloria anotando el 4-3 contra el Espanyol en el Bernabéu, un partido que se había ido 1-3 al descanso. En la segunda temporada participó más y Schuster fue centrando su posición en muchos partidos. Mantenía su velocidad, era un jugador explosivo, mejoró su calidad de desmarque, tenía regate y movimiento, pero seguía fallando. Era capaz de generarse ocasiones, pero no terminaba de aprovecharlas. Marcó 9 goles.
En la 08/09 vimos la explosión del Higuaín goleador. Van Nistelrooy estuvo lesionado prácticamente toda la temporada y fue el Pipita el que tomó las riendas en términos goleadores. Su evolución era evidente, ya no era ese jugador fino y rápido, sino que ganó músculo y potencia y fue acomodando sus cualidades a la posición de delantero centro referente del equipo. Máximo anotador con 24 goles, líder también en el campo luciendo casta y valentía. Dos ejemplos: el Madrid consiguió ganar 4-3 al Málaga, después de que el conjunto blanquiazul se adelantara tres veces en el marcador, con un estelar Higuaín, que marcó los cuatro goles; y el 3-2 al Getafe, en aquel partido de Pepe y Casquero, con un zurdazo a la escuadra en el minuto 93. El Real Madrid no ganó esa liga, pero si encontró un hilo de esperanza ante el apabullante equipo de Guardiola, fue gracias a Gonzalo Higuaín. Es cierto que en un equipo de menos nivel era más fácil destacar, pero ese año el Pipa se ganó el corazón del madridismo. La temporada siguiente, con la irrupción de Cristiano, Kaká y compañía, su protagonismo y liderazgo fue menor, aunque siguió mejorando las cifras goleadoras (29) y le ganó la titularidad al recién aterrizado Benzema. Queda en la retina de todos los madridistas ese tiro al palo con el portero vencido ante el Olympique de Lyon. El gafe en la Copa de Europa persiguió a Higuaín desde el principio, se confirmó ese día y se perpetuó hasta que ha decidido marcharse.
Temporada 10/11. Llega José Mourinho al Real Madrid y el Pipita vuelve a ganarle la partida a su compañero Benzema, hasta que una hernia discal le obliga a pasar por el quirófano y le deja fuera de los terrenos de juego unos seis meses. Pintaba bien para él, podría haber sido su año, incluso su época con Mourinho, pero fue un punto de inflexión, ya que permitió que Karim resurgiera de las cenizas y peleara el puesto durante la 11/12. Aquella fue la temporada de los 100 puntos y 121 goles, de un Madrid goleador por excelencia, con tres jugadores por encima de los 20 goles en liga por primera vez en la historia. Higuaín y Benzema intercalaban titularidades, se sustituían el uno al otro durante los partidos y se consiguió que mantuvieran la tensión competitiva con éxito. Sin embargo, la realidad era que Higuaín empezaba en el banquillo todos los partidos importantes del curso. Llamaba la atención su poca participación en el juego. El argentino desaparecía en el campo, se desconectaba de los partidos y estaba impreciso en los pases. Sólo aparecía para dar el último toque. Un delantero puede permitirse esto si es infalible y su equipo arma juego suficiente sin él. Y ni lo uno, ni lo otro. El Real Madrid agradecía más la participación de Benzema y el doble falso 9 que formaba con Cristiano Ronaldo que los goles de Higuaín. En su último año no encontró el estado de forma óptimo, no marcó los goles que se le exigían y por primera vez vio cómo la grada se lo reprochaba con algunos pitos. Comenzó con varios fallos en la vuelta de la Supercopa, privando al Bernabéu de lo que podía haber sido una goleada contra el eterno rival y haciendo que el Madrid terminara pidiendo la hora. Estuvo espeso, igual que su equipo, durante casi toda la temporada. Todavía se guardaba un último esfuerzo, una muestra más de su garra, y se impuso a Benzema para ser titular en Old Trafford, Camp Nou y en los dos partidos de semifinales frente al Dortmund. Trabajó para merecerlo y lo dejó todo en el campo en aquellos encuentros. No marcó en ninguno.
Se despide de nuestra liga un jugador competitivo, entregado, trabajador, con explosividad para la carrera y el desmarque. Sólo 13 jugadores consiguieron marcar más goles que él con la elástica blanca y uno en concreto, todo un icono del madridismo, Juanito, anotó los mismos. Probablemente no se vaya orgulloso de sus 8 goles en 48 encuentros de Champions League, su cruz en el club merengue, aunque sí los marcó de todos los colores en la liga. No se puede decir que Higuaín fuera poco; simplemente, no fue suficiente.
* Juan Zubiría. Sitio web: desdelazonamixta.wordpress.com.
– Foto: Reuters
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