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Neuer en la portería; Rafinha, Boateng, Dante y Alaba en la defensa; Lahm de mediocentro; Kroos y Schweinsteiger de interiores; Ribéry de extremo izquierdo, Robben de extremo derecho con mucha movilidad y Müller abarcando todo el frente del ataque. Con esta alineación arrasó el Bayern München de Pep Guardiola a un Manchester City al que de inicio, a diferencia de su rival, sólo le faltaba un jugador. Eso sí, el más importante: David Silva.
Ni adaptarse al campo inglés, ni jugar a no arriesgar al principio por la amenaza local; el Bayern salió a por todas. Jugando muy fluido, a pocos toques y siendo muy ancho para evitar la presión del City, que quería el balón pero no lo olía. Era del Bayern, que lo tenía con un fin claro: atacar. Y de paso que el City no tuviera opciones. Siete minutos tardó Ribéry en silenciar la grada de Manchester con un derechazo inesperado propio del crack mundial que es, pero no desviado de manera impropia por un portero del nivel del que se considera a Joe Hart.
No sabemos si habría cambiado algo si lo hubiera parado, pero la cuestión es que no cambió. El Bayern quería hacer su juego: marcar más goles y anular al rival. Para ello mostró la máquina de precisión que es: presión asfixiante, movilidad imparable en sus hombres que destrozaba las vigilancias defensivas y la unión de las líneas citizens, desequilibrio eléctrico cerca del área rival… Pero sobre todo algo que no tenía y que ha sabido combinar con todo lo anterior: una velocidad enorme en la circulación de balón, basada en un trabajo colectivo formidable. Porque distintos instrumentos tácticos emplean todos los equipos, pero a toda velocidad y con máxima precisión, muy pocos.
Si los dos puntas locales presionaban a los centrales, estos se abrían y Lahm se ubicaba entre los mismos, soltando rápido el balón, de manera que la salida era limpia. Si el City acumulaba jugadores por dentro, se insistía en los cambios de orientación. Los jugadores atacantes se ubicaban a distintas alturas: unos apoyaban y otros rompían; unos se acercaban y otros se alejaban. Todo ello mientras el balón corría mucho más de lo que pudiera hacer cualquier persona humana. Y, claro, cuando encontraban espacios, ahí sí había lugar para que corrieran los jugadores. Eso ha sido lo más impactante del Bayern hoy: la conservación de las antiguas virtudes unidas a las nuevas. Si consigue eso de manera sostenida, será aún más imparable.
Cabe decir dos cosas en primer lugar: la base táctica con la que se ha encontrado Pellegrini dista mucho de la que dejó Heynckes a Pep, y sus equipos suelen tardan en alcanzar su máximo. Dicho esto, el repaso futbolístico que ha sufrido es inaceptable para un conjunto que juega en su estadio y que está compuesto de individualidades de ese calibre. Esa fue la diferencia principal: individualidades contra colectivo, con la clara consecuencia de que, en el más alto nivel, las únicas individualidades que aparecen regularmente son las integradas en grandes colectivos.
Persiguiendo sombras y tratando de ejecutar un plan que era absolutamente superado, los citizens recuperaban el balón tan fatigados (sobre todo mentalmente) que no tenían ideas para saber qué hacer con él. Al menos, no para saberlo mientras venían varios de rojo corriendo a morder. Así, nada pudo generar el City en la primera mitad. Ni Touré ni Fernandinho pudieron conducir, ni Nasri, aparecer, ni los puntas prácticamente tocar el balón. Sí recibió balones Navas, pero fue completamente anulado por Alaba. Al sevillano no le sientan bien los laterales de físico similar al suyo, como se ha podido ver con Jordi Alba, quien llegó a parecer un buen defensor frente a él el año pasado.
El City necesitaba cambiar muchas cosas para competir, y Pellegrini creyó poder hacerlo en el descanso con idénticos jugadores y sistema, ordenando que fueran más agresivos con y sin el balón, que defendieran más arriba. Obviamente, así Ribéry, Müller y Robben son felices. El alemán fue el encargado de anotar el segundo tanto, tras un pase largo magistral de Dante y una nefasta vigilancia de Clichy, impropia de un jugador profesional. Si el segundo gol fue en un ataque posicional del Bayern que aprovechó el alto repliegue que había ordenado el entrenador chileno, el tercero sería aprovechando en un contragolpe puro concluido por Robben. La conducción impotente de Fernandinho y la presión muniquesa que originó la pérdida reflejaron las sensaciones de ambos equipos. Acto seguido, el Bayern consiguió aumentar aún más su ventaja.
Detengámonos en Fernandinho y Touré, pareja de centrocampistas de la que Gaby Ruiz (a quien hay que felicitar por su retransmisión en Digital +) afirmaba reiteradamente que, por sus características, no era apta para llevar la iniciativa en grandes duelos. Bien, en el día de hoy se han visto muy superados, en permanente inferioridad tanto posicional como numérica. Los centrocampistas del Bayern recibían en mejores condiciones de los defensas, tenían más y mejores apoyos de los puntas, por lo que ha sido más bien el todo (el colectivo) lo que ha hecho la diferencia. En cuanto a su viabilidad en el futuro para manejar el encuentro a través del balón, mi idea es la misma: dependerá de todo el equipo. El año pasado, en Múnich, una pareja de características similares (Javi Martínez-Schweinsteiger) dominaba a sus anchas el mundo. Aunque a un nivel inferior, el propio Pellegrini fue capaz de construir un equipo dominador mediante el balón con una pareja tan limitada como Camacho e Iturra. Y ni uno ni otro equipo tenía a Silva por delante.
El Bayern perdió mucho con las entradas de Kirchhoff (sobre todo por pasar Lahm a la posición de interior), Shaqiri y Götze por Schweinsteiger, Robben y Ribéry. Más aún ganó el City con las de Negredo, Milner y Silva por Dzeko, Agüero y Nasri. Sobre todo Silva. Él fue quien hizo que el City se reencontrara, que adquiriera sensaciones colectivas. A base de talento consiguió que lo que iba para goleada estuviera cerca de un final apretado (sólo el larguero le privó de marcar el 2-3 después de que Negredo hiciera el impresionante 1-3). Él es la cara positiva del partido para el City, pues si encuentra regularmente su nivel, el techo puede ser muy alto. Aunque hoy por hoy esté a kilómetros del Bayern actual.
Hasta cinco atacantes han brillado hoy, pero sobre todo lo ha hecho un colectivo. Un colectivo que, según me contó el otro día Martí Perarnau, trabaja en cada entrenamiento como no lo ha visto hacer a ningún otro equipo jamás. Y vaya si se nota. Pero si ha habido un hombre clave en ese colectivo, alguien capaz de facilitar la vida a los demás y de buscar el potenciamiento mutuo, ese ha sido Phillipp Lahm. Vestido del Guardiola jugador con el balón y de Mascherano sin él, ha cuajado un partido como mediocentro que no hay ni tres jugadores en el mundo capaces de hacer. Sí, un lateral derecho de 1,70 m ha sido el mejor jugando de mediocentro goleando fuera de casa a un equipo inglés. Guardiola ha vuelto.
* Rafael León Alemany.
– Foto: UEFA Champions League
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