Gordon Banks: anatomía de un instante

por el 14 noviembre, 2012 • 7:20

Sheffield es una ciudad del distrito metropolitano del condado de South Yorkshire. Recibe su nombre del río Sheaf, que surca la urbe y la fracciona entre la parte más suburbial y la verde y más próspera. No en vano la palabra anglosajona sheaf significa dividir, separar. También es conocida como la ciudad del acero, alcanzando un gran auge en el siglo XIX, en plena Revolución Industrial, con un crecimiento demográfico imparable, pasando de los 60.000 habitantes a principios de siglo a los 450.000 en 1901. El crecimiento de la población era directamente proporcional a su importancia en el país. Su producción de acero era imprescindible para la idiosincrasia inglesa y se construyeron un gran número de fábricas que si bien eran necesarias para el progreso de la comunidad, repercutieron en la salubridad de la misma, aumentando la polución a límites extremos. George Orwell en 1937 dijo de Sheffield que «podría reclamar con justicia ser la ciudad más fea del Viejo Mundo».

En pleno auge de la II Guerra Mundial, las fábricas de acero aumentaron su productividad para surtir de armas y munición a los británicos y sus aliados. Los alemanes sabían de la importancia de Sheffield en la guerra y decidieron bombardearla durante dos días, hecho conocido como el Sheffield Blitz u Operación Crisol. Los días 12 y el 15 de diciembre de 1940, la Luftwaffe iluminó con su arsenal mortífero el cielo de la ciudad británica. La Operación Crisol acabó con las vida de 660 personas e hirió a más de 1.500.

En una ciudad en ruinas correteaba un inocente Gordon, a punto de cumplir los 3 años de edad. Era el menor de la familia Banks. Hijo de un trabajador del acero y de una ama de casa, Gordon vivía en Tinsley junto a sus tres hermanos. La vida no era todo lo próspera que esperaban los Banks, que sobrevivían con dificultades. Gordon ya mostraba su pasión por el fútbol desde muy pequeño, que se unía a uno de sus pasatiempos favoritos: ir a la estación, observar los trenes, apuntar sus números y la ciudad a la que se dirigían; divertimento también conocido como train–spotting. Su escuela estaba en el corazón industrial de la ciudad, entre las fábricas de acero. Un día Gordon diría que la expresión “salir a tomar aire fresco” no existía en Sheffield.

El padre de Gordon decidió abandonar el negocio del acero y abrió una casa de apuestas, algo temerario al estar prohibido en la época, pero que le proporcionó suculentos beneficios. Cuando su situación familiar entró en un estatus que podría definirse como próspero, la tragedia arrolló a los Banks. Jack, el hijo mayor que llevaba las ganancias del día a su casa, fue atacado y golpeado por dos asaltantes. Días después fallecería por las lesiones causadas, un hecho que aún atormenta a Gordon, que a día de hoy sigue llorando su muerte.

En plena adolescencia, Gordon abandonó la escuela y se puso a trabajar cargando carbón y haciendo chapuzas de albañil. Los estudios no eran lo suyo y jugaba al fútbol en sus momentos libres. Ted Burgin, guardameta del Sheffield United era el ídolo de Banks y una de las figuras futbolísticas que inspiraría su futura carrera. Gordon recuerda perfectamente la primera vez que se puso bajo palos, con 15 años: “Era un sábado después del trabajo. Fui a ver un partido del Millspaugh y su portero no podía jugar la segunda parte y me pidieron sustituirle. Fui corriendo a casa a por mis botas y volví justo para el pitido del árbitro. Tenían un jersey para mí pero no había pantalones cortos por lo que tuve que jugar con los vaqueros del trabajo, que estaban llenos de polvo y cada vez que golpeaba el balón, la nube de polvo me cegaba la vista”.

De esta manera comenzaría la carrera futbolística de Banks, que se presentó a una prueba para los juveniles del Rawmarsh Welfare y en su primer partido encajó doce goles, por lo que fue fulminantemente despedido. Sin desanimarse y convencido de su valía, volvió al Millspaugh y luego ingresó en el equipo juvenil del Chesterfield donde demostró sus dotes bajo palos, ascendiendo al equipo reserva. El Chino, como le conocían por sus ojos rasgados, comenzaba a llamar la atención por su agilidad y destreza en la línea de gol, su territorio natural. Ted Davison, manager del Chesterfield, le ofreció un contrato semiprofesional por el que Gordon cobraría 3 libras a la semana. En los reservas del Chesterfield, Banks sufriría la infamia de un equipo muy débil que finalizó colista de su liga ganando solamente 3 partidos y encajando 122 goles.

En 1958, tras cumplir el servicio militar en Alemania, donde conoció su futura esposa Úrsula, Banks volvió a la disciplina del Chesterfield, donde debutaría con el primer equipo en la Third Division. El Colchester sería el primer rival al que se enfrentaría Gordon. Tras demostrar su gran nivel desde el principio, 26 partidos después el Leicester City, de la First Division (la máxima categoría por aquel entonces), pagaba 7.000 libras por el traspaso del guardameta.

El ascenso de Banks resultaba vertiginoso. Comenzó de suplente de Dave McLaren, pero una lesión de este le permitió ser titular cuatro partidos, rindiendo a buen nivel. La recuperación de McLaren le devolvió al banquillo, pero el portero escocés encajó 14 goles en los 5 partidos siguientes, allanando por completo el camino a un Banks que escribía a trazo fino su leyenda. Se aferró a la titularidad de tal manera que McLaren, consciente de la imposibilidad de jugar, se fue al Plymouth al final de temporada. Su fama crecía día a día, fruto de su buena colocación, sobriedad y excelentes reflejos, que salvaron a su equipo en multitud de ocasiones. Gordon Banks jugó 293 partidos con The Foxes disputando dos finales de la FA Cup. La primera, en 1961, fue una clara derrota ante el Tottenham por 2-0, y en 1963 caerían derrotados ante el Manchester United por 3-1, en el primer título de los de Matt Busby tras la tragedia aérea de Múnich. Ese encuentro no lo olvidaría Banks, ya que dos de los goles fueron fallos flagrantes suyos. En 1964 Banks se redimiría en la final de la Copa de la Liga al vencer el Leicester al Stoke City y conseguir así el primer título de su carrera. Un año después volvería a perder otra final del mismo torneo ante el Chelsea, por 3-2.

En 1964, Gordon Banks se encontraba en el punto álgido de su vida. Tras perderse el Mundial de Chile’62 por una extraña decisión de Walter Winterbottom, que se dejaba aconsejar en exceso por directivos de la Federación a la hora de elegir al seleccionado, la llegada de Alf Ramsey al equipo de los tres leones desembocó en su titularidad indiscutible, debutando con la selección en un partido ante Escocia, en 1963. Entre 1964 y 1967 Banks defendió la meta del equipo nacional en 24 ocasiones sin perder ni un solo partido y fue nombrado portero del año por la FIFA durante 6 años consecutivos: de 1966 a 1971, siempre en encarnizada lucha con Lev Yashin.

En 1966, Banks fue partícipe del momento histórico por excelencia del fútbol inglés: la conquista del Mundial. Inglaterra era la anfitriona y sobre ella caía la presión de la eterna aspirante. Sus participaciones en el torneo hasta esa fecha no habían sido de relumbrón, siendo los cuartos de final su mejor clasificación tanto en Suiza’54 como en Chile’62. Ese año sería diferente. Dirigiendo a una defensa inexpugnable formada por Bobby Moore, Jackie Charlton, George Cohen y Jack Wilson, Gordon Banks estuvo 442 minutos imbatido, hasta que Eusebio, de penalti, anotó el gol del honor de Portugal en las semifinales. La final contra Alemania finalizó 2-2 en el tiempo reglamentario y el gol fantasma de Hurst en el tiempo añadido se convirtió en el más polémico de la historia de los mundiales. Inglaterra se coronó campeona y Banks en el mejor portero del torneo. Ese año se acuñaría la famosa frase «Banks es tan seguro como los bancos de Inglaterra”, haciendo juego de palabras con su apellido en la expresión originaria inglesa: «Safe as the Banks of England». El triunfo otorgó a cada jugador una prima de 1.000 libras y un abrigo. Varios de ellos, muchos años después, vendieron la medalla conmemorativa del triunfo, entre ellos Banks, que en 2001 se embolsó 124.750 libras.

Campeón del mundo, mejor portero del planeta, todo le salía a pedir de boca a Gordon Banks, que pronto vio como se repetía la misma historia que años atrás él protagonizó con McLaren. Un joven y pujante portero, de nombre Peter Shilton, se abría paso entre la muchedumbre en busca de la titularidad del Leicester City. Sus 17 años, unidos a unas cualidades naturales excepcionales, le hicieron retar a la directiva del The Foxes ofreciéndoles un ultimátum. «O me convertís en el próximo número uno de Inglaterra o me voy a otro club».  El Consejo del Leicester aceptó y el casi treintañero Banks se vio obligado a cambiar de aires. En 1967 fichó por el Stoke City por 50.000 libras, su último equipo en las islas.

A pesar de la savia nueva que llamaba a la puerta de la portería de la selección, Ramsey siguió confiando en Banks, que acudió como titular a México’70, donde Inglaterra defendía título. Encuadrados en un grupo con Checoslovaquia, Rumanía y Brasil, los ingleses se disputaron con los sudamericanos el primer puesto del grupo. El 7 de junio de 1970, en Guadalajara, ciudad del estado de Jalisco, bajo un sol abrasador, se enfrentaron los dos favoritos del grupo y a la postre, del torneo. En el minuto 10 de partido Carlos Alberto envió un pase milimétrico de 30 metros a Jairzinho, que superó a Terry Cooper y se internó en el área. Su centro en carrera se conviertió en un remate de cabeza de manual de Pelé, que flotando en el aire, pilló a Banks a contrapié en el otro palo. Gordon, con agilidad felina se rehizo de su posición y ante el bote del balón a dos centímetros de la línea sacó una mano imposible que envió el balón a córner. Esa intervención descomunal sería bautizada en ese mismo momento como la Parada del Siglo. Banks reconocería que cuando se estiró a por el balón, lo tocó con el pulgar y que en un principio pensó que había entrado. «Sólo cuando escuché los aplausos de Bobby Moore supe que la había sacado», explica. Pelé, más tarde afirmaría: «Desde el preciso instante en el que rematé, estaba seguro de que era gol. Ya había empezado a saltar celebrándolo cuando miré para atrás y comprendí que el balón no había entrado. No podía creérmelo».

Jairzinho finalmente adelantaría a los brasileños, que vencieron el encuentro por la mínima, aunque en los días posteriores sólo se habló de la parada de Banks. Inglaterra venció a Checoslovaquia y se clasificó para los cuartos de final, donde Alemania buscaba venganza. Banks, con problemas de estómago que las malas lenguas atribuyeron a la ingesta de cerveza, no pudo ser de la partida. Peter Bonetti, guardameta del Chelsea, le sustituyó. Los ingleses se adelantaron 0-2 a falta de 40 minutos por disputarse, pero los alemanes remontaron con goles de Beckenbauer, Seeler y Müller. El Kaiser afirmaría más tarde que su remate no hubiera entrado con Banks de portero. Gordon, que veía el partido desde el hotel, se quedó dormido con el 0-2 y se despertó con su equipo ya eliminado del torneo.

Ese mismo año, Banks sería galardonado con la Orden del Imperio Británico y continuaría su carrera en el Stoke City, con participaciones más intermitentes en la selección, pero engrosando su palmarés hasta llegar a los 73 entorchados internacionales, con 57 goles encajados y 35 partidos imbatido. Finalizó su carrera con la selección contra el mismo equipo con el que la inició: Escocia. Con los Potters se proclamó campeón de la Copa de la Liga en 1972, el primer título de la historia del club. En las semifinales de ese torneo realizó otra parada en la tanda de penalties ante el West Ham que quedaría para la posteridad. Llegaría a jugar 194 partidos con el club del condado de Trent hasta que un trágico incidente truncó su carrera futbolística el 22 de octubre de 1972. Tras una sesión preparatoria diaria, Banks volvía de vuelta a casa en su coche cuando perdió el control y terminó en una zanja. Tras ser ingresado en el hospital y temerse por su vida el diagnóstico fue demoledor: Banks había perdido la visión de su ojo derecho. Su estado de salud propició su retirada en 1973, con 35 años. Su puesto en la meta del Stoke sería ocupado por un viejo conocido: Peter Shilton.

La fiebre del fútbol aún hacía estragos en la anatomía de Banks, que en 1977, con 39 años, decidió cruzar el charco y probar con los Fort Lauderdale Strikers de la NASL (North American Soccer League), el germen de la actual MLS (Major League Soccer). En un fútbol en plena expansión, a años luz del jugado en Europa, Banks sería votado mejor portero de la liga, aunque el guardameta inglés era realista respecto a sus dificultades de visión: “Si pongo mi mano al lado derecho, no puedo verla. En determinadas situaciones, cuando he de concentrarme en el jugador que tiene la pelota, no puedo ver a otros futbolistas que están llegando en posición clara contra mi portería. Tengo que hacer un recorrido visual rápido por todos los ángulos e intentar anticiparme a la jugada. No es fácil”.

Tras su retirada definitiva siguió ligado al fútbol como asistente del entrenador en clubes modestos e incluso entrenó al Telford United, de categoría semiprofesional, pero su experiencia no cuajó y nunca más volvería a sentarse en el banquillo. Banks decidió reconvertirse y se dedicó a dar seminarios y conferencias sobre su vida y experiencias, recordando todos los pormenores de su carrera futbolística, que alcanzó su punto culminante ese día soleado de junio en Guadalajara, cuando detuvo un cabezazo imposible al mejor jugador del momento. En el Britannia Stadium, en el año 2008, como homenaje al legendario guardameta, se descubrió una estatua en su honor. La persona que quitó el velo a la figura fue nada menos que Pelé, el hombre que 38 años antes le encumbró a lo más alto y que aún recuerda que ese 7 de junio marcó un gol «pero Gordon Banks lo paró».

Banks, emocionado al repasar su carrera, sigue sin entender la gran magnitud de su gesta frente a algo para él mucho más importante: «La gente no se acuerda de mí porque gané un Mundial; sólo me reconocerá por la parada a Pelé, de tan grande como fue. Nadie me habla de otra cosa que de aquella parada».

Banks regaló momentos inolvidables al aficionado al fútbol a lo largo de su carrera y es, según la IFFHS  (Federación Internacional de Historia y Estadísticas del Fútbol), el segundo mejor portero del siglo XX tras su coetáneo y gran rival Lev Yashin. Con Banks se inició una estirpe de grandes guardametas ingleses y los inventores del fútbol consiguieron el mayor éxito de su historia, pero el deporte rey a veces se resume en grandes momentos que perduran por encima de algo a todas luces superior. Así sucedió con la parada del siglo, que encumbró a Gordon Banks al reino de los cielos, ganándose, con todo derecho, y muy a su pesar, la inmortalidad.

* Sergio Pinto es periodista.


– Fotos: Daily Mail – Central Press – Allsport Hulton – Evening Standard




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