1.- El partido de hoy en el Bernabéu se resume en una de las imágenes del propio choque. El segundo gol de Gareth Bale. Ese tanto del galés tiene todo lo que ha representado este insulso Real Madrid-Rayo Vallecano. Primero, y lo más evidente en ese gol, la superioridad física y técnica del Real Madrid sobre los vallecanos; segundo, el rebote que le favorece a Bale y le deja encarar en solitario a Rubén nos muestra que el Madrid ha goleado por simple inercia; tercero, Bale la pudo pasar, pero prefirió marcar, es una metáfora de la individualidad de la que ha vivido el equipo blanco; cuarto, la extrema debilidad defensiva del Rayo cuando se enfrenta a clubes algo superiores, no digamos ya contra los grandes.
2.- Oso afirmar que si a partir del gol de Carvajal se sientan entrenadores, jugadores y aficionados y se les ofrece a todos la suspensión del partido tal como estaba en ese instante, no hay un alma que se niegue a tan cordial acuerdo. Unos porque no encontraban soluciones para mejorar lo que tenían, otros porque a partir de entonces denotaron cierta desgana en el juego y el público, el respetable, porque llevaba mucho rato mojándose para ver un partido de dudosa calidad futbolística, y ya solo le quedaban ganas de pitar a sus propios jugadores.
3.- Es hasta cierto punto comprensible el malestar de cierto sector de aficionados con sus jugadores. No en vano, hasta el minuto 65 del clásico, el Madrid estaba líder a siete puntos del Barça y a tres del Atlético y, de pronto, cuatro días después, se descolgó al tercer puesto. Y bueno, no es que el juego y el clima de hoy acompañase especialmente, pero aprovechar cualquier acción para recriminar con silbidos a los jugadores que defienden la misma camiseta que llevan orgullosos al estadio es, cuando menos, extraño y evidencia una exagerada impaciencia.
4.- Ese desánimo se extendió también por el verde del Bernabéu. La depresión se contagia de unos a otros y no estaba el día como para ponerse nostálgico. Era una jornada idónea para volver a recortar puntos a los de arriba, o eso podía intuirse a priori con las complicadas salidas de Barça y Atleti. Ninguno falló, así que ganar al Rayo no sería esa pequeña recuperación moral, sino el primero de los partidos que hay que ganar y esperar.
5.- Con tal tornado de situaciones en la liga, la proximidad de los cuartos de final de la Champions League no se apreciaba. El miércoles llegan los alemanes a Madrid y Ancelotti quiere a Marcelo y Modrić especialmente frescos para entonces. El croata ni siquiera se vistió hoy. Fueron los dos elegidos para las rotaciones, no sucedió así con Xabi Alonso, que jugó todo el partido. Contra Barça y Sevilla, al tolosarra se le vio apagado, algo escaso de combustible, pero Ancelotti lo dejó jugando hasta que Delgado Ferreiro pitó el final. Cambió, sin embargo, a Illarramendi.
6.- El Rayo de Jémez volvió a ser, como siempre, ofensivo. Cuatro hombres arriba, dos currantes en el medio no exentos de toque y la línea zaguera muy arriba. Pero no fue ni por asomo el Rayo de la primera vuelta. No presionó arriba en un día propicio para ello ante la apatía madridista y dejó jugar al Madrid con una cierta libertad que aprovecharon solo a medias los blancos. Los pases a la espalda de la defensa fueron constantes y la falta de acierto (algo que en los últimos partidos se está convirtiendo en norma) evitó que la goleada se adelantase.
7.- No le convenció al técnico cordobés su decisión de dar entrada a Rochina en el once. Rubén es un muy buen futbolista, pero no es el hombre idóneo para aprovechar los espacios que dejarían atrás tanto Di María como, por supuesto, Cristiano Ronaldo, y así enfrentar con cierto desahogo a Coentrão. Se dio cuenta Jémez de las posibilidades que le daría José Carlos por esa zona y mediado el primer tiempo le dio entrada. La solución no cambió el panorama. Para aprovechar la soledad de Coentrão hay que intentar superarle y buscar la línea de fondo. José Carlos, zurdo en la derecha, insistió en la orientación hacia dentro para el disparo, algo natural. Ahí perdía su teórica superioridad.
8.- Los goles del Madrid nunca llegaron por el juego fluido de jornadas pretéritas, sino por relampagueos esporádicos de las estrellas, pequeñas apariciones puntuales de Cristiano, Bale, Di María e Isco. Acciones todas ellas aisladas de lo que estaba pasando en el césped, aunque bien es verdad que no pasaba mucho. Los tres primeros goles fueron muestras de la bondad de la solidaridad. Bale, Cristiano y Di María pudieron ser egoístas y terminar ellos las jugadas, pero acertaron eligiendo la opción más cordial, la asistencia. En los goles cuarto y quinto, Bale y Morata los quisieron para ellos.
y 9.- Sin alcanzar un nivel ni siquiera aceptable, el Madrid mejoró con Isco, Morata y Casemiro en el campo, puede que solo por la voluntariedad de un suplente en la persecución de minutos de gloria, pero sea como fuere, mejoraron lo visto hasta el momento, especialmente en la segunda mitad. Habrá que juzgar esos largos minutos de la basura como los necesarios para que los madridistas reservaran fuerzas pensando en el Borussia Dortmund.
* Jesús Garrido es periodista.
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