"Se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose al enemigo". Sun Tzu
El tiempo te castiga o te bendice a través de su simple trayectoria curvilínea. Te permite ser coetáneo de genios o por el contrario te obliga a tener que aprender a programar el ordenador para teletransportarte hacia otros lugares en busca de las más hermosas postales que conforman las páginas de la historia universal.
Mis circunstancias me permiten haber disfrutado y vivir a Messi, a los Ronaldos (en su versión más contrariada con el peso y a la más cristiana), a Xavi, a Pirlo, a Casillas, a Totti, a Vieri, a Giggs, a Zidane, a Ronaldinho, a Del Piero… Infinidad de sus obras yacen para siempre en mi retina, mientras que otras esperan a ser construidas para alojarse en ella. Pero, por el contrario, la curva de mi tiempo no me ha hecho merecedor de vislumbrar las hazañas de las cuatro esquinas de este deporte. Las que conformaron: Di Stéfano, Pelé, Cruyff y Maradona. Tuve que recurrir a lo narrado sobre ellos, para saber. El elitismo cultural, el acceso popular.
Entre tanta gran historia siempre se pierden en la hemeroteca las líneas de un libro menor, que adquiere polvo en la librería mientras cae en el olvido sin reclamar protagonismo. No tiene tapas brillantes, sus ilustraciones no son las más llamativas y las letras son de esas densas que cuestan tanto leer. Pasada la primera página, si te atreves a rescatarlo de su exilio, ya quedarás atrapado para siempre.
Mi quinta me ha regalado un par de libros de esos, con una trascendencia sin precedentes y muchos que no pasarán al imaginario colectivo. Mi generación es la de Negredo.
No vi a Araujo, ni a Arza, ni a Gullermo Campanal. Cosas de mi quinta y palabras mayores para el sevillismo: los máximos artilleros del sur en Nervión. Constanté que existía vida lejos de la sociedad Real Madrid/Barcelona con el equipo de Juande, desarrollo de aquel embrión de Caparrós y disfruté con los trazos de Kanouté y el olfato de Luis Fabiano.
Paginas de oro que hacen bueno eso de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. No obstante, no se puede vivir anquilosado en el ayer y la historia invita a creer que siempre hay algo que entre la tormenta merece ser resguardado para no ser arrollado por este vendaval. Ahí, aparece la zurda del vallecano.
Un portento físico con el gol en la sangre. El exterior de su bota izquierda es de los que acarician el balón y emocionan al aficionado. Almería permitió redescubrirle lejos de Valdebebas y Sevilla, cuna del arte, mece hoy con mimo su talento. Del Bosque le conoce a la perfección y le explota. No brilla como el propio Guaje ni cuenta con el favor mediático de Michu o Rubén Castro, pero su trabajo ante Portugal en las semifinales de la última Eurocopa aún es validado por el propio Pepe. Conoce los códigos de una selección que hoy cuenta con el mayor de sus títulos conquistados lejos del verde: no son individuos, hay identidad de conjunto.
Y si un ‘9’ vive del gol, él tiene argumentos más que contrastados para portarlo en este equipo. Sus últimas cinco temporadas al más alto nivel le han permitido anotar 99 goles a nivel de clubes. Casi nada. Por ejemplo, Torres (mismo rol como ‘9’) suma, en las mismas temporadas, 74 dianas. Libros que brillan, páginas que acumulan polvo.
Al final volvemos sobre el camino trazado para hablar de un tiempo que no sugiere, ejecuta. Mientras, entre su vaivén de propuestas, está el juicio individual para saber cómo apreciar el talento escondido y en algunas ocasiones, incluso, permitir rescatarlo del ocaso. Mi generación es la de Negredo, pero en un futuro puede que alguien, entre los goles de Messi y Cristiano repare entre sus cientos de vídeos y líneas que los encumbrarán, en un jugador que la rompió en Sevilla. Quizás entonces, alguien maldiga al tiempo.
* Fernando Sosa es periodista.
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– Foto: Cristina Quicler (AFP)
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