Liga BBVA 2013-2014 / España / Fútbol / Crónicas 2013-2014
1.- En liga, ganar siempre es una buena noticia. Encarar una gran cita con el vestido limpio y la casa recogida es siempre una buena noticia, salvo que el polvo haya sido disimulado debajo de esas alfombras que acaban levantadas el peor de los días. Disimular, a fin de cuentas, es una estrategia más de márquetin que de realidad. El Madrid ha solventado el papeleo incómodo del Almería (venir de Champions para irse de Copa) con cierta flexibilidad disimulada, un especie de alegría que se ha consumado en goles frente a la limitadísima producción ofensiva (y casi competitiva) del Almería.
2.- Ancelotti dispuso a su equipo a ganar con alegría, o sea, a coger eso que algunos llaman confianza, otros inercia y otros dinámica para afrontar la final de Copa del Rey. La flexibilidad fue de los jugadores: Isco de interior, Di María y Bale de extremos y Benzema de nueve y medio soportados en un 4-3-3 sin aparente cambio arquitectónico, pero sí algunas incógnitas generadas en la baja de Cristiano, su activo ofensivo diferencial y veremos si realmente imprescindible como pareció en Dortmund.
3.- El Almería cambió un poco la forma. Antes del partido, Francisco había declarado que sería fundamental la solidez defensiva para salir a galopar. Y el plan fue ese. De hecho, los ajustes al once tipo fueron encaminadas a esa idea: dos interiores para ensuciar la fluidez del Madrid sin perder garantía en la salida, un mediocentro sostenido y dos extremos conductores y verticales para poder salir. El problema, quizá, es que el Madrid no es el Barça. O sea, el vértigo para el Madrid (“pum, y que pasen cosas”, diría Xabi Alonso) es una situación de verdadero confort. Y el Almería, como si los de enfrente tuvieran franjas blaugranas, se inventó el fallo y no lo esperó. Craso error.
4.- A la mínima aceleración, todo fueron ventajas. Los extremos intercambiables fueron conectando y acelerando, despojándose de cualquier posición fija y pisando el área hasta el punto en el que sus mapas de calor demuestran que fueron más mediapuntas o delanteros que extremos. Di María agitó y produjo para que Bale amenazara de manera constante. La sensación de peligro separó las líneas del Almería y fueron apareciendo los huecos interiores. Para Isco por la izquierda y para los extremos en cada cambio de ritmo.
5.- El Almería se agazapó separado, que es como se firman las sentencias de muerte en el Bernabéu de ahora. Regalas la banda y te arrasan por el centro, con esa pausa vertical, ese trasiego fugaz, ese andar a sprint que a veces tiene el Madrid de Ancelotti. La primera parte del Almería fue, competitivamente hablando, muy digna. Pero corrió demasiado. Corrigió demasiado. Verza y Tébar (bastante más lúcidos defensivamente que Corona) fueron apagando pequeños fuegos. O sea, pequeños merecimientos del Madrid que en la segunda parte acabarían donde se gestan las grandes cosas, en las zonas rivales.
6.- Illarramendi fue, junto a Di María, la nota individual. El vasco venía de un partido arrítmico, superado por el imponente Westfalenstadion y el castigo de los fallos que le impuso el Dortmund. Ancelotti decidió darle el pivote posicional, donde, aunque no tenga el dominio táctico (ni de los calendarios) de Alonso, posee más sensibilidad para leer lo que ocurre a su alrededor. Allí dio salida fácil hacia los interiores, abrió a los laterales y fue cogiendo confianza hasta hacer el pase vertical de Xabi solo que sin pase, es decir, a base de conducciones. A mayor confianza, menor consciencia del riesgo y más fluidez. El vasco fue recuperado para una causa distinta, pero demostró que no es cuestión de fútbol al menos, sino de adaptación al rol: recibir constantemente de lado (y en riesgo) para un jugador con centro de gravedad alto y reflejos requiere de bastante más que técnica.
y 7.- Que pasen pocas cosas en un partido es sinónimo de dos situaciones antagónicas: superioridad clara de uno o igualdad a nada de los dos. En este caso, el Madrid, con esa alegría de juego disimulada por la que no hay que celebrar, sino más bien sospechar, impuso el rodillo de la agitación en tres cuartos de campo. Benzema, hoy lúcido, pero sin el brillo que le da la prodigiosidad de Cristiano, se impuso desde el nueve y medio, con Bale y Di María casi siempre por delante de él. Es decir, hizo de nueve y de diez, y ninguno falso. El francés es un prodigio con zapatos de claqué, con esa ausencia de desparpajo traducida en elegancia. Aunque a veces no sea más que eso, elegancia. Como pasa con las victorias: a veces solo es ganar, solo ganar, sin más lecturas ni conclusiones que el lógico ejercicio de imponerse al rival.
* Fran Alameda es periodista.
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