Ganar en una cancha pequeña

por el 17 noviembre, 2013 • 19:20

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Si había alguna duda (y creánme que la había) sobre la capacidad del Real Madrid para vencer fuera de casa y en partidos apretados, hoy ha desaparecido. Ningún equipo de la Liga Endesa ni Euroliga le había puesto las cosas tan complicadas como lo ha hecho el Gran Canaria, que sin embargo se ha encontrado con la misma respuesta que los demás: la derrota (70-75). Una derrota más trabajada o con más aspiraciones, por decirlo de alguna de manera, pero una derrota al fin y al cabo. Nada de una derrota con sabor a victoria ni consuelos varios. «No, yo no lo veo de esa manera. Yo lo veo como una derrota (…) Si hubiese ganado hoy, estaría cantando, brincando y celebrando aquí, pero como perdí, no me toca celebrar», decía Eulis Báez tras el encuentro.

Había que evitar que el Real Madrid corriera y se sintiera a gusto, decían. Y el Gran Canaria lo consiguió. ¡Vaya si lo consiguió! Lo aficionados apretaron como muy pocas aficiones pueden hacerlo en España. El tamaño del pabellón, como se encargó de recordar Felipe Reyes, y las ganas que había por acabar la jornada derrotando a Goliath y colocarse líderes ayudaron a crear el ambiente. Aunque alguno se lo creyó demasiado. Fue el caso del mopa que se sentaba junto a la canasta en la que atacaba el Real Madrid en la segunda parte. Tuvieron que llamarle la atención el árbitro y el coordinador de voluntarios del Gran Canaria para que dejara de protestar como si fuera un jugador más.

Fue mejor el Gran Canaria en la primera mitad, pero eso no le sirvió para ir ganando al descanso. Primero, por Nikola Mirotic, que tiene unos movmientos a lo Dirk Nowitzki que asustan. Apareció en el primer cuarto y no se volvió a saber de él hasta casi el final del partido. Eso el Madrid puede permitírselo. Y segundo, por Sergio Rodríguez. Su capacidad para ver lo que los demás no ven es asombrosa. En un partido en el que todo era contacto, golpes, tensión y vértigo, apareció su barba bíblica y con ella los espacios. Un compañero libre en la esquina por aquí, un pick and roll por allá, un dribbling, un tiro de media distancia… Fácil y sencillo.

Como les decía, el CID es un lugar pequeño. Y eso da lugar a situaciones curiosas, como que tras alucinar (una vez más) con el segundo cuarto de Sergio Rodríguez uno va al aseo y se encuentra con Carmelo Cabrera, que te cuenta que este martes se va para Valladolid para participar en el Informe Robinson sobre Nate Davis, del que el exjugador canario desconocía que acababa de recibir un homenaje en Ferrol estos días. «Carmelo, impresionante Sergio Rodríguez, ¿eh?», pregunté. «Me siento reencarnado», contestó. Yo me subí la cremallera, me lavé las manos y me fui pensando si era mayor su admiración por el base del Real Madrid o su envidia por no ser él. De todas formas, no me imagino a Carmelo con esa barba.

Con un 4/24 en triples es muy complicado ganar un partido. Y si el rival es el Real Madrid, más aún. Pero el Gran Canaria estuvo a punto. Gracias, en parte, a que el Real Madrid tampoco estuvo acertado en esa suerte (6/21) y a que consiguió agarrarse al partido con el corazón al que hacía referencia Pablo Laso en la rueda de prensa posterior. Ni con Marcus Slaughter pegando saltos que parecían cañonazos y haciendo ayudas en defensa como el Muro de Berlín el Real Madrid pudo escaparse en el marcador. Jaycee Carroll no tenía el punto de mira calibrado, seguramente porque quedó deslumbrado con la sonrisa de Sitapha Savané, que no se quiso perder el partido. Creo que fui el único que no se sacó una foto con el jugador senegalés.

Eulis Báez y Albert Oliver sostuvieron al Herbalife Gran Canaria. Uno lo hacía por dentro y el otro por fuera. Así fue hasta que todo terminó por romperse. El propio base catalán perdió un balón a falta de minuto y medio con dos abajo en el marcador. Fue la visa para el mate de Rudy, que jugó más de 35 minutos sin brillo pero con sudor. En la siguiente jugada Oliver falló un triple y a continuación Jaycee Carroll anotó una suspensión interminable que a mí me recordó a los lanzamientos de Talant Dujshebaev: cuando el defensor caía, él estaba todavía en el punto más alto. Al final, a Oliver le entró un triple solo por joder, pues ya estaba decidida una victoria que deja a los blancos como líderes de todo. El mejor Madrid de la historia, según algunos, no mueve ni un solo periodista, curiosa paradoja, pero ya gana en canchas grandes y pequeñas.

* Darío Ojeda.

– Foto: ACB Media




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