Al fútbol femenino le hacía falta un partido como el memorable Alemania-Francia del viernes por la noche por dos razones fundamentales: por el juego desarrollado (casi todo por parte francesa) y por la riqueza táctica desplegada por los entrenadores (mayoritariamente por parte alemana).
El partido disputado en Montreal deja además algunos conceptos potentes: la sensación de que Francia 2015 es el Brasil masculino de 1982, un equipo majestuoso que no pudo culminar su obra; unas audiencias superlativas en ambos países: casi 8 millones de espectadores en Alemania (38,8 % de share, ZDF más Eurosport) y 4,1 en Francia (W9, con picos de 5,3); el aura de invencibilidad que definió Gary Lineker con su célebre frase sobre el triunfo perenne de los alemanes; la repetición del resultado en los penaltis (5-4) de aquel otro memorable Alemania-Francia del Mundial masculino en España’82; la formidable cadena de centrocampistas compuesta por Henry-Abily-Necib y el inevitable parecido con sus compatriotas Tigana-Giresse-Platini; la volatilidad de los pronósticos y el favoritismo, claramente inclinado en favor de Alemania antes del partido, pero totalmente decantado por Francia desde el primer instante; o la inverosímil calidad de las primeras nueve lanzadoras de penaltis, protagonistas de una serie de disparos fuera de lo corriente, para acabar cerrando una de las futbolistas con mejor técnica individual, Claire Lavogez, que a la postre sería la única que erraría…
Pero si las imágenes conceptuales que deja este encuentro son impactantes y acaban construyendo una realidad similar a la que dejó Brasil en aquel Mundial 82, es decir, que Francia 2015 protagonizó uno de los mejores partidos de la historia del fútbol femenino, con clarividencia, volumen de juego, delicadeza técnica en los pases, ritmo estupendo, combinaciones precisas, llegadas por ambos costados según requiriera el momento y una dirección de juego superlativa en Amandine Henry, también el partido arroja una conclusión aún más impactante a mi entender: la riqueza táctica que desplegó la entrenadora alemana, Silvia Neid, para sobrevivir ante semejante avalancha.
Y eso no ha sido habitual en el fútbol femenino, donde la mayoría de partidos se plantean desde un escenario de juego inamovible, con escasa capacidad para modificar disposiciones o cambiar roles, sea porque las jugadoras no lo consiguen realizar, sea porque los técnicos no son capaces de comprender y adoptar dichas medidas. Este Alemania-Francia ha mostrado a un gran seleccionador francés, Philippe Bergeroo, que ha disputado su tercer Mundial. El primero fue el de México 1986 y lo hizo en calidad de guardameta, como suplente del recordado Joël Bats; el segundo fue el de Francia 1998 y lo hizo como entrenador de porteros (conquistando el título); y el tercero ha sido este, como seleccionador femenino. Bergeroo supone una aportación crucial para el futfem: supone la llegada de un gran entrenador procedente del fútbol masculino (no es el primero en hacerlo ni mucho menos, por supuesto). Pero Bergeroo llega desde la élite. Ha sido campeón del mundo en la selección de Zidane, ha entrenado al primer equipo del Paris Saint-Germain y del Stade Rennais y ha dirigido a las selecciones masculinas sub-16, 17 y 19 de Francia, tres equipos de palmarés formidable.
Su llegada al fútbol femenino ha supuesto un salto de calidad para una selección francesa que poseía talento, pero a la que le faltaba una orientación táctica concreta. Bergeroo la ha aportado y en dosis mayúsculas. Incluso perdiendo y siendo eliminada, Francia sale de este Mundial como la selección de mayor potencial, la más capaz de hacerse con el mando del fútbol en el próximo lustro, la más dotada de talento técnico y con un modelo de juego más reconocible y estimulante. Al Brasil de Sócrates, Zico, Falcao y Toninho Cerezo le sucedió igual en 1982, pero esa derrota provocó un cambio radical en el fútbol brasileño (un cambio contranatural). Hacia dónde caminen Les Bleues en los próximos años nos indicará si Francia, con una elevada cultura deportiva, ha entendido el mensaje de calidad por encima de una derrota puntual.
Por último, y no por ello menos importante, Silvia Neid. La seleccionadora alemana lleva diez años en el cargo, veinte si anotamos su llegada al cuerpo técnico y 33 si le añadimos su etapa como jugadora internacional. Hasta ahora, su mayor virtud había consistido en vencer, pero la noche del viernes afrontó su prueba más dura: fue aplastada por Francia y tuvo que extraer todo su conocimiento para ayudar a una Mannschaft que agonizaba. Veamos todo lo que hizo Silvia Neid:
Por semejante riqueza de modificaciones tácticas, Silvia Neid alcanzó el viernes probablemente su mejor actuación como directora de campo desde el banquillo alemán. No logró su mejor victoria, pero sí su cénit como entrenadora, del mismo modo que Francia y Bergeroo recibieron un duro golpe en forma de derrota, pero conquistaron algo fundamental en el fútbol: la credibilidad del juego.
– Fotos: Getty Images
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