Thiago Alcántara es un chico discreto, sobrio e inteligente. Sobre el césped, en ocasiones aparenta lo contrario, pues su elevado talento le conduce a realizar acciones inesperadas o complejas y eso se interpreta, en ocasiones, en términos de soberbia. El talento siempre ha estado bajo sospecha y más en estos tiempos de miseria moral. Thiago es lo contrario: sencillo, solidario y desprendido. Por encima de las restantes virtudes, es inteligente. Ha sido formado en una buena casa, ha visto un excelente ejemplo de deportista en padre y madre y muchos años en Can Barça le han ayudado a construir una hoja de ruta meridianamente clara: siempre ha jugado en categorías superiores a su edad, pero esa precocidad se ha combinado con el punto justo de cocción en cada nivel.
A los 16 años ya jugó en el Barça B; solo 120 minutos, pero ya jugó. Empezó antes que nadie las tres fases evolutivas que hay en el filial (reserva-rotación; rotación-maduración; jugador clave-líder) y pronto le dijeron la verdad: “El éxito no se consigue solo con talento”. Se arremangó. Creció tanto que Guardiola le subió al primer equipo para que comprendiera lo que es la alta competición. Cuando empezaba a comprenderlo fue descendido al filial, que es la otra parte de la formación: “Ahora ve abajo y lidera”, le comunicaron. «Y hazlo con buena cara«, añadieron. Thiago sonrió, lideró y sonrió aún más. Pasó la prueba y con 5.600 minutos de formación en La Masia fue requerido finalmente en el Camp Nou. Mientras el bla bla bla vacuo decía que si se iba o se quedaba, Thiago fue inscrito en un máster especial: nueve meses de organización defensiva a cargo del maestro Guardiola. Entendámonos pronto y bien: la formación en el fútbol es un proceso de artesanía, no bollería industrial. Los chicos estudian, aprenden, yerran y corrigen. Se constituyen en aprendices y cuando salen del Mini Estadi rumbo al Camp Nou son solo eso: aprendices. Les falta lo principal: trabajar junto a los maestros artesanos y completar las horas de formación hasta llegar al mínimo de 10.000 con que ya podrán ser considerados expertos en la materia. Un mínimo de cuatro años en ese equipo, para llegar al siguiente nivel y aprender de qué va realmente esta realidad que en la escuela le explicaron de manera teórica.
Thiago sigue en el buen camino. Acumula ya cerca de 2.400 horas de entrenamiento con el primer equipo. Su formación en el modelo de juego blaugrana ronda las 8.000 en total: dos años más y su status dejará de ser el de aprendiz y podrá ser considerado un maestro. Hace bastante tiempo, alguien en el club se hizo una pregunta: ¿Queremos que sea -solo futbolísticamente hablando- un Guti o un Deco? Y la respuesta no admitió dudas. Inteligente como es, bien asesorado en casa como está, Thiago comprendió pronto que su talento triunfaría solo desde la constancia y el esfuerzo. Aún no ha llegado, por más brillantez que despliegue en sus actuaciones. Todavía es un aprendiz, pero ¡menudo aprendiz!
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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