"El modelo de juego es tan fuerte como el más débil de sus eslabones". Fran Cervera
“Sigue hambriento. Sigue alocado”. Es Steve Jobs quien lo dijo en su famoso discurso pronunciado en Stanford. Rememoro esos dos consejos mientras los jugadores del Barça realizan su primer -y único- entrenamiento del año con las puertas abiertas (maldita decisión esa de las puertas cerradas: ¡Cuánto aprenderíamos si pudiéramos ver todas las sesiones de trabajo!). En este entrenamiento en el Mini Estadi apreciamos la intensidad elevada con que se emplean los jugadores de Tito Vilanova, equivalente a un mensaje escrito: “Seguimos hambrientos”, parecen decir (y probablemente, también alocados, signifique eso lo que signifique).
En otras circunstancias no mencionaríamos este factor, que habría que dar por supuesto. Pero estamos hablando de un equipo con mucha historia a sus espaldas y que, perfectamente, podría haberse “aburrido” de competir. Es un mal que acontece en todas las especialidades y el fútbol no es ajeno al problema, por más dinero que haya por medio. Sin ir más lejos, el Barça que dejó París con una Champions a cuestas se aburrió poco después de competir. No todo es sencillo cuando sopla el viento a favor y la calidez de las victorias te envuelve porque el propio confort puede provocar adormecimiento. Nunca está más en peligro un deportista que cuando ha ganado: corre el riesgo de conformarse con ello, de sentirse saciado, sin la energía peculiar que otorga la necesidad de triunfos. Todos aquellos que han llegado a la cima del deporte explican que lo que les resultó más complejo fue sostenerse en ella, no adocenarse, no sentirse sin hambre. El Barça lo vivió durante dos largos años, los del ‘Decosistema’, cuando el magnífico volante portugués impuso su ley en el vestuario y el trabajo dio paso a la denominada “autocomplacencia”. Recuerden que lo primero que hizo Guardiola al llegar no fue hablar de modelo de juego, ni de tácticas, sino de esfuerzo. En concreto dijo que había que recuperar la cultura del esfuerzo.
A partir de esa premisa llegó todo lo demás y probablemente hablaríamos de un recorrido perfecto si la pasada temporada no se hubieran detectado pequeños brotes, ligeros sarpullidos: algún partido en que el equipo se adormece en el triunfo; algún jugador que parece sentirse por encima de todo… No creo que estas fueron las causas que provocaron perder algunos títulos, pero no ayudaron a conquistarlos, desde luego. Pero fueron un buen recordatorio de que dormirse equivalía a perder la jerarquía. Como si hubiesen releído a Jobs, los jugadores se sintieron nuevamente hambrientos y si bien la sucesión de victorias de la nueva temporada deben atribuirse a fundamentos futbolísticos, no podemos menospreciar la ambición mostrada por el equipo, en los buenos y en los malos momentos. Viéndoles entrenarse el viernes por la mañana uno tiene la sensación de que trabajan como si no hubiesen ganado nunca nada con anterioridad y ese es un gran punto de partida para empezar el nuevo año. Seguir hambrientos.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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