Quienes verdaderamente saben lo que deben hacer hoy son el cuerpo técnico y los jugadores del Barça. Desde el exterior, los demás solo tenemos la capacidad de advertir algunas facetas del juego, anotar detalles y establecer pequeños diagnósticos, siempre a posteriori.
Por ejemplo, hasta hace un tiempo el Barça combinaba los dos sentidos del juego de manera coordinada y armónica: el horizontal para colocar las piezas y el vertical para finalizar y ejecutar. En la presente temporada ha ido prescindiendo a menudo del sentido horizontal desde el primer paso, con lo que las piezas pocas veces estuvieron colocadas, buscando primar el eje vertical, tanto para ir como para volver, de ahí el incremento en el ratio de goles a favor y en contra. El equipo de los dos ejes pasó a priorizar solo uno.
En los recientes partidos ha necesitado recurrir a la combinación de los dos ejes y se ha encontrado con escasa capacidad para mezclarlos. Quizás de tanto ser vertical ha perdido parte de su capacidad para ser horizontal. Horizontal con el objetivo de ejercer verticalmente la acción final.
Otro ejemplo es que, desde fuera, parece que Messi debería dar un paso adelante en su posición. No tres, pero sí uno. Empezó de ‘7’, se convirtió en el gran 9 falso, reculó a ‘10’ y en cada nueva posición resultó más influyente que en la anterior y más eficaz cara al gol. Hasta que quizás retrocedió demasiado.
El juego era de Xavi y el gol de Messi, pero Messi quiso que también el juego fuese suyo (que lo será) y ser alfa y omega, principio y final. Construir la jugada, asistirla y golear, todo en el mismo cuerpo, pero lo que parecía la solución 3 en 1, la decisión perfecta, ha desembocado en un problema mayúsculo porque ahora hay momentos sin principio ni final. Como escribió Óscar Cano, Messi pasó de falso 9 a incómodo 6.
Posiblemente se resuelva con cada uno en su puesto y nadie acaparándolo todo. Para ser Messi, Leo ha de dar un paso adelante. A espaldas de los mediocentros, no en su cara.
– Foto: Cordon Press
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