Hay victorias que ocultan malos partidos y errores que impiden ver grandes aciertos. Siendo malo el resultado de Glasgow, vimos a un Barça bastante mejor, más veloz y de ideas más claras que el ganador del Camp Nou frente al mismo rival. Esto no significa que en Glasgow no se cometieran errores. Vimos algunos bastante gruesos: el de Jordi Alba en su marcaje individual a Wanyama en el corner; el colectivo de todo el equipo en el mismo saque de esquina, impertérritos al peligro que llegaba por el segundo palo; el del despeje fallido de Xavi en el segundo gol escocés; los de Mascherano en la mayoría de balones largos o cruzados, incluido también el del segundo gol; también varios errores de ejecución en los remates a la portería del gran Forster e incluso un error importante en Tito Vilanova al retrasar gradualmente a Xavi hasta hacerlo intrascendente.
Pero tales errores no deberían ocultar dos hechos muy positivos (quizás no son más que indicios, pero son poderosos). El primero fue el propio Xavi. Tras una temporada 2011-2012 transitando entre el gris y el negro, el director de orquesta blaugrana había sembrado el inicio del curso actual de buenas señales. Pero en Glasgow ya no fueron señales, sino una aplastante presencia, un protagonismo abrumador, de nuevo el Xavi feliz de la Eurocopa 2008, el Xavi imparable de 2011 y su Wembley excepcional. En Glasgow ya no hubo doble pivote, ni mediocentros en paralelo, sino uno solo (aunque discreto), con los interiores bien escalonados y Xavi en el balcón del área, dominando como en los grandes días. Esta fue una gran noticia aunque el resultado diga lo contrario y aunque el retroceso de su posición ordenado por Tito solo permitiera gozar de semejante dominio durante una hora. ¿Tendrá continuidad este viejo nuevo Xavi? Si es así, apriétense los cinturones de nuevo.
El segundo aspecto positivo, y este quizás solo sea un indicio o una sensación mía, se refiere al juego global del equipo. Pese a que los resultados hasta la fecha han sido muy positivos y el propio juego ha tenido momentos excelentes, uno se quedaba siempre con la sensación de que cada jugador iba por libre, como si todos los “importantes” quisieran ser también Messi. Repito para que no quede duda: es solo una sensación mía y no tiene nada que ver con que Messi le eche la bronca a Villa. Simplemente, lo que aún el curso pasado parecía una obra colectiva buscando asociarse para ofrecerle la mejor opción al compañero mejor situado, esta temporada tuve la impresión que era un pulso dentro del equipo por resolver individualmente. Es probable que yo estuviera equivocado, pero en cualquier caso Glasgow fue otra cosa: volvió a verse el Barça coordinado en el que todos buscan la mejor solución para el mejor colocado, no para lucirse él. Esta me parece una gran señal aunque muchas de las ejecuciones que se realizaron fueran fallidas. El gran Barça fue un Barça desde el colectivo, no desde las estrellas.
– Foto: FC Barcelona
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