Un filósofo me preguntó hace unos días si la fragilidad de la transición defensiva que se ha visualizado esta temporada en el Barça era premeditada o fruto de la dejadez colectiva. No se rían, no se trata de ninguna broma. El filósofo existe y, por cierto, posee altos conocimientos de fútbol y de táctica; su visión, algo alejada del bullicio diario y de las declaraciones altisonantes o de la inagotable cinta sin fin del Balón de Oro, es muy enriquecedora por lo que tiene de distante y de distinta. Y su pregunta no era ninguna necedad: quería saber si en la mencionada fragilidad había resultado más influyente la ausencia de jugadores indiscutibles en la defensa (Puyol y Piqué) o la decisión del entrenador. En ese porcentaje, yo no tengo una respuesta rotunda y segura, pero me inclino por la segunda causa. Las bajas han sido importantes y tenido su peso, pero visto el desarrollo de todos los encuentros hasta la fecha me inclino a pensar que la voluntad de Tito Vilanova se adivina indiscutible: ha buscado “abrir” a su equipo. La razón de esa apertura hay que buscarla en la célebre semifinal contra el Chelsea del pasado abril, cuando el Barça se enfrentó –una vez más– a una defensa fuertemente amurallada. Eso no fue ninguna novedad, pues se ha repetido cien veces en tiempos recientes, pero el equipo dejó síntomas de hartazgo frente a dichos planteamientos rivales, como si tantos años de pelear contra conjuntos enladrillados empezara a mellar el ánimo.
A eso nos referíamos cuando decíamos que del curso pasado quedaban pendientes algunos interrogantes por resolver. Uno de ellos era este: ¿Tiene el equipo suficiente dosis de paciencia como para seguir peleando una y otra vez contra el mismo muro? Sabemos que cuando no hay más remedio (Celtic, por citar uno) lo hace sin refunfuñar. Pero uno piensa que técnico y jugadores han optado por “abrirse” un poco más para evitar que los contrarios jueguen siempre a lo mismo. Es probable que el concepto “abrirse un poco” se haya exagerado con las mencionadas bajas defensivas y hayamos acabado viendo períodos algo enloquecidos y de bajísimo control, por ejemplo el segundo tiempo de Riazor. Pero al margen de casos puntuales, que de todo encontraremos, este Barça parece “retar” un poco al rival a salir de sus muros, a no encerrarse en ellos. Parece “ofrecer” el regalo de la transición defensiva frágil a cambio de espacios y pasillos por los que transitar con más facilidad que antaño. Parece decir: “Salid de la cueva y juguemos un rato, que somos débiles en la transición”. Creo que es así porque no imagino lo opuesto. No imagino que Tito y sus jugadores sacrifiquen la solidez que antes tenían a la hora de cortar de cuajo las transiciones rivales a cambio de nada, simplemente porque sí. Y los resultados obtenidos arrojan un balance positivo: han concedido terreno y ocasiones a los contrarios, pero han encontrado menos murallas cerradas que derribar. El filósofo dijo estar de acuerdo con esto.
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