Del Barça de Xavi conocemos la mayor parte de virtudes y defectos. Básicamente, que todo el equipo trabaja para poner a Xavi en disposición de activar al máximo a Messi. Del Barça de Cesc solo conocemos la primera media hora de Riazor, así que es demasiado pronto para establecer por dónde discurrirá sus caminos. Digamos antes que nada que la definición Barça de Xavi o Barça de Cesc se refiere a quien lleva la batuta. En este Barça todos los jugadores acaban siendo decisivos, pero hay uno que debe marcar el tempo de los partidos. En los últimos cuatro años ha sido Xavi y por eso decimos que conocemos todos sus compases: el ritmo pausado; el juego de agregación que facilita recuperar balones perdidos gracias a estar todos muy próximos; la búsqueda engañosa de horizontalidad para encontrar rendijas por las que colarse; la paciencia oceánica para no desesperarse… Con Xavi, la orquesta siempre sonó pausada como en un Adagio hasta que llegaba el señor de los goles y rompía el silencio en estruendo.
Cesc Fàbregas aterrizó para asegurar la continuidad de la batuta. ¿Eso qué es? No es interpretar la partitura con el mismo tempo, sino hacerlo a otro ritmo pero respetando todas las notas. ¿Hacía falta que llegara Cesc para eso? En mi opinión sí, por más que Thiago pueda hacerlo en el futuro o Samper mucho más adelante. Sí, porque aunque Xavi sea el director titular de la orquesta, toda sucesión debe prepararse con tiempo. Ambos llevan ya año y cuarto compartiendo vestuario, lo que no significa batuta. Xavi ha seguido marcando los ritmos y Cesc ha ido reaprendiendo la música especial de esta sinfónica, que es bastante distinta a la que aprendió en Londres. En su primer año, Fàbregas hizo de todo menos llevar la batuta: marcó goles, se asoció a Messi como falso doble nueve, dio asistencias, rindió bien, rindió mal, sufrió un bajón físico y quizás anímico, se cegó e incluso comprendió que estaba bastante lejos de poder dirigir la orquesta. Su incorporación, estimulante y a la vez caótica, coincidió con el desgaste mayúsculo de un equipo que llevaba cuatro años sonando sin chirriar. Sobre los problemas se juntó la dificultad de lo novedoso.
Pasados los meses de inmersión, Cesc parece dar muestras de conocer cómo debe manejar la batuta aunque siga llevándola Xavi. En Riazor ya vimos un primer apunte de un Barça a ritmo Vivace. Solo duró media hora y, además, cuando llegaron las dificultades hubo que recurrir al Adagio lento de Xavi para que se congelara el tiempo. Pero ya hemos visto una versión beta de lo que puede ser el futuro con Cesc en el atril. El proceso de sustitución gradual, pausada y calmada, del director de orquesta -un proceso que podemos calcular durará un par de años más- será uno de los más interesantes del fútbol actual. Uno no puede saber cómo transcurrirá dicho proceso y mucho menos en qué desembocará, pero será apasionante porque Tito Vilanova, además, ha decidido ejecutarlo en vivo y sin anestesia.
– Foto: EFE
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