Casi en el ecuador de la vorágine olímpica, un pensamiento para Xavi y su futuro: ¿cuántos años más caben en sus piernas? Esa pregunta martillea los salones técnicos del Barça desde hace un par de años. Hemos hablado a menudo de Xavi y su proceso de sucesión, sobreentendiendo que el Mundial 2014 podría ser un horizonte sensato. Es conocido que la dirección deportiva del Barça piensa en las dificultades de una “clonación” planificada del perfil de Xavi. Así, mientras en ocasiones nos hemos cegado en la búsqueda del sustituto perfecto, del clon, del hombre con el mismo rostro, Zubizarreta está más por la labor de que sea el equipo quien finalmente encuentre a otro líder del “tempo” y se adapte a su forma de ser.
Porque antes que nada debemos definir de qué hablamos cuando hablamos de la sucesión de Xavi. ¿Hablamos del jugador que transporte el balón desde el portero hasta los delanteros? Creo que no. Esa función de aguador, la de Xavi hasta 2008, quedó atrás y ya con Guardiola quedó claro que correspondía interpretarlo a los centrales. ¿Hablamos de Xavi en tanto que pasador de última instancia? ¿De llegador al área? Tampoco. En eso, el Barça está muy bien cubierto, vía Cesc, Iniesta, Thiago y los que suben empujando. De lo que hablamos en realidad cuando especulamos sobre la sucesión de Xavi es del control de los tiempos. Xavi es el rey del “tempo”. El tempo es la velocidad a la que debe ejecutarse una pieza musical. Xavi indica y decide en cada instante el tempo al que jugará el Barça. A eso me refiero: ¿quién marcará el tempo cuando Xavi vaya abandonando la batuta?
Y, de pronto, un técnico amigo me envía un correo electrónico con una idea breve: “Será Messi. Messi, el enganche europeo. Tito continúa la evolución: Messi será el sucesor de Xavi. Messi lo hace todo y como todo lo hace bien, también eso lo hará Messi. Por delante, dos tijeras que rompan la lona enemiga y Messi marcando el tempo. Esta será la fórmula para dosificar a Xavi”.
Mi reacción fue la misma que la vuestra. ¿En serio? En mitad del colosal esfuerzo de Michael Phelps, aparqué el mail para una mejor digestión. Y digerida la idea, quizás no sea tan descabellada como parece a primera vista. Messi con la batuta y Messi con el violín. Al mismo tiempo. ¿Imposible? No me atrevería a decir eso, conociendo las maravillosas habilidades del argentino. De hecho, le vemos cada vez más cerca de Xavi, en ocasiones pasándose la batuta del tempo de uno a otro. Rememoro la final de Wembley y les veo a ambos revoloteando por la zona de tres cuartos marcando el ritmo del equipo. Quizás no sea tan descabellado…
Matiz final: no hablo de sustituir a Xavi. Ni de prejubilarle. Ni de que Messi abandone la voracidad de los 73 goles. Hablo de la dosificación gradual del general de la batuta para que pueda durar lo máximo posible.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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