"Cada acto de aprendizaje consciente requiere la voluntad de sufrir una lesión en la propia autoestima". Thomas Szasz
Al final, Hollinger tenía razón: no hacía falta la aportación ofensiva de Rudy Gay para ser competitivos. Se podía contar con un veterano y volcar el juego de ataque en la pareja de interiores más temible de la liga. Randolph y Gasol se complementan. El primero ha templado sus nervios y sigue siendo increíblemente dominante en la pintura (parece bajito, parece regordete, parece torpe, pero no es nada de eso, sino todo lo contrario). Gasol marca las diferencias porque es un pívot que piensa como un base. Desde el poste alto distribuye con pases picados, amenaza con el gancho interior y termina pasando o clava el aguijón moralmente con ese fade away de arco pronunciado marca de la casa. Y defensivamente, comanda al equipo. Tú allí, tu allá, nosotros así. Y Memphis, el equipo que menos puntos permitió en la liga durante la temporada regular y el quinto en la postemporada.
¿Qué dudas presenta? Apenas juega con ocho jugadores. Los cuatro de siempre, el asimilado Prince, que vino a sustituir a Gay, y tres hombres de banquillo: Pondexter, Arthur y Bayless. La aportación de estos últimos ha sido en forma de sierra, un día bien, otro día mal, un día sobresaliente, otro día intrascendentes. De la constancia en la aportación (sobre todo anotadora) de Bayless y Arthur en sus respectivas zonas del campo dependerá que Memphis sufra o no bajones en los partidos. Otra clave es la consabida intensidad de los ositos, personificada en Tony Allen y su estado emocional de absoluta confianza. Memphis mira ahora a otros equipos como si fueran tiernos cachorros. De momento están para unas finales del oeste, que es mucho decir en un equipo de mercado limitado. Si consigue correr como han corrido y echar la llave en la pintura, Memphis puede convertirse en la bestia negra de los Spurs durante las últimas temporadas.
San Antonio ha llegado agotado de su serie contra Golden State pero reforzado, exhausto pero convencido; demasiadas emociones ante un rival que no daba su brazo a torcer. Para ganar, los Spurs necesitaron de sus habituales magos (Ginóbili, Duncan y sobre todo Parker) y de la aportación de sus acompañantes, ahora ya compañeros en cuanto a responsabilidades, Green, Splitter y un fulgurante Kawhi Leonard. La amplitud de amenazas y la experiencia de años anteriores darán a los Spurs su presumible última oportunidad de anillo (cosa que, dicho sea de paso, viene repitiéndose durante años). Tienen, además, mejor banquillo que los de Tennessee.
Contra Memphis, su mayor diferencial estará lejos de la pintura y en el posible uso de una defensa en zona por parte de Popovich. Parker, que ya ha bailado en otras ocasiones con Mike Conley, tendrá su oportunidad de ser verdaderamente diferencial. Llega, después de muchas molestias, en buena forma. Ginóbili, por su parte, representa esa clase de jugadores que pueden compensar con talento la marca obsesiva de Tony Allen. Si la distribución de balón se realiza rápidamente y los nuevos siembran la duda en los defensores, los Spurs podrán tener más anotación exterior que Memphis y así tumbar la serie a su favor.
Los Memphis del este son los Indiana Pacers. Por fin, crecieron y se hicieron adultos. Además, de una forma escalonada en cuanto a exigencias, primero Atlanta Hawks, luego New York Knicks. Todo lo que presumía la prensa especializada antes de las eliminatorias, la idea de que en Indiana estaban preparados para abordar cotas muy altas, ha tenido un fiel reflejo en el transcurso de las batallas. Y es que a veces hay sensaciones indisimulables.
Indiana se han vuelto tremendamente intenso en defensa; corre echándole un pulso a cualquiera que lo desafíe y maximiza sus virtudes en el juego interior (Hibbert al cubo, como nunca ha producido durante la temporada regular). Por el camino ha visto madurar a hombres como Lance Stephenson, protagonista increíble en la serie contra New York.
Así, la intensidad y la capacidad atlética exhibidas por estos Pacers con la receta perfecta contra Miami. Si hay un equipo configurado para fastidiar a Miami, esos son los Pacers. Defensa intensa en el perímetro, músculo por dentro. Sea contra asteroides o flechas, el equipo está preparado para la batalla.
En Miami tienen un as con el que no cuenta nadie en estos playoffs: descanso. No son vírgenes en la derrota (los Bulls le exigieron muchísimo emocionalmente), pero de piernas andan sobrados. No han tenido bajas por el camino y cuentan con el talento y las virtudes que se les presupone. El rey LeBron sigue con hambre y ganas de saciarse. Así, pese a que Indiana lo va a poner tan caro o más que los Bulls, llevando el juego hasta el límite del reglamento, volcando sus esperanzas en el juego interior e intentando cortar cualquier cosa parecida al intercambio de golpes, Miami cuenta con un factor diferencial tan enorme, que se antoja fundamental justo en esta serie. Da la sensación de que LeBron está esperando su momento y que va a explotar baloncestísticamente en esta eliminatoria. Y eso será definitivo para llegar a la final.
* Javier López Menacho.
– Fotos: Michael Conroy/Jim Weber (AP)
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