"El modelo de juego es tan fuerte como el más débil de sus eslabones". Fran Cervera
Nos acercamos a la recta final del campeonato. Todos los equipos están posicionados para pelear por sus objetivos. Unos por alcanzar el éxito deportivo, otros por superar retos históricos y otros por salvarse del fracaso. ¿Quién conseguirá lo que busca? ¿Quién se salvará del descenso?
Llegados a este punto de la competición, con una gran carga de trabajo detrás, toda una planificación estratégica realizada y desarrollada por profesionales, todos intentarán poner de manifiesto sus mejores cualidades para alcanzar el máximo rendimiento, pero habrá quienes lo consigan y quienes no. ¿Conocemos la clave del éxito en este tramo final de temporada?
Sin rotundidades, es posible que sí.
Obtendrá el éxito o evitará el fracaso aquel equipo que, a la par de su talento y potencial, sepa gestionar mejor que los demás el estado emocional y sepa adaptar la bioquímica general del equipo a los retos y desafíos que se le presenten.
A la hora de competir, nuestro organismo segrega sustancias que nos activan de cara a los desafíos que se nos presentan. Particularmente segrega hormonas como el cortisol ante situaciones de desafío y de reto, que nos provoca un estrés positivo que nos predispone a responder con eficacia ante los problemas que se nos plantean. El organismo segrega adrenalina, que nos hiperactiva ante situaciones de enfrentamiento, duelo con un tercero o peligro. Además, existen componentes bioquímicos como las endorfinas, asociadas a situaciones placenteras, que favorecen el disfrute, retrasan la fatiga y amortiguan la percepción de dolor y las molestias físicas.
Como consecuencia de todo esto, el entrenador ha de activar la bioquímica general del equipo para predisponerlo a vivir intensamente cada partido y poder liberar así su potencial. Asimismo, el jugador, individualmente, ha de hacer otro tanto en su propia química emocional para entrar en los partidos adecuadamente y rendir de forma óptima.
Los pensamientos activan emociones que concuerdan, lo que nos lleva a pensar que el rendimiento de un equipo es un estado de ánimo colectivo. Los jugadores han de encontrar, por sí mismos y a través de la ayuda de su cuadro técnico, su estado ideal de ejecución para rendir sin verse golpeados emocionalmente por las circunstancias que lo rodean a él y al equipo (verse cerca del descenso asusta e incluso bloquea a algunos equipos).
Para conseguir lo que se busca no queda otra que vivir intensamente lo que resta de competición. Ver el calendario como un desafío, percibir y sentir cada partido y cada enfrentamiento con el rival, tanto a nivel colectivo como de forma individual y sobre todo, darse cuenta de lo que se puede disfrutar peleando por lo que se busca. Cuando el reto es alto, pero la predisposición y las capacidades de afrontarlo también lo son, se llega mucho más fácilmente a ese punto de forma para lograr la mayor fluidez (el flow).
No es suficiente con la excelencia y el talento potencial, es imprescindible para evitar el fracaso de un descenso inminente, la pasión, el corazón, poner el alma en el reto, sentir por uno, por el equipo y por la afición a la que se representa.
* Alex Couto Lago es entrenador nacional de fútbol y Máster Profesional en Fútbol.
– Foto: EFE
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