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1.- Lo había vaticinado Mourinho el viernes pasado y dio en el clavo, y de qué manera: “La implicación de Fernando Torres para recuperarse de su lesión tiene más importancia incluso que el trabajo del staff médico. El quiere volver, volverá a un gran nivel y marcará goles”. Que no era un farol se vio en el once inicial. Samuel Eto’o venía de firmar un formidable partido ante el Cardiff City –gol y asistencia–, pero el plan de Mourinho fuera de casa es otro. En casa al Chelsea se le exige un plus en ataque organizado donde el camerunés alberga muchos más recursos que el madrileño, mientras que como visitante se puede permitir el lujo de esperar, buscar el robo y lanzar los contragolpes que tanto gustan a Torres. Esta vía también la dominó siempre de manera genial Eto’o, pero para alcanzar su mejor forma física todavía necesita tiempo.
2.- Apenas se habían plantado ambos equipos en el terreno de juego cuando un córner botado al primer palo por Lampard lo peinaba Ivanovic en el primer palo y Torres, solo en el segundo, empujaba a placer. La estrategia y la candidez de la defensa local rompían el partido. El partido que ambos entrenadores habían dibujado sobre la pizarra antes del encuentro saltaba por los aires, y la ambición que en principio debía mostrar el Chelsea por nombre y necesidad –era el Chelsea el que estaba distanciado a tres puntos del Schalke en el grupo– se trasladaba al equipo alemán.
3.- Mourinho armó un 4-4-1-1 muy marcado en fase defensiva con Oscar por detrás de Torres, Hazard en la banda derecha y Schürrle en la izquierda –donde ya dijo Mourinho que le gustaba más el exjugador del Bayer Leverkusen–, y Ramires-Lampard como pareja en la medular. David Luiz comenzaba el partido en el banquillo, siendo Cahill el que formaba pareja con Terry en el centro de la zaga, mientras Azpilicueta suplía al lesionado Cole en el lateral izquierdo e Ivanovic ocupaba el derecho. Con el marcador a favor, el Chelsea se dedicó a esperar atrás, imprimiendo un ritmo bajísimo al encuentro y ejerciendo una presión muy débil.
4.- Las dos líneas de cuatro del Chelsea eran rectas, sin escalonamiento alguno, lo que permitía a Meyer y a Draxler –que caía al centro para liberar la banda a Aogo– tener facilidad para recibir entre líneas, girarse y disponer. Cuando conseguían esto, los carrileros del conjunto alemán, Uchida y Aogo, ejercían de puñales buscando la espalda de la zaga londinense. Que Aogo ganara más veces la partida a Ivanovic que Uchida a Azpilicueta tiene fácil explicación en los extremos blues. Mientras el lateral navarro tenía a Schürrle implicado en la ayuda y agresivo en la presión, el defensa serbio se veía obligado a achicar agua cada vez que Aogo arrancaba, porque Hazard ni estaba ni se le esperaba para esta empresa. La indolencia defensiva del belga era impropia de un jugador de Mourinho, actitud que todavía sorprende más después de haber visto cómo Mata se colocaba en el ojo del huracán hace poco más de un mes por un hecho parecido.
5.- En el minuto 18, el Schalke tuvo una opción de oro para equilibrar el marcador. En una jugada repetida una y otra vez en la primera parte, un desmarque en ruptura de Aogo lo interpretaba a la perfección Draxler filtrando un balón a la espalda de la defensa que el carrilero alemán de origen nigeriano aprovechó para plantarse delante de Cech, que con un paradón evitó el empate. La jugada se repetía al poco rato en banda contraria. Esta vez era Clemens el que lanzaba a Uchida, que mandó alto el disparo.
6.- El ritmo cansino del Chelsea en defensa se contagiaba a todas las fases del juego. En ataque organizado le faltaba dinamismo y se echaba en falta la típica alternancia de posiciones de sus mediapuntas. Es que el plan era otro. Sabedor de la velocidad de los suyos y de las dificultades del Schalke para correr hacia atrás, Mourinho buscaba mediante una circulación lenta y poco dañina obligar a salir a la retrasada defensa alemana para poder tener opciones de atacar el espacio que dejara a su espalda. Esta táctica chocaba con la sorprendente poca ambición del Schalke, lo que ralentizaba más si cabe el ritmo del encuentro.
7.- En las postrimerías de la primera parte, de nuevo Cech se erigió el héroe. Primero mandando a córner un disparo desde fuera del área de Boateng –que ejercía de jugador más adelantado ante las bajas de Huntelaar y Farfán– y luego salvando un remate de cabeza de Neustdter tras el saque de esquina botado por Clemens. Ambos equipos se iban a vestuarios conscientes de que el Chelsea se llevaba demasiado botín para lo visto sobre el césped.
8.- La segunda parte a punto estuvo de calcar el guión de la primera. De nuevo a los cuatro minutos una falta ligeramente escorada a la derecha a la altura de tres cuartos de campo fue puesta por Lampard en la cabeza de Torres, que en un escorzo de muchos quilates estrelló el balón en el larguero. Con muy poquito en ataque, a punto había estado el Chelsea de sentenciar el partido en dos jugadas de estrategia. El Schalke adelantó las líneas, hecho que lejos de aumentar el peligro del ataque alemán hizo crecer la ofensiva inglesa. Con más espacios, Hazard se decidió a liderar el ataque. El belga pasó a correr con balón, a dañar en el uno contra uno y a sembrar incertidumbre en una zaga alemana sin sobresaltos hasta entonces.
9.- De esta forma, en el minuto 69 el belga robó un balón en su propio campo pillando a la defensa alemana descompuesta, con problemas preocupantes en el repliegue. Sorteó a un par de rivales que se lanzaban a la desesperada y cedió a Oscar, que osó retar en velocidad a Jermaine Jones y cedió a Fernando Torres, que con el control se deshizo de Hildebrand y puso el 0-2 marcando a placer. Torres celebraba su partido número 100 en el Chelsea con un doblete y seguía encareciendo la batalla por el nueve
10.- En la segunda parte, el Chelsea se mostró como un equipo mucho más compacto. El equipo ajustó un poco más las líneas y el Schalke tuvo más dificultades para explotar los costados, que tantos quebraderos de cabeza le habían producido a la defensa blue en la primera parte. El pánico del Schalke a desguarnecer su espalda lo dejaba una sensación de haber podido hacer más por ir a por un Chelsea que mostró apatía y vulnerabilidad en varias fases del partido, sobre todo en el primer tiempo.
11.- Tras el 0-2, Mourinho movió el banquillo, dando entrada primero a Obi Mikel por Schürrle –partido muy serio el suyo– y a David Luiz por Oscar después, para acabar jugando con un 4-5-1 en fase defensiva, ocupando las bandas Ramires y Hazard y con un trivote formado por Mikel, David Luiz y Lampard. Solo fueron diez minutos, pero la pincelada que dejó Mourinho colocando a David Luiz en la medular –cuando manifestó en su día que no utilizaría a un central como mediocentro– apunta a que puede tratarse de una prueba para partidos venideros en una zona del campo que no va sobrada de efectivos.
12.- Con el Schalke volcado a la desesperada, una pérdida tras un córner a favor se convirtió en un contragolpe vertiginoso. El rechazo de este saque de esquina cayó en los pies de Ramires, que desde la frontal de su propia área lanzó un balón largo a la carrera de Hazard. El belga condujo veloz con el central Matip como único obstáculo hasta Hildebrand, y Torres, en un movimiento inteligentísimo, se cruzó en carrera para arrastrar al defensa alemán y dejarlo solo en el mano a manó, que definió perfecto para cerrar el marcador.
y 13.- Tras dos goleadas a domicilio, el Chelsea se levanta de la sorprendente derrota en casa en la primera jornada ante el Basilea y empata a seis puntos con el Schalke en lo alto de la clasificación del grupo. Con dos partidos en casa por delante y dos puntos sobre el Basilea, los de Mourinho miran de manera más positiva el desenlace del grupo y pasan a centrarse en el trascendental partido en el Etihad Stadium del domingo ante el Manchester City. Fernando Torres se reivindica mostrando una agresividad inédita hasta el momento vistiendo esta camiseta. Un entrenador exigente, su orgullo herido y un mundial en el horizonte: demasiadas razones como para no creer en su vuelta.
* Alberto Egea.
– Foto: AFP
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