Tocado en lo más profundo de su ser, herido profesionalmente y urgido a encontrar una respuesta a porqué su equipo dejó escapar el título de la Premier con ocho puntos sobre el City a mes y medio del final, el caballero escocés decidió buscarla en el frente de su ataque. La vieja usanza de la casa, par de extremos bien rápidos y abiertos, parece haberle cedido paso a un esquema que toma preceptos de ciertos modelos enraizados en la postmodernidad, esos que prefieren la posesión.
La revolución táctica que ahora engendra el United confirma las sospechas que podíamos haber tenido tras los fichajes del verano: un delantero centro de primer nivel mundial (Van Persie) –harto probado en la Premier– y un sutil playmaker (Kagawa), indicio de que Ferguson ya pone en duda las bondades de la banda. Y no es que esta le haya reportado malos dividendos, sino que parece necesitar una alternativa más dominante para que no se repita la debacle de abril último.
Es bien curioso que después de tantos años utilizándolo y habiendo superado varias rachas adversas sin cambiar el modelo, se decida a hacerlo a estas alturas. Es como si se hubiera tomado el nuevo reto de una manera más personal, algo que debe resolver con una fórmula salida de su ingenio, que devuelva al Manchester otra vez a la cima de la Premier y le permita retirarse en la gloria.
Pero aún su diamante no cuaja. Se utiliza sólo la franja central del campo y de cierta manera el exceso de delanteros se estorba entre sí. Rooney y Kagawa son los mayores sacrificados pues tienen que bajar demasiado a defender.
Una cuestión bien debatida en los medios ingleses es la necesidad de un centrocampista box to box, pero lo cierto es que hasta ahora el equipo ha funcionado perfectamente con los que tiene. En este momento sus dos principales bazas son Carrick y Cleverley, uno fijo y cerca de los centrales y el otro móvil y creador, aportando una mezcla de virtudes que solventan el mediocampo del United. Aunque a veces se extrañe tener a un solo futbolista capaz de talar el árbol y esculpir su madera, no se necesita obligatoriamente un Roy Keane, un Paul Ince o un Patrick Vieira para que el mediocampo tenga contundencia.
No es menos cierto que Fletcher estuvo mucho tiempo lesionado y Anderson tiene un ultimátum para con su rendimiento, pero además de los dos titulares, Scholes y Giggs cubren huecos y dan espacio a las rotaciones.
Es entonces la transición defensiva, habida cuenta de las transformaciones en el frente de ataque, el aspecto que más se necesita pulir.
El fichaje de Van Persie no es del todo descabellado, a pesar de los varios delanteros de la plantilla. Cuando Rooney y Tévez jugaban juntos en la delantera, el Manchester ganó tres ligas seguidas, llegó semifinales en tres Champions consecutivas y conquistó la final de Moscú ante el Chelsea. Jugar con dos delanteros de gran nivel ya está probado que funciona y el esquema es aún más mortífero si tienes un tercer atacante como Ronaldo, cuya responsabilidad cayó sobre los hombros de Nani y ahora de Kagawa y/o Ashley Young.
Welbeck es un buen delantero, una muy aceptable alternativa, pero no parece ser el crack que el Manchester no puede darse el lujo de no tener en el área rival. La polivalencia de Rooney le permite una gran gama de variantes tácticas y su colaboración a la hora de realizar la transición defensiva –también excelsa– cubre de cierta manera el hueco que se crea si no tienes extremos que bajen constantemente a defender y si se ignora la salida rápida desde atrás como una de las armas más potentes de los jugadores de la banda.
El propio Ferguson reconoce que si su aún inmaduro diamante llegara a resultar un esquema consistente y viable, se encontraría en una disyuntiva que involucra a la propia historia de la entidad, bien acostumbrada a la banda como punto clave de su ofensiva. El escocés apunta que hacerse imprevisibles va a ser una de sus fortalezas, pues los rivales no sabrán si se enfrentarán al diamante o dos jugadores bien abiertos. Agrega que cualquiera que sea su variante táctica, siempre apuesta por un mínimo de cuatro hombres con la mirada puesta en el área rival, aunque si analizamos los partidos donde ha privilegiado el ataque frontal, Tom Cleverley añade un quinto ofensor.
Por más hermética que sea la verdadera estructura de un diamante, el de Ferguson tiene que no serlo siéndolo. La libertad y la habilidad para permitir la entrada y la salida de sus piezas y el reacomodo posicional que puede obligar un rival o una coyuntura tienen que ser las bases estructurales de su gema.
Aún necesita perfeccionar en extremo su funcionamiento pues se ha comprometido la mecánica defensiva del conjunto y conceden demasiados goles. Ahora, para colmo, Kagawa estará de baja al menos tres semanas y el diamante verá pasar desde la grada los claves partidos contra el Chelsea y contra el Arsenal en Old Trafford.
Tal y como tuvo que hacer en Stamford Bridge, el próximo sábado a Ferguson no le quedará más remedio que echar mano de la banda, aunque a la vuelta del japonés bien pudiera volver a poner en práctica un esquema asentado en el equilibrio que proporciona utilizar todas las franjas del campo. Una magnífica propuesta que, además, produzca un fútbol de posesión, rapidez y versatilidad, donde se utilicen dos delanteros centro como Rooney y Van Persie, un extremo y una pareja de centrocampistas móviles y creativos como Kagawa y Cleverley.
De esta manera, el ilustre caballero no estaría patentando un nuevo esquema –a estas alturas no hay nada que descubrir en el fútbol–, simplemente estaría extrayendo lo mejor de sus jugadores y construyendo un equipo ganador que conjugue las raíces futbolísticas del club y la modernidad de la cual nadie se puede dar el lujo de prescindir.
* Alejandro Pérez.
– Fotos: Reuters – Peter Powell (EFE)
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