Estilo y resultados: los números del Barça de las transiciones

por el 30 marzo, 2015 • 5:40

suarez

Por mucho que algunos, desde parte del entorno al mismo técnico en diferentes ruedas de prensa, se empeñen en insistir en que el Barcelona de Luis Enrique respeta el estilo Barça, es innegable que quizás sin cambiar el qué (realizar un fútbol de ataque y llevar la iniciativa del partido), sí ha cambiado mucho el cómo.

Después de unos meses de travesía, la ruta táctica de Luis Enrique ha desembocado en un nuevo estilo de juego caracterizado por haber transformado el viejo Barça de los centrocampistas en este nuevo Barça de los delanteros, con el Messi ubicuo en el puesto de mando con poderes absolutos. Se ha abandonado la búsqueda del control del juego y la organización mediante la posesión del balón en favor de un ida y vuelta que permite una mayor generación espontánea de espacios donde la calidad del trío atacante en general y del rosarino en particular termina decidiendo el partido.

Ante semejante cambio de paradigma, uno no puede dejar de preguntarse cómo afectará el cambio de estilo a la competitividad del equipo. O en otras palabras, en qué contextos la mejorará y en qué otros puede empeorarla.

Es evidente que la naturaleza de ida y vuelta del nuevo Barcelona incita a los rivales a salir de la cueva e intentar aprovechar los desajustes defensivos que se crean en la zaga culé, entrando así en un intercambio de golpes en el que el equipo, lejos de sentirse incómodo como le ocurría en el pasado cuando trataba de organizarse a través del balón y no lo conseguía, ahora parece disfrutar. Porque la excepcional calidad individual de Suárez, Neymar y Messi hace que el plantel confíe en que intercambiando golpes nadie pegará más duro. El alocado partido de liga en San Mamés es el mejor ejemplo de ello, o si se quiere una muestra contra un rival de mayor enjundia, el partido copero en el Vicente Calderón, donde el Barcelona se benefició de la necesidad del Atlético de atacar para matarlo al contrataque.

El último clásico contra el Madrid fue un claro ejemplo de que el toma y daca inevitablemente llevará a momentos de sufrimiento contra equipos potentes (como sucedió en el tiempo transcurrido entre los goles de Cristiano y Suárez), pero a pesar de que Messi no deslumbró, los azulgrana volvieron a ganar un partido clave que incluso podría haber terminado con un resultado contundente si hubieran tenido más acierto en los múltiples contraataques lanzados en la media hora final. Y todo ello, y aunque viendo algunos análisis pospartido pueda parecer lo contrario, consiguiendo mantener más posesión, más pases y más tiros entre los tres palos que el rival en el total de los 90 minutos de juego.

Fuente: FC Barcelona

Fuente: FC Barcelona

Pero cuando el rival no muerde el anzuelo y plantea defensas cerradas que niegan esos espacios que tanto gustan a los de Luis Enrique, cuando el contrario rechaza la invitación al caos y mantiene su orden defensivo, el menor dominio del juego de posición hace que el equipo tenga más problemas que antes para hacer saltar el cerrojo. En estas situaciones, al Barcelona no le queda más que abandonarse a la suerte en jugadas puntuales y que el aprovechamiento de los errores individuales (primer gol contra el Villareal en la ida de las semifinales de Copa del Rey), el mayor talento arriba (segundo) o las jugadas de estrategia (tercero) decidan el partido.

Cuando ninguna de estas tres soluciones funciona, la falta de un buen juego de posición capaz de desordenar al rival mediante el movimiento del balón, condena al equipo a la frustración e inoperancia ofensiva, como en la derrota liguera en casa contra el Málaga.

Por ello, el nuevo estilo del Barça puede dar mejores resultados ante rivales potentes que, sea porque también disponen de calidad en ataque con la que amenazar la defensa culé o sea porque no están acostumbrados a mantener un férreo orden defensivo cediendo la iniciativa al rival durante todo el partido, entren en el intercambio de golpes. Salvando la aleatoriedad que supone toda eliminatoria, esto podría acercar a los azulgrana a la Champions, donde la mayoría de rivales se ajustan a este perfil. Mientras que, por el contrario, aunque parezca paradójico, esta nueva forma de jugar puede cosechar peores resultados ante equipos pequeños que no acepten la invitación a pegarse en campo abierto, sobre todo cuando descanse o no tenga su día alguien del trío atacante. Esto afectaría las chances del Barça en la liga, donde el equipo se encontrará con muchos más rivales que le planteen partidos basándose en la negación de los espacios.

Pongamos a prueba la teoría contrastándola con los resultados acumulados por los de Luis Enrique en liga, Copa y Champions hasta la fecha. De 44 partidos disputados, el Barcelona ha ganado 37, lo que supone un 84 % de victorias. El porcentaje contra equipos grandes (considerando grandes a los seis primeros clasificados de la liga y a los clasificados para 1/8 de final en Champions) es bastante similar al logrado contra el resto: 87 % por 83 %. Pero ya se observa una pequeña diferencia a favor de las victorias contra equipos potentes que se acentúa si nos fijamos solamente en los resultados de liga. En el torneo de la regularidad, el Barça suma seis victorias por solo una derrota (el 3-1 del Bernabéu) contra los equipos de la zona alta de la tabla, un 86 % de triunfos, mientras que contra equipos aparentemente más flojos el porcentaje de éxito se reduce a un 76 % por culpa de los empates ante Málaga y Getafe y las derrotas ante Celta, Real Sociedad y Málaga otra vez. Y lo que es más significativo: todos estos tropiezos comparten una característica común: los azulgranas fueron incapaces de marcar. Ante el Celta, por accidente (partido con muchas ocasiones locales, incluidos cuatro tiros al palo), pero contra el resto por incapacidad manifiesta de generar ocasiones ante defensas bien organizadas.

FC Barcelona (14-15) G E P %G %E %P
Liga 22 2 4 79% 7% 14%
Contra 6 primeros 6 0 1 86% 0% 14%
Contra el resto 16 2 3 76% 10% 14%
Copa 8 0 0 100% 0% 0%
Contra 6 primeros 4 0 0 100% 0% 0%
Contra el resto 4 0 0 100% 0% 0%
Champions League 7 0 1 88% 0% 13%
Contra equipos de 1/8 3 0 1 75% 0% 25%
Contra el resto 4 0 0 100% 0% 0%
Total 37 2 5 84% 5% 11%
Contra grandes 13 0 2 87% 0% 13%
Contra el resto 24 2 3 83% 7% 10%

 

Se confirma pues, la hipótesis de que el equipo saca mejores resultados contra equipos más potentes. Pero, ¿se debe esto al cambio de paradigma futbolístico? ¿Cómo era en temporadas anteriores? ¿Sucedía lo mismo? Si nos fijamos en los resultados del Barça del Tata Martino, veremos que la mejora del porcentaje de victorias es evidente (84 % de este año contra 70 % del pasado), pero esta es todavía más acusada si centramos el estudio en los equipos de más nivel (87 % por 59 %), sobre todo a causa de los pobres resultados de los del Tata contra rivales importantes en Copa y Champions. En liga, las diferencias se reducen a solo cinco puntos frente a contrarios de menor exigencia (76 % este año por 71 % el pasado), pero vuelve a ser de 16 puntos contra los primeros de la tabla (86 % contra 70 %). Así pues, y más allá de que la deriva de la temporada pasada explique un rendimiento inferior a la actual en todos los aspectos, los números del Barça de Martino presentaban un patrón a priori más lógico, con mejores resultados a menor entidad del rival. La mejora en la competitividad del Barça de Luis Enrique proviene especialmente de sus resultados contra rivales importantes.

FC Barcelona (13-14) G E P %G %E %P
Liga 27 6 5 71% 16% 13%
Contra 6 primeros 7 2 1 70% 20% 10%
Contra el resto 20 4 4 71% 14% 14%
Copa 7 1 1 78% 11% 11%
Contra 6 primeros 1 0% 0% 100%
Contra el resto 7 1 0 88% 13% 0%
Champions League 6 2 2 60% 20% 20%
Contra equipos de 1/8 3 2 1 50% 33% 17%
Contra el resto 3 0 1 75% 0% 25%
Total 40 9 8 70% 16% 14%
Contra grandes 10 4 3 59% 24% 18%
Contra el resto 30 5 5 75% 13% 13%

 

Pero para ver cómo el estilo condiciona los resultados, será mucho más significativa una comparación con el Barça de Guardiola, paradigma del buen juego de posición. Si nos remitimos a los resultados de la temporada 2010-2011, seguramente la mejor de la época dorada del Barcelona, nos encontramos con una sorpresa inesperada: ese Barça excelso consiguió solo un 75 % de victorias entre las tres competiciones, que se reduce a un 70 % contra equipos importantes. Eso sí, cediendo solo tres derrotas en toda la temporada y sólo una contra equipos punteros. La gran diferencia proviene, pues, del mayor número de empates cosechados por el equipo de Guardiola (20 % en total, 25 % contra equipos punteros) comparado con lo poquísimo que empata el Barça de Luis Enrique (5 % en total, 0 % contra equipos grandes).

Dado que las eliminatorias tienen una dinámica particular (resueltas en 180 minutos y muy condicionadas por el resultado de los primeros 90), para poder comparar todavía mejor el impacto de un modelo de juego u otro quizás conviene centrarse en el rendimiento en liga, con una muestra mayor y sin los condicionantes antes citados de los partidos de copa y Champions. En este caso, las cifras del equipo de Pep suben a un 82 % de victorias en total y un 80 % contra los primeros de la clasificación, frente al 79 % y 86 % acumulados hasta el momento por el Barça de Luis Enrique.

FC Barcelona (10-11) G E P %G %E %P
Liga 31 6 1 82% 16% 3%
Contra 6 primeros 8 2 0 80% 20% 0%
Contra el resto 23 4 1 82% 14% 4%
Copa 5 3 1 56% 33% 11%
Contra 6 primeros 1 0% 100% 0%
Contra el resto 5 2 1 63% 25% 13%
Champions League 9 3 1 69% 23% 8%
Contra equipos de 1/8 6 2 1 67% 22% 11%
Contra el resto 3 1 0 75% 25% 0%
Total 45 12 3 75% 20% 5%
Contra grandes 14 5 1 70% 25% 5%
Contra el resto 31 7 2 78% 18% 5%

 

La excelencia en el juego de posición presenta un patrón de resultados ligeramente mejores contra equipos más débiles, pero sobre todo se caracteriza por la regularidad. El rendimiento es prácticamente el mismo sin importar demasiado la entidad del rival o el sistema de juego que quiera plantear. Como se decía entonces, el plan B era más plan A, y el Barça de Pep practicaba el mismo juego y cosechaba los mismos resultados independientemente del equipo que tuviera enfrente. Esto lo hacía especialmente efectivo en una competición como la liga, donde consigues los mismos tres puntos por derrotar al eterno rival que al farolillo rojo de la clasificación, y a la vez permitía rendir a grandísmo nivel en torneos eliminatorios, donde un buen marcador en la ida permite limitarse a controlar el partido en la vuelta, sin que el empate sea un mal resultado.

Finalmente, merece la pena comparar estos números con los del eterno rival y actual campeón de Europa. Curiosamente, los resultados del Madrid de Ancelotti son diametralmente opuestos a los del Barcelona de Luis Enrique, ya que combina una eficacia abrumadora contra rivales menores (92 % de victorias) con muy malos registros contra equipos potentes (43 % de victorias).

Real Madrid (14-15) G E P %G %E %P
Liga 21 1 6 75% 4% 21%
Contra 6 primeros 3 1 4 38% 13% 50%
Contra el resto 18 0 2 90% 0% 10%
Copa 2 1 1 50% 25% 25%
Contra 6 primeros 0 1 1 0% 50% 50%
Contra el resto 2 0 0 100% 0% 0%
Champions League 7 0 1 88% 0% 13%
Contra equipos de 1/8 3 0 1 75% 0% 25%
Contra el resto 4 0 0 100% 0% 0%
Total 30 2 8 75% 5% 20%
Contra grandes 6 2 6 43% 14% 43%
Contra el resto 24 0 2 92% 0% 8%

 

Más allá de la influencia de otros factores (lesiones, dinámicas competitivas, estados de ánimo, etc.), esto también puede tener relación con el modelo de juego. El año pasado, el Madrid ya se mostraba contundente con los pequeños, pero frágil con los grandes hasta que, coincidiendo con la final de Copa del Rey y la ausencia de Cristiano Ronaldo en el equipo, Carlo Ancelotti decidió apostar por la solidaridad, el repliegue y el contrataque. Eso le permitió llevarse un primer título que dio confianza al equipo sobre la apuesta, la redobló y la llevó a la excelencia contra el Bayern, y también le permitió matar al Atlético en la prórroga de la final de Lisboa.

La configuración de la plantilla de este año, con una amplia nómina de centrocampistas ofensivos de gran calidad, ha llevado el técnico italiano a abandonar la receta del éxito de la temporada pasada para apostar esta vez por el dominio del balón y del juego, cosa que combinada con la pegada de sus delanteros explica en parte los excelentes resultados contra rivales menores. Cuando no es por juego, los blancos los tumban por pegada. Pero esa fortaleza se torna debilidad contra equipos más potentes, porque a pesar de la calidad de sus jugadores, el equipo merengue todavía está lejos de la excelencia en el juego de posición, y esa es una apuesta que como bien saben y han sufrido en Barcelona, o se ejecuta a la perfección o fracasa. Y lo hace tanto ante sistemas defensivos bien planteados contra los que es incapaz de encontrar respuesta (comparen los duelos del Barça del Tata y el Atlético de Madrid con lo que le ocurre este año al Madrid en sus enfrentamientos contra los colchoneros) como ante equipos cuya presión y verticalidad es capaz de obligar a correr hacia atrás a jugadores que no están preparados para ello (véase Barça de Jordi Roura contra Bayern de Jupp Heynckes y los últimos 30 minutos del último clásico).

Clasificado para cuartos de final de la Champions con sangre, sudor y lágrimas, el Real Madrid todavía está a tiempo de cambiar esa dinámica tan negativa contra los equipos grandes como hizo el año pasado, pero mientras no lo consiga, sus chances para revalidar el título europeo bajan al mismo ritmo que suben las de terminar en blanco una temporada en la que ha habido quien se ha atrevido a compararlos con el mejor Barça de los últimos años.

De todo este baile de cifras y estadísticas podemos concluir que efectivamente la apuesta por un estilo condiciona los resultados. Y en este contexto, Luis Enrique ha decidido entregarse al rock and roll, al pegar y recibir, al Barça de las transiciones con Messi como dueño y señor del joystick del equipo y Neymar y Suárez como lugartenientes de lujo. Esto equivale a subir esa apuesta al todo o nada, haciendo que el empate sea un resultado prácticamente desconocido para el equipo. Y contra los grandes, más todavía, presentando un comportamiento anómalo de mejores resultados a mayor entidad del rival.

En una liga que va a estar lejos de los récords de puntuación del pasado reciente, esto apunta a apuesta de éxito porque los tropiezos contra equipos menores que decidan no conceder espacios se pagan menos caros. En Copa, el equipo está a un solo partido de levantar el título. En Champions, los registros contra equipos punteros son halagüeños, sobre todo si tenemos en cuenta que las derrotas en el Parque de los Príncipes y en el Bernabéu se produjeron cuando el equipo todavía estaba buscando una identidad, pero el éxito final dependerá de que cuando salga cruz, no sea en un momento definitivo. Pero incluso si eso ocurre, no se podrá negar que el cambio de fútbol propuesto por Luis Enrique habrá conseguido recuperar para el Barcelona la capacidad para competir por todos los títulos y contra todos los rivales. Sobre las consecuencias de ese cambio en el largo plazo del Barça, cuando Messi abandone los terrenos de juego para contemplarnos desde los altares del fútbol, mejor hablamos otro día. Carpe diem.

* Xavier Codina.


– Foto: EFE




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