"El éxito se mide por el número de ojos que brillan a tu alrededor". Benjamin Zander
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Si alguien busca entre las páginas del diario generalista más leído en España la noticia de la destitución de Djukic se encontrará una sorpresa: la fotografía que ilustra la noticia de portada es el Nuevo Mestalla en obras. Este aborto de estadio encabeza la crónica titulada “Bruselas cerca a los grandes de la Liga por ayudas públicas ilegales”. Así, una vez más, el Valencia ocupa las primeras planas por temas extradeportivos que hacen más daño que la inestabilidad en el banquillo.
Desde que Amadeo Salvo se convirtió en junio en nuevo presidente del Valencia, uno de sus objetivos principales fue crear una imagen de marca internacional, prestigiosa y que produjese dinero. El término GloVal entraba de lleno en el vocabulario de cualquier aficionado che y el marketing pasaba a ser una valiosa herramienta para reflotar un club falto de ideas para crecer. Pero todo se queda en palabrería barata cuando cada semana un nuevo escándanlo –heredados del pasado reciente en su mayoría– salpica de barro el escudo del rat penat: “Bankia comunica que vende el Valencia CF”, “La Comisión Europea expedienta al Valencia CF”, “Fabra pagará 118 millones de deuda del Valencia, el Hércules y el Elche tras avalar sus créditos”… Salvo rezará cada noche para que estos titulares, tan perjudiciales para una marca como la peor relaxing cup of café con leche, no lleguen a manos de los inversores asiáticos o árabes que puedan estar interesados en traer sus millones a la devaluada costa valenciana.
Mientras el Valencia se debate en el tira y afloja entre la Fundación, Bankia y la propia Generalitat, lo deportivo queda en un segundo plano. Porque todas estas buenas nuevas sobre el club han precedido una semana con el peor broche posible: contradiciéndose a sí mismo de nuevo, Amadeo Salvo le ha mostrado la puerta de salida a Miroslav Djukic tras conseguir 20 puntos de 48 posibles en la liga, una dubitativa participación en la Europa League y un partido para olvidar contra el Nàstic en la Copa del Rey. Djukic ha sido fagocitado por una institución que hizo huir a Valverde la pasada temporada y por la falta de cercanía entre su discurso triunfalista –“vengo a despertar a un gigante dormido”– y la realidad del equipo construido este verano y trabajado por el serbio durante casi seis meses.
La caída de Djukic era cuestión de tiempo. La decisión estaba tomada desde que Braulio fue el sacrificado en noviembre por la deriva del Valencia. Él apostó por el técnico que deslumbraba en el Valladolid y que conocía la casa a la perfección. Ese fue el primer paso; el segundo, convertir a Rufete en caudillo general del barco. El antaño extremo del Valencia empezó a supervisar los entrenamientos del serbio y colocó dos cámaras en Paterna para controlar el desarrollo de la plantilla: una auditoría externa en toda regla, una granhermanización que llegó a todos los medios para mejorar aún más la marca GloVal y que convertía a Djukic en un entrenador con la guillotina sobrevolando su cabeza.
La plantilla conformada por el Valencia esta temporada no ha dado el rendimiento esperado, pero si hay una parcela decepcionante, ha sido la delantera. Los fichajes de Pabón y Hélder Postiga no han podido suplir las cifras goleadoras de Soldado en los últimos años: tres goles del colombiano y tres del portugués. A estas alturas, en el 2012 el delantero valenciano había marcado ocho. Visto con perspectiva, Pabón parece un apaño de última hora para reforzar la delantera después de fallidos intentos por Iago Aspas y Giovani dos Santos, ya que no se pudo invertir ni un euro hasta ingresar parte del traspaso por Soldado. Paco Alcácer parte como tercer delantero y sigue sin estrenarse. Solo la contribución de Jonas, con ocho goles, ha evitado la debacle total en la liga.
Nadie podría recitar el once fijo del Valencia porque no ha existido. En dieciséis jornadas de liga, Djukic solo ha repetido la misma alineación en los dos últimos partidos (Diego Alves; Barragán, Víctor Ruiz, Mathieu, Guardado; Parejo, Romeu, Canales, Feghouli, Bernat; y Jonas en la derrota contra el Atlético de Madrid y la victoria contra Osasuna). El técnico balcánico se expresó con sinceridad: “No consigo dar con la tecla para que el equipo funcione”. Al final, nunca se acercó a ella.
Se esperaba un entrenador resolutivo y Djukic parecía obnubilado por las dudas. No terminó de encontrar un buen acompañante para Jonas. En el centro del campo, Banega ha desaparecido del esquema tras moverlo en la mediapunta, como volante e incluso como cinco en algunas fases del partido. Además, el argentino solo ha jugado de inicio con Parejo en dos partidos: muy pocas oportunidades para la pareja que tan bien funcionó con Valverde.
El lateral izquierdo sigue cojo tras la absurda decisión que tomó la dirección deportiva cediendo a Cissokho al Liverpool: el único lateral defensivo que había en ese flanco. La contribución ofensiva de Guardado y Bernat no ha compensando las concesiones atrás.
El Valladolid de Djukic era un equipo que intentaba hacer daño con el balón, con el control del partido. En el Valencia el serbio intentó construir con la misma filosofía: un Valencia con presencia y dominador de los tiempos. En diversas fases de la temporada, con Banega, Parejo, Romeu y Canales, el Valencia ha pasado por tramos de control absoluto, de toque rápido y buenas transiciones desde la defensa, pero nunca ha sido un equipo incisivo.
La delantera ha vivido incomunicada y queda patente en los números: el Valencia es solo el octavo equipo más goleador del campeonato. Ni Pabón, ni Postiga ni Alcácer han podido adaptarse a este estilo que masca el balón sin profundidad. Postiga necesita centros y balones en el área, pero el Valencia ha prescindido de las bandas jugando con interiores a pierna cambiada o que tienden a tirar diagonales. Pabón es un perfecto segundo punta para moverse con espacios, pero le han obligado a caer a las bandas y sus movimientos solo han creado más embotellamientos.
Djukic no ha sido pragmático. No ha sabido maniobrar con su plantilla ni buscar un estilo con el que minimizar los defectos intrínsecos del equipo. ¿Por qué no jugar a la contra con gente como Fede, Feghouli, Bernat o Pabón? ¿Por qué Parejo y Banega no han tenido continuidad como motor del Valencia? ¿Por qué no cambiar los automatismos defensivos que no han funcionado en meses?
Las expectativas con el nuevo proyecto eran enormes, en gran medida por la confianza en Djukic y el mensaje que trajo bajo el brazo. Palabras de doble filo, que se han vuelto en su contra porque el material que tenía a su disposición no tiene los mimbres para poder acercarse más a Barcelona, Real Madrid o Atlético, como él mismo prometió.
Tampoco caló el mensaje en su propio vestuario. Rami se amotinó tras llamar “pelotas” a sus compañeros y un jugador como Piatti, que Djukic no quería en su plantilla y se quedó sin dorsal, ha terminado siendo titular con el serbio durante la temporada. El compromiso de otros, como Feghouli, ha quedado en duda tras celebrar la clasificación de Argelia para el mundial en vez de entrenar con sus compañeros. Djukic no consiguió hacerse con las riendas del Valencia.
En el partido del Calderón tuve la ocasión de ver a un entrenador perdido en la banda, observando desde la cal cómo el Valencia se hundía en la segunda parte cuando el Cholo juntó líneas y Diego Costa se abrió hueco en la banda izquierda. Mientras, Simeone vociferaba ganando por tres: “¡Juanfran, cuidado con la espalda!”; “¡Volvemos Tiago!”; “Uno más, uno más…”. Su mensaje sí llegaba a sus jugadores. El de Djukic ya estaba demasiado desgastado.
A veintitrés puntos del primer puesto, a diez de las posiciones de Champions y a seis de las de Europa League. Por delante, equipos con la ventaja de tener una idea clara y un entorno estable como Villarreal, Athletic o Real Sociedad. Competir en Europa debería ser un dogma para un Valencia que se debate entre ser vendido a capital internacional o refinanciar la deuda como desea la Fundación VCF, máxima accionista del club. Los soñadores resoplan aliviados con el jeque que vendrá, como en París, Manchester, Londres o Mónaco. Mientras, se borran de la cabeza lo que ocurrió cuando el millonario se fue en Santander, Málaga, Portsmouth o Majachkalá, donde el Anzhi reunió a Eto’o, Willian, Lass Diarra y Denisov. Concurso de acreedores, quiebra o desaparición son palabras que se evitan, como si al decirlas más de tres veces pudieran materializarse.
En lo deportivo, habrá que reciclar la temporada con un nuevo técnico. El Valencia ha tanteado a Fran Escribá, que, como Djukic, brilla en un equipo menor con un juego vistoso. El mejor colocado, sin embargo, es Juan Antonio Pizzi. Acaba de proclamarse campeón argentino con San Lorenzo y podría llegar de la mano de Fabián Ayala cuando este se convierta en el nuevo director deportivo. Seguiría la senda de Pellegrino o Djukic: jugadores conocedores del Valencia, aún en formación e inexpertos en banquillos europeos de cierto peso. Aunque quizás para esta situación desesperada sería mejor apostar por alguien sobradamente experimentado, que conozca la liga y pueda sacar un rendimiento inmediato de la plantilla. También de San Lorenzo podría llegar el talento emergente Ángel Correa, un delantero cuyo pase podría producirse gracias a Jorge Mendes. Otra forma desesperada de hacer negocios y reforzarse deportivamente, pero con implicaciones económicas con un desenlace incierto.
El Valencia tiene cada año que pasa más frentes abiertos y menos caminos disponibles para llegar a buen puerto. Pocos parches más se pueden poner a un club en estado de crisis, de ansiedad, casi terminal.
*Alex Argelés es periodista.
– Foto: Gustavo Grillo (EFE)
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