Los tópicos son lugares comunes en el deporte y suelen ser utilizados cuando el protagonista no quiere decir nada relevante. Esto hace que muchas veces perdamos de vista el hecho de que un tópico es la verbalización de una realidad, que por muy repetida, no deja de serlo y puede ayudar a entender una situación concreta.
Uno de los que más se escuchan en el deporte es «mantenerse es más difícil que llegar». Si buscan a alguien a quien se le pueda aplicar esta frase, en Jeremy Lin encontrarán a su hombre. Después de su explosión mediática a mediados del curso pasado, la nueva temporada no parece encontrarse a sí mismo, estando lejos del nivel mostrado, haciendo que mucha gente se pregunte si la Linsanity será flor de un día.
Los cambios que ha vivido Lin son realmente grandes. Pasó de tener problemas a la hora de entrar al Madison para ejercitarse con su equipo a ser portada de la revista Time en su edición asiática; de no formar parte ni de la segunda unidad de los equipos, a ver como Spike Lee llevaba su camiseta.
Cuando trataba de coger regularidad y se disponía a jugar sus primeros playoffs, una lesión terminó con su temporada. El verano se presuponía tranquilo, a la espera de una oferta de renovación que le permitiera quedarse en los Knicks y seguir siendo el ídolo de una afición necesitada de estímulos que le hagan olvidar los muchos años de sinsabores.
Todo se torció cuando el propietario de la franquicia, James Dolan, encargó un informe financiero sobre la rentabilidad de su renovación. Los consejeros de Dolan desaconsejaron la contratación y contra la opinión del entrenador Woodson, los Knicks no igualaron la oferta presentada por los Rockets y Lin, casi sin saber por qué, se vio de nuevo en Houston, equipo que lo había despedido meses antes.
Desde ese momento, todo ha ido de mal en peor. Unas molestias físicas no le dejaron realizar una pretemporada normal. Mientras se preparaba para comenzar la liga, muchos analistas ponían en discusión su contrato, ya que consideraban que era demasiado arriesgado pagarle 15 millones de dólares en su tercer año (en los dos primeros cobrará 5 millones).
Su primer cuarto de la temporada no ha hecho más que dar la razón a esos argumentos. Esta lejos de los números de su explosión en febrero. Pero no son solo los números. Lo peor es la sensación de ver un jugador completamente distinto: sin el descaro, sin el atrevimiento, sin señales de las virtudes que hicieron enloquecer a los aficionados al baloncesto.
Las razones para ello pueden ser muchas. En primer lugar, el rendimiento del año pasado no era normal. De haberlo mantenido, estaríamos hablando de un jugador superlativo, candidato a MVP y capaz de decidir por él mismo partidos e incluso campeonatos. Lo normal era que sus números bajasen.
El cambio de estilo de juego respecto al año pasado es notorio. En los Knicks tenía mucho tiempo el balón en sus manos, ahora no. Harden reclama mucho protagonismo en la construcción del ataque y eso hace que Lin se sienta más incómodo en pista. Poco a poco se adaptará, como también lo hará Harden, que ya jugó con gente como Russell Westbrook.
Hay facetas del juego en las que ha mejorado. Parece que es más sólido defensivamente, aunque no en exceso, rebotea más y ha disminuido el número de pérdidas por encuentro, algo lógico ya que está ligado al menor tiempo que tiene el balón en sus manos. Pero esto podría haber ocasionado que el número de asistencias disminuyeran y, sin embargo, se mantiene respecto al año pasado. ¿Qué deparará el futuro para Lin? Pues no lo sabemos. Cuando alguien consigue un gran contrato y de repente desaparece de la élite, se suele decir que le falla la cabeza, bien sea porque se ha dedicado a la placeres de la vida o porque no ha sido capaz de soportar la presión que supone jugar en el deporte profesional.
Por lo que se conoce de Lin, el primer supuesto lo podemos descartar. Estudió en la Universidad de Harvard, su formación académica y personal indican que no estamos ante un joven amante de los excesos y de la vida desordenada. Por los intereses que se le conocen (lector de análisis económicos, cristiano practicante, amante de la robótica, entre otras cosas poco populares) podríamos afirmar sin tomar muchos riesgos que no estamos ante un tipo que desaprovecha su talento por las tentaciones del exterior.
El tema de la presión es mucho más complejo. Habiendo pasado muy poco tiempo desde que Lin llegó a la élite, nos faltan muchos elementos de juicio para sentenciar al respecto. Lo que si se puede es analizar uno de los aspectos que influyen en el tema mental. Una persona que ha sufrido tantos cambios en su vida como Lin, lo normal es que tarde en asimilarlos.
Lin no solo ha cambiado de sistema de juego sobre la pista: ha cambiado todo en un año. Ha pasado del anonimato al estrellato, de ser el centro de los elogios al ser el centro de las críticas, de ser la estrella sin presión a ser la base de un proyecto. Ha pasado adorar la vida en New York a vivir en una ciudad donde hace un año desestimaron sus servicios por no considerarlo válido.
Por muy fuerte que se sea, es inevitable que su cabeza tarde en asimilar todo lo que le ha ocurrido. Quizá sea la causa por la que en este inicio de curso ha alternado partidos buenos con malos, aunque han sido más estos últimos. Veremos si su relación con Harden en la pista se va ajustando, si la adaptación al nuevo entorno termina, si acaba por asimilar todo lo acontecido desde su explosión.
Quizá sea imposible decir a estas alturas si Lin será recordado como una sensación fugaz pero intensa o como alguien capaz de trazar una de las historias más sorprendentes del deporte. Si es lo segundo, Lin será uno de los iconos deportivos de la próxima década.
NdA: Los tres últimos partidos de Lin han vuelto a ser esperanzadores. Seguiremos atentos a su evolución.
* Daniel Arias.
– Fotos: Pat Sullivan (AP)
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