El Mundial de Chile de 1962 supuso un punto de inflexión en la historia de la selección española de fútbol. Aquel combinado nacional plagado de auténticas estrellas como Alfredo Di Stefano, Puskas, Luis Suárez o Paco Gento, entre otros, no fue capaz de superar la fase de grupos (consiguió solo una pobre victoria ante México) y certificó así uno de los grandes batacazos que se recuerdan en nuestro balompié.
De forma fulgurante, Helenio Herrera fue relevado en su cargo como seleccionador por José Villalonga, que a pesar de su buen papel en los banquillos del Atlético de Madrid y el Real Madrid no terminaba de convencer debido a su edad (42 años). El joven técnico cordobés lo tuvo claro: hacía falta una revolución total. Jugadores como Puskas, Santamaría o Eulogio Martínez dejaron paso a otros con poca experiencia, pero con muchas ganas. En el horizonte esperaba la Copa de Europa de Naciones como gran examen.
Al igual que ocurriera en la edición anterior, una vez conocidos los cuatro semifinalistas del torneo (España, Hungría, Unión Soviética y Dinamarca), el comité organizador decidió que la fase final se disputara en suelo español. Tras conocer la noticia, la federación española y el equipo supieron que estaban ante una oportunidad inmejorable para borrar de un plumazo lo sucedido en Chile y conseguir el primer gran éxito. Los veinte elegidos para intentar dicha gesta fueron:
Puede sorprender la inclusión en la convocatoria de hasta siete delanteros, por solo cuatro centrocampistas, pero el fútbol por aquel entonces era muy distinto. La posesión y la estética del juego permanecían en un segundo plano; lo importante, lógicamente, era marcar goles, más que tu rival, por lo que cuantos más jugadores ofensivos, mejor. De hecho, en muchas ocasiones, los onces iniciales contaban hasta con cinco delanteros.
La primera prueba en dicha fase final enfrentó a nuestra selección contra la gran Hungría de Florian Albert en el Santiago Bernabéu. Fue un encuentro duro, en el que los dos conjuntos gozaron de protagonismo en cada una de las partes. En los primeros 45 minutos, España dominó claramente y se marchó al descanso con la ventaja de 1-0 gracias al tanto de Pereda. Sin embargo, el segundo tiempo fue otro cantar. Los húngaros apretaron de lo lindo, mientras que los nuestros intentaron resarcirse y aguantar las acometidas rivales, pero llegando a los minutos finales, Bene puso las tablas en el marcador y mandó el partido a la prórroga. Hungría llegó a ese periodo extra con mayor fondo físico y poniendo en varias ocasiones contra las cuerdas a los jugadores españoles, hasta que a falta de ocho minutos para el final, Amancio logró conectar un derechazo que acabó con el balón acariciando la red y sellando el billete a la final.
Solo faltaba dar un último paso, salvar un último escollo en el camino, y la gloria sería nuestra. Ese último obstáculo que derrumbar era la Unión Soviética, que se deshizo de Dinamarca con un cómodo 3-0 en la otra semifinal.
Llegó el día. Aquel 21 de junio de 1964, de nuevo en un Estadio Santiago Bernabéu lleno hasta la bandera, España y la Unión Soviética iban a librar algo más que un partido de fútbol. En nuestro país gobernaba el régimen franquista; en cambio, en el territorio soviétivo era el comunismo el que tenía el poder. Esta circunstancia dejó caer sobre la final un gran peso político, algo que haría que la presión para los protagonistas y la repercusión mundial de aquel partido se elevaran hasta niveles excesivos.
Iríbar; Rivilla, Olivella, Calleja; Zoco, Fusté; Amancio, Pereda, Marcelino, Luis Suárez y Lapetra fueron los hombres de partida de José Villalonga para tratar de batir a los soviéticos y conquistar la Eurocopa. ¡Y así fue! La primera mitad transcurrió sin un dominador claro y las ocasiones se sucedían en una y otra portería. Finalmente, los tantos iniciales de Pereda, primero, y de Khusainov, después, hicieron que se llegara al descanso con 1-1. En la reanudación, el combinado español fue superior, pero no logró deshacer el empate, y el cronómetro seguía avanzando. El fantasma de la prórroga acechaba. Llegaba el minuto 84 y Pereda, uno de los más destacados durante todo el torneo, logró poner un centro que Marcelino remató de cabeza para hacer estallar el éxtasis en la grada. ¡Gool! ¡Victoria! El primer gran título del fútbol español vio la luz.
Aquel equipo novedoso propuesto por Villalonga fue capaz de obrar la machada y entrar en la historia dorada de este deporte. Los Luis Suárez, Marcelino, Iríbar, Pereda y compañía lograron una proeza que no volvería repetirse hasta 44 años después.
* Carlos Garrido Marqueño.
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