A Eric Abidal la vida le ha cambiado muchas veces en los últimos dos años y medio. Una concatenación de déjà vu, esperanzas y miedos con el verde como única meta. Lo cierto es que el francés ha protagonizado una verdadera historia de superación que parecía escrita por el poeta griego Homero. Una odisea en toda regla donde sufrió una verdadera montaña rusa de sensaciones. Más de un año sin jugar, dos operaciones contra el cáncer de hígado y un momento para la historia. El que protagonizó en Wembley levantando la Copa de Europa con el brazalete de capitán puesto, cortesía de Carles Puyol. Una metáfora de fuerza y de lucha que va más allá de quirófanos y salas de espera, pese a que su calvario no terminase esa noche.
Ese momento fue en el que Abidal se enamoró definitivamente del fútbol y supo que, pese a sus 31 años y tras haber superado ya una operación, nunca podría dejar de vivir por este deporte. Pero la vida le deparaba a Abidal un nuevo revés en forma de recaída. El francés debía someterse a un trasplante de hígado que iba a alejarlo de los terrenos de juego durante un año y quién sabía si quizás iba a suponer su retirada. Pero una vez más, Abi pudo con ello. El ’22’ volvió a jugar más de un año después, simbolizando el esfuerzo y los valores que representan al club. Unos valores que quedaron en entredicho cuando la directiva decidió no renovarlo al final de la pasada temporada. Un despótico mazazo para el público blaugrana, que había encontrado en el lateral francés un espejo esperanzador en el que mirarse.
Fue entonces cuando los mediterráneos aires monegascos soplaron hacia el francés. Un proyecto entusiasta encabezado por el millonario ruso Rybolovlev necesitaba la figura de un líder carismático y con experiencia que manejara la zaga del principado en busca de glorias pasadas. A Abidal el proyecto le venía como anillo al dedo. Tenía un puesto como titular garantizado, donde recuperar todos esos minutos que anhelaba e imaginaba cuando estuvo alejado del césped. Además, volvía a Francia donde su mujer y sus tres hijas no tendrían problemas de adaptación. Y por último, el equipo que estaba formando el Mónaco era muy atractivo, algo necesario para no pasar desapercibido a los ojos del seleccionador francés, Deschamps, en año de Copa del Mundo.
Abidal no lo dudó y firmó por un año con opción a otro más, volviendo a Les Rouge et Blanc trece años después. Desde el primer momento, Ranieri le transmitió su total confianza y con el ’22’ a la espalda ha sido titular en los nueve partidos de Ligue 1 disputando todos los minutos hasta la fecha, al igual que su pareja en la zaga, el portugués Ricardo Carvalho. Con ellos al mando de la defensa, el conjunto del principado es líder imbatido y tan solo ha encajado cinco goles en contra. Además, Abi sigue aumentando un récord personal: no ve una tarjeta amarilla en liga desde el 21 de enero de 2011, habiendo jugado 36 partidos. Por fin Abidal vuelve a sentirse futbolista, de nuevo vuelve a cumplir su sueño como un debutante de 34 años.
El francés se ha reinventado en un excelente central y ha abandonado esas tardes en las que la banda izquierda del Camp Nou o de Gerland eran un cerrojo para los extremos rivales. Ahora ha perdido tono físico, es menos rápido y tiene menos fuerza que antes, pero su lectura del juego y posicionamiento táctico es excelente. Al igual que su capacidad de liderazgo y su manejo de la línea defensiva, que van a más.
Su gran momento en el Monaco le ha servido para que Deschamps haya confiado en él como central titular junto a Koscielny en los decisivos partidos frente a Georgia y Bielorrusia en la clasificación del Mundial. Hecho que parece reafirmar que si Abi continua a este nivel y Francia se clasifica, puede ser uno de los líderes de les bleus en Brasil 2014. Este podría ser el tercer Mundial del zurdo a sus 34 años; quizás pueda ser la guinda a su excelente carrera con Francia.
Fue el escritor Edward Abbey quien dijo: “Crecer por crecer es la ideología del cáncer”. Y quizás esa sea ahora la ideología de Abidal, un genio capaz de consolar al vestuario el día que le transmitió la mala noticia, alguien que rechaza aceptar el necesario órgano de un compañero de equipo por generosidad, un francés capaz de que cien mil personas coreen su nombre en un grito unísono de esperanza en el minuto 22 de cada encuentro convirtiéndolo en tradición. Un padre que necesita ver crecer a sus hijas. Una persona que, como todas, necesitaba una segunda oportunidad y ahora disfruta de la tercera.
* Marc Pons es periodista.
– Foto: Stéphane Senaux (ASM FC)
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