"El éxito se mide por el número de ojos que brillan a tu alrededor". Benjamin Zander
MADRID, 30 DE JUNIO DE 1985
La actualidad política y social en España venía marcada aquellos días por la firma en Madrid del Tratado de Adhesión de España y Portugal a la Comunidad Europea, que se materializaría el 1 de enero de 1986.
El mundo del fútbol seguía conmocionado con la tragedia que se produjo un mes y un día antes de aquel 30 de junio en el estadio belga de Heysel, donde fallecieron 39 personas antes de la final de la Copa de Europa que disputaron el Liverpool y la Juventus de Turín.
En el fútbol nacional, el FC Barcelona que dirigía Terry Venables acaba con la hegemonía en la liga de los equipos vascos. La Real Sociedad y el Athletic de Bilbao se habían impuesto en el Campeonato de forma consecutiva en las temporadas precedentes. Los donostiarras en los campeonatos 80-81 y 81-82, los vizcaínos en los dos siguientes, 82-83 y 83-84.
En aquella campaña 84-85, un Barça basado en la fiabilidad de Urruti en la portería (qepd) y Migueli en el centro de la defensa, junto a un magnífico Bernd Schuster en medio campo y la colaboración inestimable de los Carrasco, Julio Alberto, Gerardo, Pichi Alonso, Víctor Muñoz, Rojo, Calderé, Clos, Boquerón Esteban, Marcos Alonso o Alexanco… había sido líder todas las jornadas del Campeonato, proclamándose campeón cuatro jornadas antes de la finalización del mismo, por delante del Atlético de Madrid y del Athletic de Bilbao.
Precisamente estos dos equipos se iban a enfrentar, el último día de aquel mes de junio, cerrando la temporada, en la gran final de la Copa del Rey.
Los dos protagonistas de la gran final de la Europa League en Bucarest ya se enfrentaron hace 27 años en la final de Copa en el estadio Santiago Bernabéu.
Luis Aragonés era el técnico rojiblanco. Aquel Atlético tenía dos centrales sólidos, Juan Carlos Arteche (qepd) y Miguel Ángel Ruiz, manejaba de maravilla la suerte del contragolpe, con un “lanzador” perfecto como era Chus Landáburu, y tenía un finalizador prodigioso, el mexicano Hugo Sánchez, que aquel día jugó su último partido con la elástica colchonera.
Enfrente, el Athletic de Javier Clemente. Un equipo sólido, vigente campeón de Copa en aquel momento (venció en la final del año anterior al Barça en el mismo estadio por un 1-0, en aquella terrible “final de la pelea”). Con un gran Andoni Zubizarreta en la puerta, dos centrales rocosos (igual que su rival), Andoni Goicoechea e Iñigo Liceranzu, un gran mediocentro como era Miguel De Andrés (jugador truncado por las lesiones, pero que tenía un talento tremendo para esa posición) y, en mi opinión, uno de los mejores jugadores del momento en el fútbol español, Manolo Sarabia, que incomprensiblemente fue suplente en aquella final.
Por el Atlético formaron: Mejías (Tentáculos Mejías, le llamaba Héctor del Mar) en la puerta; Votava (seguridad y eficacia), Arteche (imponía), Ruiz (gran cabeceador) y Clemente (oficio) en defensa; Julio Prieto (tenacidad), Marina (clase), Landáburu (gran pasador) y Quique Ramos (potencia y despliegue) en medio campo; con Rubio (habilidad) y Hugo Sánchez (el gol) arriba.
Por el Athletic lo hicieron: Zubizarreta en la puerta (serenidad); Urquiaga (dueño del carril derecho), Liceranzu (Rocky), Goicoechea (dureza, gran pegada pierna izquierda), De la Fuente (un pulmón de lateral); Patxi Salinas (presencia física), De Andrés (calidad y colocación), Gallego (centrocampista de mucho trabajo) y Urtubi (zurdo potente, con recorrido y buen balón parado); con Dani (pillería, astucia, veteranía) y Julio Salinas (el “falso torpe”) arriba.
El Atlético fue mejor. A los 24 minutos, Urtubi sacó con la mano debajo del larguero un córner directo de Landáburu que ya se colaba. Hugo transformó el penalti y puso el 1-0 en el marcador.
En el minuto 55, una contra “made in Luis Aragonés” fructificó en el segundo tanto. Landáburu envió un balón preciso y perfecto al espacio observando el desmarque de Hugo Sánchez. El mexicano aplicó perfectamente los tiempos: carrera, control orientado y disparo con su pierna mala (la derecha) lejos del alcance de Zubizarreta.
Era un jugador de apariencia desgarbada, con una gran zancada, muy coordinado, elegante diría yo, muy potente en carrera y con una excelente pierna izquierda. Manu Sarabia era la estrella del Athletic de Bilbao. Fue un jugador diferente: nadie en aquella época poseía unas características similares.
Saltó al campo en el minuto 55 de la final, en sustitución del veterano Dani, y en 35 minutos tuvo tiempo de generar mucho peligro. Suya fue la jugada del gol bilbaíno, obra de Julio Salinas de cabeza. Ya por aquel entonces se atisbaba un enfrentamiento con su técnico Javier Clemente. Aquella polémica fue una de las causas que derivaron en el cese de Javier Clemente en enero de la temporada siguiente, poniendo fin una época brillante en el club de San Mamés.
El colegiado del colegio catalán, Miguel Pérez, fue encargado de dirigir la final. Los bilbaínos se quejaron amargamente de su actuación. El penalti señalado a Urtubi y la expulsión de Liceranzu en el minuto 88, por una dura entrada sobre Hugo (previa provocación del mexicano) , fueron el origen de la polémica.
* Alberto López Frau es periodista. En Twitter: @Albercampeontv
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