"Lo que equilibra a un equipo es la pelota. Pierde muchas y serás un equipo desequilibrado". Johan Cruyff
Serbia transporta siempre al aficionado a lo más profundo del baloncesto europeo. Cambian los nombres, pero su capacidad conceptual permanece intacta. Y cambian también las distintas cualidades y por supuesto el talento.
El juego colectivo de Serbia empezó a ser suficiente ante una Francia que está lejos de ser el dinámico y efectivo equipo campeón del último EuroBasket. Los franceses parecían conscientes de sus limitaciones, acrecentadas por el dominio de Raduljica bajo los aros. Teodosic tenía una sencilla labor que culminaba de forma continua con puntos en la pintura.
Francia parecía inmersa en las ausencias, como si mirara de reojo, echando un vistazo a pie de pista esperando que Parker llegase aprisa como el que se ha despistado en la salida del hotel, zapatillas en mano, pero llega a tiempo para el partido. Sin él, sería Heurtel el encargado de las lecturas de juego y Diot de la anotación desde el puesto de base. Pero hay veces que ni si quiera dos hacen el trabajo de uno.
Y es en esta fase del partido fue donde apareció Jackson. Atlético, atrevido, intuitivo y sobre todo efectivo desde la línea de tres. Con él saliendo desde el banquillo Francia había encontrado a su jugador diferencial para este partido y quién sabe si para el resto del campeonato.
El tercer cuarto comenzó con los franceses muy intensos. El pick and roll de Teodosic y Raduljica ya no bastaba para abrir diferencias en el marcador y, a pesar de las aportaciones de Bjelica y Bogdanovic, Serbia y su consistencia se veían contrarrestados por una Francia en la que ahora además aportaban Batum y Lauvergne.
Pero de no verlo nos habíamos olvidado del talento. Llevaba la mayor parte del partido sentado (aquellas dos faltas rápidas al inicio de patido). Quedaban tres minutos para finalizar el tercer cuarto cuando volvió a aparecer Boris Diaw en pista.
El reciente campeón de la NBA tiene una capacidad de lectura de juego a la altura del propio Marc Gasol o cualquiera de los mejores pívots que se les ocurran. Cuestionables sus lanzamientos desde la larga distancia, pero eso no le importaba a Francia, que acababa de encontrar a su director de orquesta.
Serbia tuvo que subir su intensidad defensiva en el último cuarto. Y con todo se llegó a falta 1’40” con dos arriba para los balcánicos. Las cuestionables aspiraciones que puedan tener nuestros vecinos de llegar lejos en es mundial pasan en su mayoría por Diaw, que decidió jugarse un ataque crucial ante a Raduljica, muy lejos de su zona de influencia e incapaz de defender una jugada que puso el 73-73 en el marcador.
Djordjevic quiso subir la bola para el último ataque de su equipo, pero esta vez su principal arma era un rotulador y la desesperación al ver cómo Bogdanovic gestionaba ese ataque y dejaba 4” para Francia (73-73).
Tiempo suficiente para que después de su gran partido ofensivo, Raduljica volviera a leer mal una jugada defensiva y metiera una mano (posteriormente Lauvergne reconoció que no fue falta) innecesaria para forzar una personal cuando solo restaba 1”. Primer tiro libre dentro, segundo tirado a fallar y fin del partido. La ecuación era simple.
Con todo, derrota y reacción francesa incluida, se hace más fácil imaginar una Serbia competitiva en los cruces que una Francia que a punto estuvo de complicarse su participación más allá de la fase de grupos. Ambos equipos son dos incógnitas que se encuentran en ese lugar donde no se sabe bien si mirar al pasado o al futuro.
* Pepe Navarro Barranco.
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